A la sombra del glamoroso y rimbombante premio Nobel, o mรกs bien dicho, casi a sus espaldas, el mes que entra se entregarรก como cada aรฑo en Cambridge, Massachussets, su reverso parรณdico: el Ig Nobel.
Algo de hierรกtico e inmortal, tiene el premio Nobel. De repente, momifica a sus galardonados; se convierte en un pase directo a la eternidad, en un ticket para la historia. Eso no tiene nada de malo, pero a veces pareciera que recibirlo resulta demasiado importante, incluso trascendente, y hay cosas en la vida que dejamos de ver a semejante altura. Son esas minucias anti-nobel las que, precisamente, premian los Ig Nobel, o Ig, como se les denomina.
No tengo las bases acadรฉmicas para cuestionar el fallo del รบltimo premio Nobel de quรญmica โotorgado a cientรญficos responsables de โdesarrollar herramientas para un mejor entendimiento de las funciones celularesโโ pero sรญ avalo que el Ig de la misma disciplina haya recaรญdo en cuatro cientรญficos dedicados al estudio de la Coca-Cola como espermicida. Ignoro en toda medida el provecho que nos puedan acarrear los estudios sobre โsimetrรญa rota espontรกneamente en fรญsica subatรณmicaโ (http://nobelprize.org dixit), pero me da mucha risa que su contraparte Ig haya sido otorgada a dos cientรญficos que comprobaron matemรกticamente cรณmo โtodo montรณn de cabello, o montรณn de casi de cualquier cosa, tiende a enredarse y hacer nudosโ. Suena merecidรญsimo el Nobel de medicina a cientรญficos que โdescubrieron virus relacionados con enfermedadesโ, pero me siento mรกs prรณximo al estudio galardonado con el Ig sobre cรณmo la medicina placebo, entre mรกs cara resulta, cura mรกs. Los premios Nobel me provocan admiraciรณn, asombro, casi gratitud, porque todo suena importantรญsimo, pero los Ig me dan placer, experimento empatรญa y, lo mรกs importante de todo: refuerzan mi debilitada fe en el gรฉnero humano. Creo que mientras haya un par de tipos pensando no en la soluciรณn de nuestros grandes problemas para granjearse la inmortalidad, sino en aspectos nimios como la relaciรณn entre el nado del bacalao y los terremotos (Ig de fรญsica en 1994) o las secuelas en la salud por el arte circense de tragar espadas (Ig de medicina 2007), este mundo podrรก seguir girando, al menos un poco mรกs de tiempo.
Los premios Ig Nobel โโinnobleโ, en espaรฑolโ tienen su origen remoto en el desaparecido Journal of Irreproducible Results, publicaciรณn cientรญfico-humorรญstica que comenzรณ a editarse en Israel a mediados de la dรฉcada del cincuenta. La empresa โa pesar de que era un pasatiempo, casi una curiosidadโ circulรณ regularmente hasta los ochenta, periodo en el que casi desaparece. En medio de la crisis, su consejo editorial decidiรณ cambiar de sede y director y Marc Abrahams fue el encargado de llevรกrsela a Nueva Inglaterra cambiรกndole el nombre, pero no el perfil: Annals of Improbable Research. Es a partir del renacimiento del proyecto que Abrahams descubre la necesidad de no sรณlo publicar una serie de experimentos cientรญficos francamente alucinantes sino, tambiรฉn, de premiarlos. Descubrimientos cientรญficos que โprimero te hacen reรญr y luego pensarโ, รฉste es uno de los pocos raseros que rigen las nominaciones y fallos del Ig Nobel en los que Mรฉxico, por desgracia, aรบn no es reconocido. De hecho, sรณlo un latinoamericano ha sido merecedor de un Ig: Juan Pablo Dรกvila, inversionista del gobierno chileno quien ganรณ el de economรญa en 1994 por โprogramar su computadora para โcomprarโ acciones cuando debรญa โvenderโ y despuรฉs intentar recuperar sus pรฉrdidas haciendo negocios arriesgadรญsimos que sรณlo le costaron el 0.5% del producto interno de su paรญs ese aรฑoโ. Desafortunadamente no pudo recoger su premio: tenรญa un compromiso previo con la justicia.
El premio Ig Nobel consiste en una pequeรฑa escultura cuyo diseรฑo cambia cada aรฑo y nada mรกs. Son los galardonados los que deben costear su traslado para asistir al Sanders Theater, de Harvard University, lugar donde se lleva a cabo la ceremonia desde que fuera expulsada del prestigioso MIT. Ahรญ los discursos de agradecimiento no pueden durar mรกs de 45 segundos, es tradiciรณn lanzar avioncitos de papel al escenario y las efigies son otorgadas por autรฉnticos premios Nobel. Cuando un Ig y un Nobel se dan la mano en congratulaciรณn el mundo parece adquirir balance y reconocer que la genialidad es nada sin la estupidez y viceversa.
โ Guillermo Espinosa Estrada
es profesor de literatura medieval y autor del libro La sonrisa de la desilusiรณn. Administra la bibliothecascriptorumcomicorum.org, un archivo de textos sobre el humor.