Encendiendo mechas

Escuelas y universidades sustituyeron hace tiempo a las fábricas y al campo como ámbitos propicios a la acción revolucionaria. A la hora de las rebeliones, encender mechas es una responsabilidad grave.
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Es explicable que haya en el escenario actual actitudes interesadas en “exacerbar las contradicciones” como aconseja alguna estrategia política. Es cuestionable que el instrumento para lograr tal exacerbación sea el sistema educativo. Y es comprensible, pues las escuelas y universidades sustituyeron hace tiempo a las fábricas y al campo como los ámbitos propicios a la acción revolucionaria.

Hay en México, me parece, un activismo estudiantil interesado en tal exacerbación que lo mismo se aprecia en las escuelas normales rurales que, más recientemente,  en el Instituto Politécnico Nacional o en la Universidad Autónoma Chapingo, en las que se han activado grupos estudiantiles que han decretado su imperativa democratización.

El filósofo Dr. Enrique Dussel, rector que fue de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) —una universidad que otorga el ingreso por medio de una tómbola—, lo dijo hace poco aquí con encomiable sinceridad:

Estamos en un momento de incertidumbre, pero lo que sí, pocas veces, si no la primer vez en decenios, el estado psicológico de mucha gente, de rebelión, está en aumento. Si hay algo que va a estar inquieto en el futuro es la juventud, pero la juventud universitaria va a ser el núcleo más consciente y va a ser la que enciende la mecha a los otros grupos. Las universidades van a tener cada vez más claridad.

La responsabilidad que asume la juventud universitaria como “núcleo más consciente” a la hora de las rebeliones y de encender mechas es una responsabilidad grave. Los que tienen “conciencia” tienen, primero, que prevalecer sobre quienes no la tienen, o sobre quienes teniéndola, la tienen equivocada y prefieren un estado psicológico distinto a la rebelión y a encender mechas (por ejemplo, aquellos que optan por estudiar más y mejor para terminar pronto y buscar la forma de reciprocar a la sociedad que financió su formación).

Quienes ya se consideran parte del “núcleo más consciente” y ya poseen un adecuado “estado psicológico” de rebelión, deben enfrentar luego a sus profesores. Y los profesores a veces no se percatan de su propia responsabilidad, como explica el Dr. Dussel:

Ahora habría que apuntar a colegios de profesores que por ahora muestran mucha tibieza, mucho conservadurismo, y no habiéndose hecho cargo teóricamente de la situación en que se encuentra el país, los profesores más bien son aliados a este proceso de corrupción e ingobernabilidad porque siguen enseñando lo de siempre y no se dan cuenta de que estamos en un país distinto.

¡Qué difícil: lograr ser núcleo consciente y luego esmerarse para conseguir el estado psicológico de rebelión y todo para toparse con que los profesores son conservadores y corruptos!

El traslado de la lucha de clases a los ámbitos académicos es siempre apasionante. En el discurso de hace veinte años, los ideólogos veían en los alumnos y los trabajadores al proletariado, en la burocracia a los traidores de clase, en los profesores a la burguesía y en las autoridades a los opresores que administraban el repugnante “capital del saber”.

Las cosas han cambiado: los partidos políticos lograron crear sindicatos de trabajadores conscientes que, conseguidas sus reivindicaciones laborales, dejaron de encender mechas (sindicatos activos mientras el partido revolucionario que los engendró se ha convertido en sinónimo de corrupción). Tanto han cambiado que aun se creó una universidad, la UACM, que, por decreto, es toda ella “núcleo más consciente”, empezando por sus autoridades, que deben ser adversas al capital del saber y a las titulaciones pequeño-burguesas, etcétera, so pena de que se les encienda la mecha.

Así pues, con los trabajadores pacificados y los profesores corrompidos, las reservas de núcleos conscientes y el inventario disponible de personas con estado psicológico de rebelión, parecen haber quedado reducidas a los estudiantes. (Lo bueno es que ya el Dr. Dussel explicó cómo es que deben organizarse para que su estado psicológico de rebelión fructifique, tal como lo comenté hace dos años aquí).

La misión de los movimientos estudiantiles como núcleo consciente poseedor de un estado psicológico rebelde consiste en democratizar sus universidades, escuelas e institutos; en convertir en realidad la consigna ya casi centenaria del “Manifiesto de Córdoba”. Una consigna consciente: en tanto que “la soberanía en una universidad radica principalmente en los estudiantes”, es imperativo “erradicar de la organización de la universidad el concepto bárbaro y arcaico de autoridad”.

Esa, claro está, es la misión al interior de sus universidades, normales o politécnicos. Encenderle la mecha a otros grupos conscientes y con el adecuado estado psicológico de rebelión, esa, que es la otra misión, la más importante, funciona mejor extramuros.

 
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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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