Ilustraciรณn: Josel

El negocio de las conferencias

Los escritores mediรกticos viven de asuntos que nada tienen que ver con la calidad de su obra ni con su escritura. Una paradoja mayor de este escenario son las conferencias de escritores, que suelen ser costosas para los organizadores e inรบtiles para los asistentes, pero que sirven al doble propรณsito de dar publicidad al que convoca y fama al que habla.
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Hay quienes se reรบnen a conversar con amigos, y se alegran de verse y de participar en las noticias, ocurrencias y opiniones que van tejiendo la conversaciรณn. No fรกcilmente admiten a desconocidos, y menos aรบn si llevan algรบn propรณsito. En una tertulia, el fin de la reuniรณn es la reuniรณn.

Pero las reuniones pueden mediatizarse con fines ulteriores: que las buenas ideas y los buenos amigos y los buenos oficios tejan algo mรกs que una conversaciรณn: redes de relaciones y de ascenso. Las reuniones, entonces, no son tertulias, sino parรฉntesis de respiro y planeaciรณn de los trepadores on their way up.

Tambiรฉn pueden mediatizarse hablando ante desconocidos, como sucede en las mesas redondas. La reuniรณn es entonces la producciรณn de un espectรกculo, no una conversaciรณn. El pretendido diรกlogo puede reducirse a que cada participante lea en voz alta el texto que llevรณ. Tambiรฉn puede intentarse algo mรกs parecido a una conversaciรณn, pero conducida por un moderador.

Las conferencias individuales son actos pรบblicos asimรฉtricos, donde un solista se manifiesta ante el pรบblico. No alterna el uso de la palabra con otros conferenciantes, como sucede en una conferencia telefรณnica, en una mesa redonda o en las tertulias. Dicta una lecture, como en la tradiciรณn medieval del lector que lee una lecciรณn desde el estrado. Esto lo pone por encima del auditorio: los estudiantes que van tomando apuntes o el dictado completo.

En comparaciรณn con la tertulia de amigos o la lectura de un lector solitario, las conferencias son de poca eficacia comunicativa. Es absurdo recorrer media ciudad congestionada para llegar a tiempo y leer de oรญdas (que es difรญcil) un texto mal dicho o, peor aรบn, que no tiene nada que decir; y del cual no es posible saltarse las partes vacuas o el texto completo, que luego se publicarรก. Las conferencias pueden ser eficaces, pero con fines distintos a la comunicaciรณn de contenidos.

En los Estados Unidos del siglo XIX hubo circunstancias propicias para el desarrollo de las conferencias como negocio. La dispersiรณn del pรบblico en un gran territorio, cuando no existรญan la radio ni la televisiรณn. El prestigio de Londres y de sus escritores, aumentado por el desarrollo de la prensa masiva. La tradiciรณn democrรกtica de hablar en pรบblico y recorrer el paรญs en busca del voto. El nomadismo de los circos y otros espectรกculos. El surgimiento de empresarios que contrataban giras de artistas extranjeros. Todo esto favoreciรณ la creaciรณn de un mercado de celebridades literarias exhibidas de ciudad en ciudad ante pรบblicos provincianos. Los lectores de Dickens (y los sabedores de su fama, aunque no lo hubiesen leรญdo) estaban dispuestos a pagar el boleto para decir que estuvieron ahรญ: No te imaginas quรฉ sencillo es. Era como viajar a las pirรกmides de Egipto.

Hoy abundan las agencias que ofrecen (por lo general en exclusiva) una cartera de celebridades disponibles para actos pรบblicos. Tienen catรกlogos descriptivos, fotos y videos. Aprovechan YouTube. Se afilian a la International Association of Speakers Bureaus y participan en sus congresos. Las celebridades mismas pueden aprender del negocio en libros como Lecturing for profit, How to be booked by speakers bureaus o World class speaking: The ultimate guide to presenting, marketing and profiting like a champion.

La demanda de celebridades que cobran por presentarse en actos pรบblicos (y hasta en actos privados de quienes pueden darse el lujo) creciรณ porque fue aumentando la poblaciรณn no lectora de buen nivel social, asรญ como el presupuesto de las instituciones millonarias que se adornan ofreciendo espectรกculos acadรฉmicos.

Significativamente, las universidades que publican revistas no estรกn dispuestas a pagar por un artรญculo (ya no se diga un poema) ni la dรฉcima parte de lo que estรกn dispuestas a gastar para que el autor tome el aviรณn, vaya a un hotel, sea agasajado y lo lea personalmente ante un pรบblico menor que el de sus lectores en la revista, aunque la entrada sea gratuita. Lo que interesa de las conferencias no es, en primer lugar, el contenido de los textos, sino la presencia personal.

Las conferencias son ante todo ceremonias: actos superfluos (por lo que hace a la transmisiรณn del contenido) cuya producciรณn teatral es necesaria para las cรกmaras, las constancias curriculares y la comunicaciรณn social. Lo bueno de las conferencias no es el milagro ocasional de que alguien tenga algo importante que decir, lo diga maravillosamente y (de pura casualidad) lo escuchen quienes deberรญan escucharlo. El verdadero mensaje de una conferencia es que la hubo, como dirรญa McLuhan.

Las conferencias son media events relativamente baratos. Producir y difundir veinte segundos de un comercial cuesta infinitamente mรกs. Naturalmente, los actores y otros participantes en la producciรณn de una conferencia pueden tener cosas que decirse de verdad; pero lo hacen fuera de las cรกmaras: antes, despuรฉs o al margen del espectรกculo.

Gracias a las conferencias, las instituciones pueden anunciar que existen y estรกn haciendo cosas admirables. Si se dividiera el costo de las conferencias entre el nรบmero de asistentes (peor aรบn: entre el nรบmero de los que fueron espontรกneamente, no por compromiso), el boleto de entrada (aunque no lo pague el pรบblico) resultarรญa escandaloso, comparado con el precio de un ejemplar de la revista donde se publique el texto. Pero ese no es el cรกlculo correcto: hay que dividir entre el nรบmero de personas que se enteraron de la conferencia. Asรญ, el costo por millar de impactos publicitarios baja a niveles aceptables.

La publicidad beneficia tambiรฉn al conferenciante. Se vuelve un nombre conocido, aunque sus textos no se lean. Ademรกs, puede cobrar el texto dos veces: leyรฉndolo y publicรกndolo. Y, si pertenece a una instituciรณn, gana puntos de cumplimiento: contribuye a las cuentas gloriosas que necesitan los administradores para justificar el presupuesto. Aunque no haya dicho nada o lo haya dicho en una sala vacรญa. ~

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(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.


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