En el primer capítulo del libro Dinero para la cultura (Debate), "Cultura, libertad y animación", plantea Gabriel Zaid su tema y el problema sobre el que va a reflexionar: "Hay cinco fuentes de financiamiento para la cultura: el sacrifico personal, la familia, los mecenas, el Estado y el mercado. Todas pueden liberar o esclavizar de distintas maneras". Este libro no dice que el mercado sea una panacea para la cultura, ni que, por supuesto, el Estado lo sea. Hay zonas en las que el Estado debe intervenir positivamente. Por ejemplo, a través de becas (idea que Zaid propuso en 1975, germen del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes), de bibliotecas, de exenciones fiscales, de educación de calidad. Fuera de estos ámbitos, la cultura florece en libertad. El contacto ideal entre la burocracia y la cultura es "cero, cada milímetro de contacto adicional entre el mundo burocrático y el artesanal debe justificarse rigurosamente", dice Zaid. En 2001, se realizó una amplia consulta entre artistas y artesanos del País que preguntó, entre otras cosas, qué necesitaba la cultura de parte del Estado: el 48 por ciento respondió que difusión. Más que tirajes absurdos, de ediciones o coediciones inútiles, de basura académica, el Estado podría apoyar a los escritores promoviendo sus libros a través de sus espacios en los medios de comunicación. En vez de ayudar a que jóvenes creadores monten una obra o una exposición, el Estado debería, a través de sus canales, promover esa obra y esa exposición entre un público amplio. Debe quedar claro el punto de vista de Zaid a este respecto: "la burocracia estrangula el arte". Entre más la cultura "opere suelta, a su manera, en unidades de producción pequeñas, a cargo de los propios creadores", mejor. ¿Y por qué debe apoyar el Estado las manifestaciones culturales? "Porque elevar el nivel de la conversación pública es de interés social".
Elevar el nivel de la conversación pública es sobre todo una obligación social, más aún, individual. En lo social, los medios de comunicación escritos deberían ser los animadores, los promotores de la cultura, y están muy lejos de serlo. Hay muy pocas revistas culturales, escasean los suplementos, y las secciones culturales de los diarios son muy pobres. En general, no les importa o les importa muy poco la cultura: "Los editores avalan la incultura como si fuera cultura, y la difunden, multiplicando el daño". Para Zaid, el periodismo cultural "ignora lo esencial, prefiere las tonterías y convierte en noticia lo que poco o nada tiene que ver con la cultura". Las secciones culturales persiguen el chisme, lo banal, el espectáculo. Les interesa el pleito en la familia Cuevas, no la aparición de un buen libro de poemas; les preocupa exhibir el desfalco en tal orquesta y no el prodigioso solo de clarinete un domingo cualquiera en la Sala Nezahualcóyotl. "La prensa se interesa en los actos sociales o chismosos de la vida literaria, como si fueran la vida literaria". Y no, la vida literaria ocurre en otra parte. Ocurre en los libros. Ocurre en la conversación del lector y su libro. "La noticia está en el poema, en lo que sucede en el poema" (Ezra Pound).
La verdadera animación literaria se da en los libros y es obra de autores y editores. Por desgracia, hoy los editores "no están dispuestos a dar la pelea por la cultura y el lector". Si por el lado del Estado se publica mucha basura académica y oficial, en el ámbito privado se publica mucha basura comercial. "Todos queremos publicar, nadie leer, menos aún cuidar el interés del lector". Como muchas cosas, el papel del editor se ha degradado. Esa visión fatalista, sin embargo, no va con Zaid. "Nunca es tarde para volver a respetar a los lectores y subir el nivel de la vida pública". Bastaría con que cada editor se plantara frente a su lector con esta consigna: "No publicamos basura".
En el segundo capítulo de este libro, "Libros y cultura libre", Zaid aborda la distinción entre el mundo universitario, vertical, cerrado y dogmático, y la cultura libre, que Zaid ve horizontal, abierta y con vocación de libertad. Sobre todo en el ámbito que más importa, el de la lectura y los libros. Los libros crean "un lugar invisible de reunión, el ágora de una comunidad de autores y lectores". No sólo los libros, también las revistas, "fundamentales en la historia de la cultura moderna". Libros y revistas que tienen su eje en la figura del editor. "Editar -dice Zaid- es poner un libro en medio de una conversación". Desde diversas tribunas. El editor como empresario cultural (Daniel Cosío Villegas, del que Gabriel Zaid hizo una antología de su labor como editor), como partero de libros que "pedían nacer" (Joaquín Díez Canedo, del que Zaid aprendió la composición artesanal de un libro), del editor como gran animador cultural (Octavio Paz, que para Zaid es un milagro de la cultura mexicana), o del editor como curador de nuestras letras (como José Luis Martínez, que reunió y leyó zonas muy poco conocidas de nuestra literatura). Editores que subieron el nivel de la vida en nuestro país. Milagros editoriales. "Nadie sabe cómo empiezan y terminan los milagros: nada los garantiza". Propongo entonces: los milagros comienzan con la voluntad. Como en el caso de Zaid. "Durante años -nos cuenta- me propuse leer toda la poesía mexicana que no conocía". Y así recorrió una enorme cantidad de librerías y bibliotecas. Quería leerlo todo. ¿Y nosotros, los lectores, qué ganamos con ese afán, con ese acto voluntario de leerlo todo? El nacimiento del Ómnibus de poesía mexicana. Una pasión personal que derivó en un acto creativo y práctico.
Frente al libro, "revelación que cambia la conciencia del mundo y de sí misma", se yergue en nuestros días la televisión. Zaid cita a Sartori: "la televisión no sólo distorsiona la realidad, sino que atrofia a las personas". Los libros forman, la televisión atrofia. A unos meses de la promulgación de las disposiciones regulatorias de la ley de telecomunicaciones, Zaid advierte la necesidad de crear una televisión de Estado, como la BBC o la PBS, para no repetir errores. "La televisión mexicana empeoró cuando entró la segunda cadena y empezó la competencia. Va a empeorar más, si entra una tercera. Esta degradación no conviene al país". Hacia degradación nos dirigimos.
En el cuarto y último capítulo, "Fisco y cultura libre", Zaid reúne los artículos y manifiestos que ha escrito a favor de la exención autoral. "Ojalá -nos dice- las nuevas generaciones de escritores y artistas renueven la defensa". Zaid, en su articulación del problema, invierte los términos en los que usualmente se plantea este debate. No es el Estado el que, al exentarlos, subsidia a los autores, "son los autores en su conjunto los que de hecho subsidian a la sociedad. En la mayor parte de los casos, la creación es un mal negocio para los autores".
En los 69 artículos, ensayos y manifiestos que componen este libro, escritos entre 1971 y 2013, Gabriel Zaid traza un retrato duro de nuestra inocultable decadencia cultural (expresada en la caída de los niveles de lectura), propone soluciones, da ideas, con un solo fin: elevar el nivel de nuestra conversación pública, animar esa conversación, porque Gabriel Zaid está convencido de que la labor de un solo hombre (cfr. El hombre que plantaba árboles, Jean Giono) puede cambiar el entorno y hacer que de la tierra baldía vuelvan a brotar los frutos que son los lectores, que son los libros.
(Reforma, 7 julio 2013)