El principiante

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(fragmento)

Este es un buen sitio para empezar.

Desde algo.

Algo que comienza en un suceso que se antepone al principio.

La duda instruye a la luz en la ciega seguridad de lo profundo.

A la entrada está el comienzo y su no negación.

Un breve latido de tiempo, un poco de felicidad muy distinta a como es la miseria.

Brilla el sol.

El sol se percibe como un oso, luego como una lancha, después como una orden: mirar.

El sol es un lirio, luego un remolino que hace girar a la muchedumbre.

Las sombras se ensanchan, son aceptadas todas las líneas bañadas por el sol de los extraños que se acercan, son vistas en el día y no son las mismas por la noche: huéspedes e invitados por igual.

Dos cosas entonces, ambas sucediendo a la llegada del principiante: la aceptación y la reconstrucción de un mundo que implica esa aceptación.

En las primeras veinticuatro horas, casi ciego y con las manos hinchadas, el gesto ceñudo, el principiante enfrenta la mala cara.

El principiante es una figura de contradicción, condiciona lo que ha empezado.

Alguien puede decir las nubes de pronto, correctamente, hay un cambio en el azul bajo, el espacio ha sido disminuido, sus límites son ciertamente casi negros.

Sí, está bien el negro, es para la certeza, amarillo para el ganado, el rosa es fortuito excepto en las flores especialmente en la rosa, el rosa es para la rosa, el gris para los relojes y para el tiempo que resguardan, naranja para los labios o las tazas, también para las esponjas, el ocre para el sueño y las sombras del mediodía, plata para pez y memoria, para las fisuras y los sentimientos que las acompañan, oro para la tristeza y la iconografía y la distancia geográfica, rojo para el bosque y para el alfabeto, azul es para la inteligencia, morado para los viejos vecinos que huelen a lana, verde es para el sudor y del blanco brota aquello que podemos decir.

La cara está hecha de papel y pasta, es lo que se conoce como barro, el cráneo está hecho de barro sostenido con ramificaciones de sentimientos en las cuales fluye el sentimiento.

Está involucrado cierto riesgo, pero nadie desprecia al principiante.

Cómo podrían antes de que él o ella hayan comenzado (para ser envidiado o despreciado (nadie puede experimentar la felicidad sin atrapar un destello de vida (1 de febrero) ya que eso es la felicidad: el conocimiento de la sensación de haber visto algo de la vida), pobre o rico (el dinero es tanto el significado como el significante, y la pobreza es como la brecha notoria entre ambos (5 de febrero)), sano o enfermo (inevitablemente en el paso del tiempo se llega a ser ambos, pero para cierto bienestar es la norma y la enfermedad, es la condición señalada (para estas personas la enfermedad es una lesión) mientras que para otros es de la otra manera (la enfermedad que acontece al enfermo es un insulto)), etc.).

Y luego, es demasiado tarde para tener lástima.

En el siglo 19, decía Gertrude Stein, la gente veía fragmentos y trataba de ensamblarlos en un todo, mientras que en el siglo 20, la gente avizora el todo y luego los fragmentos para apropiarse de ellos, ¿será que el siglo 21 llevará a la diseminación del todo en partes y entonces se terminará lo que empezó el siglo 19 (7 de febrero)?

Aun cuando no pase nada, siempre estará la espera sumergida en la tarea de comenzar y será en los pensamientos donde podrá empezarse de nuevo.

El principiante tiene un comienzo, y si el optimismo está en el aire (o el pesimismo, ese estado mordaz del pensamiento que habla de la imposibilidad de que las cosas mejoren), el principiante lo proclama como un buen sitio para empezar.

Eso es empezar.

Algo y otras cosas más en una secuencia simultánea.

Hormigas en un blanco umbral enterrado.

Un presagio en la luz.

Un niño serenamente tranquilo.

El lado de un árbol cortado en trozos al grito de un hombre bajo un paraguas.

Una palomilla notoriamente furtiva aleteando en un rayo de luz.

Una mujer ante una puerta caída.

El principiante se desvía.

Sígueme. ~

 

Traducción de María Baranda

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(San Francisco, 1941) es poeta, ensayista, traductora y editora. Su libro My life fue publicado en México en traducción de Tatiana Lipkes por Mangos de Hacha 2012


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