I
Desde el 2008 el Palacio de Versalles invita cada verano a un artista contemporรกneo a “dialogar con los grandes artistas de la รฉpoca barroca”; Jeff Koons fue el primero en instalar sus perritos de globo en los pasillos del monumento nacional que se describe a sรญ mismo (¡en el 2015!) como “sรญmbolo de la monarquรญa triunfante”. Sin entrar en un berenjenal monรกrquico, baste decir que Versalles es neurรกlgico para los legitimistas franceses, un monumento cargado de simbolismo (rancio para algunos). Al invitar al arte contemporรกneo a pasar una temporada Versalles quiere recordarnos que tambiรฉn es “un lugar vivo, permanentemente abierto a la creaciรณn”.
Este verano el artista invitado ha sido Anish Kapoor y una de sus instalaciones sรญ que ha dado lugar a un diรกlogo lamentable con la รฉpoca barroca. La escultura Dirty Corner (apodada “la vagina de la reina” por su creador) ha sido vรญctima de vandalismo en tres ocasiones desde su instalaciรณn en junio pasado. El primer ataque fue limpiado inmediatamente y todo volviรณ a la normalidad hasta la primera semana de septiembre en la que Dirty Corner amaneciรณ cubierta de inscripciones en dos ocasiones.
Dirty Corner es una escultura de acero en forma de embudo, mide diez metros de alto y sesenta de largo, estรก instalada en los jardines principales frente al palacio y rodeada de rocas gigantes que han servido tambiรฉn de lienzo para los vรกndalos. La mayorรญa de las inscripciones y el tono general son antisemita (y personal: Kapoor es judรญo) salpicado de referencias bรญblicas sacadas de contexto: versรญculos malentendidos como anti-semitas, menciones a Baal (¿?), etcรฉtera; hay tambiรฉn inscripciones legitimistas (“la reina sacrificada, dos veces ultrajada”),¿anti-comunistas? (“AMOR sagrado de la patria. La Santa Rusia ha entendido, la China Eterna renace. ¿¿¿Y Francia???”) y otras francamente oscuras (“¡El hermano San German habรญa alertado a la reina!”, “Esta es una mutilaciรณn sexual… abran los ojos”, “Caรฑรณn fรกlico que tira sangre en la ‘esquina sucia’, ¡pobre tarado!”).
La รบltima inscripciรณn, perpetrada cuando la escultura debรญa estar ya bajo estricta vigilancia, pareciera no compartir autorรญa con las anteriores; en inglรฉs, casi ilegible, mal escrita, pero igual de enigmรกtica: Respect Art As U Trust God.
Aunque a ojos extranjeros las primeras inscripciones puedan parecer un batiburrillo ideolรณgico, en Francia no hay duda acerca del origen de extrema derecha de los vรกndalos. Ademรกs del contexto (Versalles), existen antecedentes: en 1985 las columnas del artista Daniel Buren instaladas en el Palais Royal habรญan sido ya vรญctimas de actos vandรกlicos con un discurso anti-semita y ultranacionalista.
Y sin ir mรกs lejos, en octubre del aรฑo pasado una escultura inflable de 24 metros del californiano Paul McCarthy instalada en Place Vendรดme fue tambiรฉn vรญctima del vandalismo primario (creo que hay de otros tipos) de la extrema derecha. Primero, una cuenta de Twitter del movimiento Primavera Francesa (mezcla, como su nombre no lo dice, de militantes del movimiento “identitario” y catรณlicos) identificaba la escultura como un plug anal y se escandalizaba: “Place Vendรดme desfigurada, Parรญs humillado”. El artista habรญa descrito la obra como un รกrbol de navidad y nadie, a excepciรณn de los militantes catรณlicos, habรญa remarcado pรบblicamente las connotaciones sexuales de la escultura.
Horas despuรฉs un hombre atacรณ a golpes a McCarthy gritando que como este no era francรฉs, su obra no tenรญa cabida en esa plaza. La obra fue desinflada dos veces y, despuรฉs de la segunda, Paul McCarthy decidiรณ removerla: “No quiero estar mezclado en estas controversias, ni ser agredido fรญsicamente o cualquier otro riesgo que esta obra conlleve”.
En contraste con McCarthy, Anish Kapoor ha decidido “en el nombre de nuestros principios universales, que estas palabras abominables se vuelvan parte de mi trabajo, que lo cubran y estigmaticen”. Dejando la obra sin limpiar y aceptando el ultraje como parte de la misma ¿da Kapoor un paso en la direcciรณn “correcta”? O, puesto que nada en la obra original lidiaba con la intolerancia (hacia el arte u otras culturas), al transformarla en lienzo de un grupรบsculo de desquiciados no hace mรกs que nulificarla. El debate al respecto continรบa y mientras tanto, en una absurda vuelta de tuerca, un consejero (reaccionario) del municipio de Versalles ha demandado a Anish Kapoor por no limpiar la obra, acusรกndolo de incitar al odio racial.
De alguna forma u otra, dirรกn los escรฉpticos, a partir de los actos vandรกlicos Anish Kapoor y su obra aparecen de forma cotidiana en los periรณdicos franceses e ingleses.
Respecto al caso Paul McCarthy la sociรณloga Nathalie Heinich escribรญa: “aquรญ el artista hace (un emblema homosexual) lo contrario de lo que dice (un emblema familiar). Esto ilustra la paradoja permisiva propia del arte contemporรกneo: al animar las propuestas transgresoras, las instituciones empujan a los artistas a lanzarse de cabeza en la provocaciรณn (pornogrรกfica o escatolรณgica) cada vez mรกs monumental. El comitรฉ que comisionรณ la obra conocรญa a McCarthy y sabรญa que provocarรญa un escรกndalo: escรกndalo que se integra a la obra junto con las actos vandรกlicos y las reacciones indignadas de los polรญticos, aumentando la notoriedad del artista y su cotizaciรณn en el mercado.”
II
Francia tiene una larga historia de vandalismo, a veces con pretensiones ideolรณgicas aunque casi nunca interesantes: estรก Rindy Samque besรณ con lipstick rojo “por amor” un monocromo blanco de Cy Twombly; o Pierre Pinoncelli que “ha hecho carrera” antagonizando la Fuente de Duchamp (a martillazos, orinando en ella, etcรฉtera.) Como escribรญ hace varios aรฑos, este tipo de vandalismo no escandaliza: el vandalismo (que no el anti-semitismo o el odio) estรก ligado a la naturaleza provocadora del arte. Es mรกs preocupante el rasgado de vestiduras de directores de museos, galerรญas y artistas: la defensa anacrรณnica de la obra de arte como sagrada e intocable.
Sacar el arte de los espacios privados (museos sagrados) y dejarlo al alcance de la mano del pรบblico (aun con los riesgos que esto implica) hubiera parecido un paso adelante y sin embargo esto despierta a otra categorรญa de vรกndalos: los que ven estas plazas pรบblicas como lugares simbรณlicos de la identidad francesa y al arte contemporรกneo como la pรฉrdida de todos los valores: saquen el arte contemporรกneo de los espacios pรบblicos (sagrados) y devuรฉlvanlo a los museos.
Finalmente para unos y para otros es la nociรณn de sacralidad la que prevalece: Respect Art As U Trust God.
Esta anรฉcdota rescatada por Peter Schjeldahl, crรญtico de arte de The New Yorker vuelve a tener relevancia: En 1975 Chris Burden realizรณ un performance en el Museo de Arte Contemporรกneo de Chicago que consistรญa en permanecer inmรณvil bajo una lรกmina de vidrio en un cuarto vacรญo a excepciรณn de un reloj de pared. El pรบblico respetรณ el acuerdo implรญcito – “el arte no se toca”. Cuarenta y cinco horas despuรฉs, el guardia del museo le acercรณ un recipiente con agua por debajo del vidrio. Burden se levantรณ y rompiรณ el reloj con un golpe. Schjeldahl escribe que ese guardia merecerรญa un monumento por haber puesto en evidencia al arte como una ley en sรญ mismo, apartado del sentido comรบn, situado como algo sublime en el espacio que hay entre la vida y la muerte.
Con pesar constatamos que pretender que el arte puede alejarse de su esencia misma y renunciar al halo de sacralidad no es muy realista. ¿Quรฉ hubiera sucedido si en lugar de Kapoor invitado por Versalles, un hombre cualquiera (un no-artista) llegara un buen dรญa con un enorme artefacto metรกlico, lo bautizara como “Dirty Corner: la vagina de la reina” y lo plantara en medio de la noche en los jardines de Versalles? El Palacio de Versalles lo hubiera quitado inmediatamente y los vรกndalos de ultra-derecha hubieran criticado la falta de vigilancia del lugar (y sรญ, probablemente si el seรฑor fuese judรญo, hubieran aรฑadido una sarta de insultos racistas). Es decir: ambos hubieran estado de acuerdo en que Versalles no era lugar para que un seรฑor equis instalara su artefacto por mรกs estรฉtico que este sea. Volvemos a Duchamp de preescolar: es el discurso de la instituciรณn lo que sacraliza la obra, por el simple hecho de considerarla como tal. Los vรกndalos ultrajan lo que la instituciรณn ha declarado como sagrado porque para ellos la sacralidad del espacio es superior a la del arte contemporรกneo.
Escoger el vandalismo como mesa de debate para debatir sobre la sacralizaciรณn del arte es un poco tramposo. Los vรกndalos (todos los mencionados anteriormente) no tienen ni intenciones ni ideologรญas honestas y, en muchos de los casos, no estรกn completamente cuerdos. Aunque como hemos visto, algunos mรกs avezados (o cรญnicos) dirรกn que la indignaciรณn de los artistas y su entorno no es siempre tan pura como se pretende.
Por otro lado, el vandalismo es un buen ejemplo de la irracionalidad y el odio contra lo que no se comprende, algo que en una escala mucho menor se ve en un cierto tipo de crรญtica de arte y en la consecuente reacciรณn de una parte del pรบblico ante el arte contemporรกneo.
El arte no tiene el remedio contra el anti-semitismo, la xenofobia, ni el ultranacionalismo, le corresponde al Estado reprimir actos vandรกlicos que conlleven cualquier tipo de odio. Sin embargo, el arte sรญ puede hacer un esfuerzo contra la incomprensiรณn que produce: matizando su (aparentemente inevitable) sacralizaciรณn, siendo mรกs honesto en sus reacciones e intenciones (renunciando por ejemplo a su amasiato con el mercado) y acompaรฑรกndose de mejores esfuerzos discursivos y didรกcticos.
Ejerce la polivalencia diletante, vive entre Mรฉxico y Parรญs y, cuando no le queda otro remedio, trabaja como artista.