(Hwang Sok-yong)

Escritores de ambos mundos

¿Qué fue de la literatura en Corea del Norte? 
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En el verano del 2007, mientras viajaba a Sokcho  –una playa que está en la parte nororeste de Corea del Sur –, pude acercarme con los amigos con los que iba, a la frontera entre las dos Coreas. Recuerdo un río calmo atestado de grullas; recuerdo unos cuantos pescadores silenciosos; recuerdo ver pasar de manera constante por la carretera convoyes de militares fuertemente armados: la mayoría de los soldados eran muy jóvenes. Desde un mirador podía verse hacia el otro lado, esa zona que es tierra de nadie –los cuatro kilómetros que hay entre ambos territorios y que son un espacio fantasmal.

La frontera, una de las más vigiladas del mundo, es una imposición que surgió en 1948 ordenada por Estados Unidos y la ex Unión Soviética y que es conocida como el paralelo 38. Desde entonces la península quedó escindida y muchas familias, al igual que las alemanas que padecieron el Muro de Berlín, tuvieron que separarse. Pareciera que una gran herida hubiese cortado de tajo el territorio y con ello las diferencias, incluida la del lenguaje, se hubiesen vuelto abismales. En poquísimo tiempo la lengua se ha vuelto otra forma de separación. Cada región tiene complejos dialectos. Los sijos –esa forma anterior al haikú–, el pansori o una novela como El sueño de las nubes, de Kim Manjung, escrita en el siglo XVII, no tienen cabida en la actualidad. Norte y Sur se dan la espalda.

Una de las novelas que mejor retrata el mundo fracturado y la invasión de Occidente a Corea es la espléndida El huésped, de Hwang Sok-yong. El autor escribe sobre la terrible masacre ocurrida en Sinchon en 1950 y la polarización de ideologías incluso en una misma familia. Aquí no es el lugar adecuado para hablar sobre la novela sino sobre el autor, un activista que peleó en Vietnam y que cruzó la frontera de Corea del Sur para llegar a Pionyang, al otro lado de la península. Debido a ello fue acusado de traición y estuvo preso. Hwang era una molestia para ambos países, pero es un autor que ha intentado moverse entre las dos Coreas. Caso contrario al de Kang Chol-hwan, quien desertó de Corea del Norte a través de la frontera con China, para, después de un largo periplo, llegar a Seúl.

(Kang Chol-hwan)

La vida de Kang parece escrita por un novelista sin demasiada imaginación: en su niñez estuvo preso en un campo de concentración ya que su abuelo fue acusado de traición por haber vivido en Japón. El abuelo y la familia, todos fervientes seguidores del Partido, decidieron regresar a Pionyang y donar todos sus bienes, pero parece que eso no fue suficiente para el líder y terminaron en distintos campos de concentración. Kang y su familia fueron puestos en libertad años después. Otro víctima de esta fractura fue Yi Munyol, autor de la novela Nuestro frustrado héroe. Yi nació en plena guerra entre las dos Coreas. Al poco tiempo de que naciera Yi, su padre decide desertar al norte y la familia de Yi es señalada como traidores a la patria y termina en la pobreza más absoluta, ya que a los descendientes de un desertor no les tenían compasión.

(Yi Munyol)

Recuerdo que hablé con mis amigos escritores coreanos en la playa de Sokcho sobre sus pares del otro lado de la frontera, sobre los que habían podido desertar o los que se habían quedado como una forma de resistencia. Una buena parte del grupo que me acompañaba, si no es que todos, era de izquierda y recuerdo que escuché amargas quejas sobre Corea del Norte pero también sobre el capitalismo salvaje de Corea del Sur. Me sentí, de pronto, en ese territorio de cuatro kilómetros que no le pertenece a nadie. O quizá sí, ahí es donde están inmersos los escritores de Corea.

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