Releyendo el libro de Antonio Alatorre Los 1,001 años de la lengua española, apasionante como una novela que tendrĂa por personaje a la lengua misma, un pĂĄrrafo: “Se puede formular una ‘regla’ segĂșn la cual las vocales germĂĄnicas de los esdrĂșjulos clĂĄsicos se volatilizan en el latĂn vulgar de España, y aĂșn mĂĄs en el de Francia (alguien ha hablado humorĂsticamente de la ‘tragedia’ de la penĂșltima)”, me suscita el eco de otra lectura.
¿La “tragedia de la penĂșltima”? ¿QuĂ© me recuerda? Ah, sĂ: ¡La PenĂșltima ha muerto! ¿En dĂłnde? En un poema en prosa de StĂ©phane MallarmĂ© con dos tĂtulos: (1) La PenultiĂ©me y (2) Le DĂ©mon de l’Analogie. Ese texto adelantado al surrealismo, ya con cierta belleza maldororiana, con azar objetivo y asociaciĂłn de realidades muy distantes, atraĂa a Verlaine y serĂa denostado por los literatti de la Rive Gauche; uno de ellos, Gustave Kahn, comentaba: “la PenĂșltima era entonces el nec plus ultra de lo incomprensible, el Chimborazo de lo intragable, un rompecabezas chino”. (¿El Chimborazo, que con sus 6,310 metros es hermano menor del Everest, orgulloso de sus 8,000 metros? Tal vez el tal Kahn, pero no Kublah, tenĂa algĂșn sentido musical y se impresionĂł con el sonido de tamborazo de ese nombre geogrĂĄfico.)
En el mallarmiano prosema narrativo, el protagonista (quizĂĄ MallarmĂ© mismo) va por la calle oyendo y susurrando obsesivamente los “jirones malditos de una frase absurda”: La PĂ©nultiĂšme est morte!, y prolongĂĄndola en variantes: “La PenĂșltima ha muerto, estĂĄ muerta, estĂĄ del todo muerta, la desesperada PenĂșltima”.
Pensando en una posible relaciĂłn entre el fenĂłmeno lingĂŒĂstico anotado por Alatorre: la tragedia de una vocal o una sĂlaba fallecida en el trĂĄnsito del latĂn culto al latĂn vulgar, y en el leitmotiv al parecer absurdo del poema de MallarmĂ©, busquĂ© en mi biblioteca (ese lovecraftiano caos reptante) las obras completas del susodicho, ediciĂłn de La PlĂ©iade, NRF, Gallimard, y (previsiblemente) se habĂan escondido quiĂ©n sabe dĂłnde. Entonces telefoneĂ© al poeta y erudito Gerardo Deniz.
—La PĂ©nultiĂšme est morte —le dije.
—Requiescat in pace —me respondiĂł.
DespuĂ©s de este incipit, prometedor de un diĂĄlogo cosmolingĂŒe, hubo desde el otro lado de la lĂnea un silencio en el cual lejanos ruidos parĂĄsitos casi abolieron un leve, fantasmal maullido de Koshka.
—Bien ¿y? —dijo Deniz.
—Nada —dije—; ya he resuelto el misterio del demonio de la AnalogĂa.
—Felicitaciones. Pero¿el de cuĂĄl demonio? ¿El del Nautilus?
Deniz se referĂa a un demonio de la AnalogĂa de raza comĂșn situado por Ă©l en la cubierta del verniano submarino Nautilus, segĂșn un momento de su extenso poema 20 mil lugares bajo las madres: “Por las tardes, la AnalogĂa saca su demonio a orinar sobre cubierta.”
— No, el original, el de MallarmĂ©…
—Ah, bueno, ¿de MallarmĂ©? Me alarmĂ©, temĂ fuese el mĂo que ya hubiera muerto de repleciĂłn de la vejiga. Y bien…¿ algo pasa con el demonio del faunito StĂ©phane?
Le hablĂ© del dato encontrado en Alatorre, de la vocal o sĂlaba penĂșltima que desapareciĂł en cuanto los franceses y los españoles decidieron dar mĂĄs velocidad a su habla y no cargar con toda la impedimenta de los esdrĂșjulos latinos y… etcĂ©tera. Un etcĂ©tera que abarcĂł muchas de las cosas por Deniz muy sabidas, y Ă©l, con la incrĂ©dula denicidad que lo distingue, me dijo que quiĂ©n sabe, que acaso se trata nada mĂĄs de una coincidencia, que lo disculpase si colgaba, pero es que Koshka estaba afilĂĄndose las uñas en un ejemplar de Vuelta…
Me quedĂ© como un cohete con la pĂłlvora mojada. Pero le habĂa asestado el demonĂaco prurito, y, tras dos dĂas de rascarme yo la cabeza (metafĂłricamente hablando), me hablĂł Ă©l:
—Ya releĂ Le DĂ©mon de l’Analogie y, sĂ, en una parte se habla de sĂlabas y hasta de lingĂŒĂstica. ¿Y?
—AhĂ estĂĄ, ya ves, yo tenĂa razĂłn, ya se aclarĂł el secreto de esa oscura PenĂșltima: es la vocal o sĂlaba que muriĂł en las palabras esdrĂșjulas cuando el latĂn encallĂł, y se encanallĂł, en los labios vulgares del vulgo.
Deniz sĂłlo emitiĂł una larga sĂlaba difĂcil de grafiar. Tal vez dijo un nuevo ¿y? para expresar su escepticismo acerca de la importancia de mi “descubrimiento”. Y despuĂ©s de un largo y cobarde silencio mĂo y de intercambiar saludos de despedida para nuestras gatas, Koshka y Polvorilla, concluimos la conferencia telefĂłnica.
Unos dĂas despuĂ©s el MallarmĂ©-PlĂ©iade se hizo el encontradizo, leĂ el poema y hallĂ© que el MallarmĂ© mismo adelantaba la explicaciĂłn:
“La penĂșltima es el tĂ©rmino del lĂ©xico que significa la antepenĂșltima sĂlaba de los vocablos, y su apariciĂłn es el resto mal abjurado de una labor lingĂŒistica por la cual cotidianamente solloza al interrumpirse mi noble facultad poĂ©tica.”
(Un ejemplo de mi parte: Natividad/ Navidad.)
El final del poema queda suspendido cuando elpersonaje encuentra en unacalleja la vitrina de una polvorienta tienda de laĂșdes donde ademĂĄs de viejos instrumentos musicales hay amarillentas palmeras y disecados pĂĄjaros antiguos.
Una frase y una imagen se habĂan convertido en misteriosos vasos comunicantes. La erudiciĂłn mallarmiana habĂa entrado en juego con la deniciana, y si en un tiro de dados habĂa abolido el azar, en cambio habĂa puesto en el tapete un poema.
Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.