(Fidel y Raúl)
Me parece ingenua y ridícula la discusión sobre si después de la renuncia meramente formal y de la muerte del Comandante supremo habrá en Cuba un castrismo sin Castro. Es desde luego posible que tras el fallecimiento de Fidel se vaya desvaneciendo el fidelismo, pero todo el aparato del Estado castrista se quedará allí, todo está “atado y bien atado” (como para España deseaba el Generalísimo aquel, ¿se acuerda usted?). Y no se necesita incurrir en “sospechosismo” para deducir que la dictadura castrista se continuará en el personaje mucho menos mítico pero igualmente “marsijta-leninijta” de Raúl Castro, quien compartió con el hermano mayor nada menos que cinco décadas y formó con él un eficaz dúo como el excelentemente figurado en la novela dura y el cine policíaco norteamericanos: el dúo del policía-duro-y-el policía-blando que actuaban una comedia “dialéctica” para mejor enredar y manipular psicológicamente al detenido. Como el violín y el arco Fidel y Raúl, el hermano duro y el hermanito blando, actúan perfectamente esa siniestra farsa, y así se habla de que Raúl es el Castro menos duro, el más comprensivo, el más tolerante y abierto a posibles, hipotéticos, tímidos nuevos aires sociales y políticos que soplen (si soplan) en Cuba. En la “isla-caimancito” (que decía cariñosamente Cortázar) habrá acaso la mínima variante del raulismo, pero el castrismo quedará. Nada perdemos por esperar: el Comandantazo no se irá del mundo sin dejar todo atado y bien atado.
Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.