El portero

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Personajes: Portero, Joel
      
     LUGAR DE LA ACCION:
      
     Portería de un campo llanero de futbol, en la Ciudad de México. Sólo se alcanza a ver una fracción del área penal, donde Portero se mueve siguiendo las evoluciones de un partido de fut en el que toma parte y que se desarrolla —durante el tiempo de acción de la pieza— en el campo contrario casi siempre: de la media cancha hacia
el área y la portería del equipo rival.
     La portería que cuida Portero tiene una vieja red, mal colocada y semidestruida. Atrás de ella se alcanza a ver parte del baldío sobre el que está desplantado el campo de fut; quizás hay algunas gradas en mal estado que nadie ocupa.
     Portero viste uniforme de fut, muy desgastado. Lleva una sudadera sucia, medias viejas, zapatos con tacos, rodilleras. Sólo su mano izquierda está cubierta por un guante de portero, también en mal estado.
     Cuando la luz se enciende, Portero acaba de despejar el balón con la mano, hacia la media cancha. Acciona mientras grita a sus compañeros. (Durante toda la obra, Portero no dejará de emitir, a intervalos, frases más o menos inconexas, expresiones de molestia o ansiedad: siempre con la vista hacia el campo que tiene enfrente, hacia el partido, y en actitud de vigilancia ante un posible ataque.)
      
     Portero: ¡Súbanse, cabrones! ¡Súbanse!… ¡No te atasques, pelón! Por la derecha, ¡súbanse! (Pausa). Qué pendejos. Qué pendejos… ¡No dejes suelto a ese cabrón, Pepe! ¡Márcalo, puta madre! ¡Ahí!
      
     Portero sigue con la vista el partido. Muestra ansiedad. Sus cambios de posición, a lo largo de la portería, denotan la dirección por donde puede venir un ataque. Durante todo el tiempo se escuchan gritos aislados y de cuando en cuando el silbato del árbitro. Ruido. Polvo que se levanta en el área penal. Las campanadas lejanas de un templo, llamando a misa…
     Portero: ¡Ahí!, ¡ahí!… A la izquierda. ¡Pásala, buey, no te quedes con ella!
      
     Por fuera del terreno de juego, caminando muy cerca de la línea de córner, llega Joel. Tiene aire de obrero y parece crudo. Lleva en la mano una cerveza de bote de la que bebe, a intervalos. Avanza muy despacio mirando apenas hacia el partido. Se detiene frente al palo derecho de la portería, donde se quedará todo el tiempo: apoyado sobre el palo, bebiendo su cerveza.
     Portero tarda en reparar en la presencia de Joel, atento como está a las evoluciones del juego que por momentos no representan amenaza alguna para su portería.
      
     Joel: Quihubo, compadre.
     Portero: (distingue a Joel): ¡Ah!, ¿qué paso contigo? ¿Dónde andabas?
     Joel: ¿Cómo van?
     Portero: Cero, cero.
     Joel: ¿Primer tiempo?
     Portero: Los traemos fintos, pero estos pendejos no tiran a gol ni a chingadazos… Míralo. ¡Míralo, buey! (Pausa.) ¡Faul!… ¡Ey, señor árbitro, ése fue faul! ¡Faul!… ¡Faul! (A Joel.) ¿No viste? Qué bruto.
     Joel: Se dejó caer, que no me chingue.
     Portero: ¡Faul, señor árbitro!… Hijo de su puta madre, no marca nada… ¡Vendido! ¡Arbitro vendido! ¡Ratero! (A media voz.) Cuánta lana te dieron, buey.
     Silencio. Prosigue la acción.
      
     Portero: (a media voz): Órale, buey. Órale… Ahí la tienes. ¡Centra, con un carajo! Centra. ¡Centra ya!… No te digo, estos cabrones hacen todo, menos tirar a gol.
      
     Silencio.
      
     Joel: ¿Por qué te cortaste, compadre?
     Portero: ¿Cuándo?
     Joel: Nos dejaste prendidos.
     Portero: No podía.
     Joel: La Güera quería contigo.
     Portero: Tenía partido, ¿no ves?
     Joel: ¿Esto te parece un partido?… Con la Güera puestísima…
     Portero: Pinche Güera, nomás me la hace de tos.
     Joel: Quería contigo ayer. Andaba caliente.
     Portero: Siempre es igual. A la hora de la hora, nada.
     Joel: Ayer quería contigo.
      
     Silencio. Portero se concentra en el juego. Parece que los contrarios amagan. El posible ataque no prospera. Se aleja el peligro.
      
     Portero: Muy bien, Pelón. Así… Ahora sobre ellos. ¡A la derecha! ¡Ramiro está solo!
      
     Portero menea la cabeza con descontento. Silencio. Habla a Joel.
      
     Portero: ¿Y qué pasó después?
     Joel: ¿Con la Güera?… Nos fuimos al Torito.
     Portero: ¿Quiénes?
     Joel: Nomás el Chano y yo. Con la Güera y la Toña.
     Portero: ¿También jaló la Güera?
     Joel: Por no dejar solita a la Toña. La Toña se lo pidió. Estaba muy nerviosa porque el Chano andaba desatado el cabrón. Mete y mete mano.
     Portero: A quién.
     Joel: ¿A quién qué?
     Portero: (por el partido): Hijos de su puta madre. Ahí se vienen… ¡Bájate, buey, que estoy solo!
      
     El peligro vuelve a desaparecer.
      
     Portero: ¿Dices que el Chano le estaba metiendo mano a la Güera?
     Joel: No hombre, no seas buey.
     Portero: ¿No dices?
     Joel: No, a la Toña. La Güera quería contigo, ¿no te estoy diciendo? Y se puso bien churrida cuando te largaste… De veras, bien triste que se puso. Y apenas llegamos al Torito: ¡mocos!, que se avienta dos cubas de un jalón. De ahí pal real… Quería ponerse hasta atrás, me dijo; del puro coraje porque tú no la pelas.
     Portero: No mames.
     Joel: Me cai, compadre, eso me dijo. (Besa la cruz). Me cai… Y yo entonces me puse a chupar al parejo. Para entenderla y aconsejarla mejor. Porque si hay alguien que te conoce, compadre, alguien que te conoce hasta en pelotas, ése es tu jais… Trago y trago, y ella cuente y cuente.
     Portero: Cuente y cuente qué.
     Joel: Hablando de ti, ¿no te digo?
      
     Silencio. Portero accionando y farfullando en relación al partido.
      
     Joel: En el Torito nos estuvimos hasta la una. De ahí nos fuimos al Capulín.
     Portero: ¿Tú y la Güera?
     Joel: Los cuatro. También el Chano y la Toña… Estuvimos bailando… pura salsa. Bien animado que se ha puesto ese changarro, ¿vas a creer?
     Portero: (preocupado por el partido): Pérame… Ahí están otra vez estos cabrones… Puta madre.
      
     Portero acciona moviéndose en la portería, encorvándose a ratos, como dispuesto lanzarse para una atajada. Transcurre el peligro.
      
     Joel: Me lleva la chingada, qué malos son. Aquéllos y ustedes, no hay a cuál irle… Estabas mejor con los de la Llantera. Esos sí la movían… ¡Mira nomás! ¡Qué pendejos! ¡Pendejo!… Tienen la puerta abierta, y el pasecito.
      
     Largo silencio. Joel bebe de su cerveza. Portero se tranquiliza. Su equipo domina, al parecer.
      
     Portero: ¿Y luego qué pasó?
     Joel: (tarda en responder): Seguimos en el Capulín. Con la bailada.
     Portero: Tú y la Güera.
     Joel: El Chano con la Toña y yo con la Güera. Pues no había de otra. Tú ya te habías largado, y se había largado también la Julia, que es la que a mí me gusta… Por las nalgas, compadre. ¡Puta madre, qué nalgas tiene esa vieja!, ¿la viste? Nomás me la imagino moviéndose y se me pone como de fiestas patrias, carajo. Está buenísima… Y me la tengo que coger. Yo no se cómo ni a qué horas, pero me voy a coger a la Julia. Cogidón. Me cai que sí… Por mi puta madre que me la voy a coger. (Pausa. Le alarga la cerveza). ¿Un trago?
     Portero: Deniega.
     Joel: Está dura la cruz. (Pausa. Bebe. Transición). Pos como te iba diciendo: se fue la Julia, te fuiste tú y yo me tuve que quedar con la Güera… Ahí estuvimos, como te digo, echando salsa en el Capulín, hasta que cerraron… Chano y Toña ya andaban muy entrados. Desde el principio, tú los vistes, pero más…
     Portero: ¿Cuándo?
     Joel: Ayer, hombre, cómo cuándo… ¿No estaban faje y faje en la fonda de don Ramón? No me digas que no te acuerdas.
     Portero: Faje y faje quién.
     Joel: El Chano y la Toña.
     Portero: A qué horas.
     Joel: Con don Ramón. En la fonda. En nuestras meras narices… Él le sobaba las nalgas y le metía la mano hasta la mera parroquia, hijo de su puta madre… Y ella: Ay no no, Chano, que nos van a ver. Pero más se jalaba la falda y abría las piernotas, putísima. (Pausa). Total que se fueron a ponerle, apenas salimos del Capulín. Agarraron un taxi, un vochito. Ni adiós dijeron.
     Portero: Y tú te fuiste con la Güera.
     Joel: No. La llevé a su casa. Porque se volvió a poner sentimental: que tú no la pelabas, que siempre salías corriendo, que quién sabe qué.
     Portero: Pinche hablador.
     Joel: Que un día que tú le agarraste una mano y que ella te iba a contestar con un beso.
      
     Joel se interrumpe de pronto, alertado por la amenaza contra la portería de Portero.
      
     Joel: Aguas, compadre… Vienen hechos la mocha.
     Portero: (a los de su equipo): Ábranse cabrones… Déjenme un ángulo. ¡Déjenme ver, con una chingada!
     Joel: ¡Buen despeje!
     Portero: Qué churro.
     Joel: Ese chaparrito es el mejor… Es el único que le sabe.
     Portero: Qué churro.
      
     Silencio. Se aleja el peligro.
      
     Joel: Total. Bueno, pues que me fui a dejar a la Güera a su casa. Ya eran como las tres, como las tres y media. Nos fuimos caminando. Camine y camine, derechito, por toda la calzada…. Yo consolándola, ahí como me ves. Diciéndole que tú eras a toda madre, que estabas bien burro por ella, embarcadísimo, lo juro, le dije. A mí me consta, le dije. Porque yo me he puesto pedo con él, y cuando mi compadre está pedo… que nunca estás, cabrón, ésa sí que fue una hablada. Cuando él está pedo, no habla más que de ti, Güera. Y que si la Güera esto, y que si la Güera esto otro. Y que si eres la mujer de su vida, y que esto y que lo otro. Y todas esas cosas. Así le dije. Echándote por delante, compadre, como debe ser… Y ella: No seas largo, Joel, si él no me pela. Y chille y chille la desgraciada, ¿vas a creer?… No quería creerme la muy cabrona. Ya sabes cómo son las viejas.
     Portero: ¿Y qué paso?
     Joel: Nomás la llevé a su casa.
     Portero: Ahí la dejaste.
     Joel: Bueno, no… Es que… Bueno, es que… Andábamos, ya te digo, en el puro pedo. Habíamos estado chupando desde el mediodía, tú nos viste… Y tú sabes luego cómo son estas cosas. Íbamos caminando. La Güera arrejuntada aquí porque estaba haciendo frío y nomás traía la blusita ésa con sus manguitas hasta acá. Y estaba chispeando… Es lejos la casa de la Güera. Desde el Capulín son, uta… no sé, como cuarenta… un chingo de cuadras. Y estábamos cansados de tanto chupar. Yo llevándola del brazo, así, muy de cuate, pa que no se metiera en los charcos. Y ella hablando de ti. De que le caes a toda madre. De que le gustas de a chorros. De que nomás porque es mujer no sabe cómo jalonearte para que de una vez ya… Bueno, pues tú ya sabes. Enamorada que está la pinche Güera de ti, compadre.
     Portero: No mames.
     Joel: Pero andábamos pedos, como te digo. Y está re lejos la casa de la Güera desde el Capulín… Yo también traía mi pedo, claro, no digo que no. Y mi decepción, ora sí que con la Julia. Lo que gustes y mandes… Total… que pasamos por el Rialto y que me detengo un ratito para miar, a la vueltecita.
     Portero: ¿En el Rialto?
     Joel: En la otra cuadra, donde está oscuro. Me puse a miar no sé cuántas cubas que nos chupamos. ¡Hijo, qué alivio! Me eché mi miada a toda madre… Ya luego regresé por la Güera. Ahí estaba, frente a la puerta del Rialto. Ahí la alcancé… Y que le digo: Hijo, Güera, ¿no estás cansada? Pues sí, estoy muy cansada, Joel… ¿Y si nos metemos al hotel nomás para una descansadita? Cinco minutos, nomás. En lo que tú descansas y yo descanso… Ya estábamos ahí. Ya pa qué le doy más vueltas. Total: nos metimos al Rialto.
     Portero: Te la cogiste.
     Joel: Estábamos muy pedos, compadre. Ella y yo. Los dos.
     Portero: Te cogiste a la Güera, cabrón.
      
     Joel reacciona de pronto ante un posible ataque. Advierte a Portero, que parece distraído.
      
     Joel: ¡Aguas!
     Portero: Te la cogiste.
     Joel: Aguas, buey.
      
     Desde la cancha, como en un tiro de media distancia, el balón cruza el campo como una ráfaga y se clava dentro de la portería. Portero se estira para atajar el balón, pero es inútil. El balón entra y choca contra la red. Se escuchan gritos de Gol, gol, y otros, ininteligibles.
      
     Portero está tirado al pie de la portería, vencido. No se levanta. No quisiera levantarse jamás.
      
     Oscuro final. –

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