El sueƱo toma forma

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¿CĆ³mo se da forma a un material de naturaleza informe? ¿CĆ³mo se organizan para su lectura secuenciada unas ideas que se presentan como una simultaneidad sin jerarquĆ­a? “Yo hablo como Dargomyzhski en El convidado de piedra –reconociĆ³ una vez Richter–. Imito a Dargomyzhski. Es como un recitativo que vive en mi interior… ‘En mi interior’ tambiĆ©n significa el Chopin de los cuarenta ‘espĆ­ritus vĆ­rgenes’, la pintura de todos los estilos, un catalejo, una representaciĆ³n en el Globe Theatre de Shakespeare, un pentagrama ante un cirio ardiendo, la sombra de Bergotte con la Vista de Delft al fondo y visiones, muchas visiones…”

En Por el camino de Richter (Acantilado, 2015), las notas que Yuri BorĆ­sov tomĆ³ a lo largo de trece aƱos en sus encuentros con el pianista soviĆ©tico Sviatoslav Richter (1915-1997), cualquier tema tiene cabida: pintura, cine, teatro, literatura, gastronomĆ­a, arquitectura, religiĆ³n, los sueƱos, Rusia, Estados Unidos… y mĆŗsica. La mĆŗsica como eje articulador. De igual manera que el vocabulario musical se sirve de la sinestesia para calificar a los sonidos de “dulces”, “cĆ”lidos” o “penetrantes”, la infinidad de referencias que Richter maneja tiene el propĆ³sito Ćŗltimo de iluminar su conversaciĆ³n musical: “¿Realmente no ve nada? No es difĆ­cil ver la mĆŗsica. Basta con bizquear un poco los ojos. Yo tengo mi propio cinematĆ³grafo, ¡aunque proyecto las pelĆ­culas a travĆ©s de mis de-dos!” A lo largo del libro es recurrente el procedimiento de “narraciĆ³n musical”, consistente en abordar la comprensiĆ³n de una obra o secciĆ³n desde una imagen: “(Sobre el final de la Sonata en la menor, op. 143, de Schubert) El vuelo de un pĆ”jaro. Lo mĆ”s probable es que se trate de una golondrina. No lejos de la catedral de Saint-Germain, el mismo pobre pide limosna. Siempre le doy algo. Finge no recordarme: baja la mirada. Veo en esto el contraste y la imperfecciĆ³n de la naturaleza: su riqueza y su pobreza.” El origen de esta imagen puede estar en un recuerdo, en cierto pasaje de una novela o en una simple sensaciĆ³n. Sea como sea, es necesario verbalizar de este modo la experiencia musical para hacer mĆ”s comprensible su abstracciĆ³n. Para ello, la cohesiĆ³n y coherencia del lenguaje tienen que ser en ocasiones supeditadas a la intensidad de la expresiĆ³n misma. Por eso la transcripciĆ³n de las palabras de Richter resuena a veces como si de poesĆ­a se tratara.

BorĆ­sov necesita de un recurso similar para la estructuraciĆ³n de sus apuntes, que por lo que atisbamos son un extraordinario stream of consciousness que atraviesa tiempo y arte. Siguiendo esta lĆ³gica, lo que en Richter llamamos esencia fabulĆ­stica, unidades de sentido en forma de historias asociadas a la mĆŗsica, en la estructura del libro equivale a capĆ­tulos temĆ”ticos, que, organizados alrededor de la visita a un grupo de iglesias (Santuarios adormecidos), elementos mitolĆ³gicos (Apolo y la musa Cha-U-Kao) u obras musicales (Siete ceremonias), sirven como excusa para luego introducir en ellos todo tipo de intercambios culturales o biogrĆ”ficos. Lo que en Richter es una herramienta necesaria para poder “hablar” sobre mĆŗsica, en BorĆ­sov es un proceso de ordenaciĆ³n necesario para poder “dejar hablar” a Richter.

El propĆ³sito de Por el camino de Richter es tratar de que la figura del pianista, su magnetismo, nos atrape en un soliloquio del que podamos sentirnos destinatarios. Para ello, BorĆ­sov coloca a Richter como protagonista mĆ”s que absoluto, dejando para las notas a pie de pĆ”gina las referencias a su propia persona y al contexto, o usando apuntes que recuerdan a escuetas acotaciones teatrales de tiempo, lugar y movimiento. Con esto consigue que nuestro conocimiento del intĆ©rprete vaya mĆ”s allĆ” de una compilaciĆ³n de datos y anĆ©cdotas. Es un conocimiento de conversaciĆ³n, que construye un personaje de una agudeza, una sensibilidad y una virtud a medio camino entre lo histĆ³rico y lo legendario: “Hay compositores cuya mĆŗsica simplemente tocas con el Ć”nimo adecuado, ¡y eso es todo! No es necesario inventar nada. Por ejemplo, ¡coja a Chopin! Aunque no… ¡¡¡El Scherzo n.º 4!!! Es sobre un Ć”ngel que aĆŗn no ha aprendido a volar. Se choca contra unas rocas y se rompe un ala.” Pero hay otra cuestiĆ³n, la de la identificaciĆ³n con su personaje. En consonancia con la voz que homenajea, el libro se convierte en un mapa extraƱo de referencias y sĆ­mbolos, que conducen al lector a una inmersiĆ³n en el fenĆ³meno artĆ­stico tan profunda como inseparable del hecho vital: “Me gustarĆ­a tener un emblema propio, que me reconocieran por Ć©l. Pero ¿quĆ© tipo de emblema?: ¡la uniĆ³n de todas las artes inventadas por Dios! Yo soy como un espĆ­ritu que difunde por todo el mundo toda esta uniĆ³n.”

Richter duda del Ć©xito de su cronista: “Usted querĆ­a mi biografĆ­a, tomar notas… Pero se tiene que ser Dostoievski para poder interesar a alguien con ello.” No obstante, en su Ćŗltimo encuentro le hace responsable de una carpeta que contiene el (enorme) repertorio completo de su vida como intĆ©rprete –que en el libro se anexa como apĆ©ndice–. Hay en el gesto una acertada anticipaciĆ³n de la obra de BorĆ­sov como “biografĆ­a musical”. Es la misma comprensiĆ³n que en determinado momento lleva al pianista a asociar episodios de su infancia y juventud a los preludios y fugas del segundo volumen de El clave bien temperado. Porque la palabra, segĆŗn Richter, es un vehĆ­culo para lo comprensiĆ³n de lo musical, como el hecho concreto lo es para sus cuentos: “Scriabin dirĆ­a: ‘Le rĆŖve prend forme’, ‘el sueƱo toma forma’.” ~

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Manuel Pacheco (Villanueva de los infantes, Ciudad Real, 1990) es mĆŗsico y filĆ³logo. Es autor de 'Las mejores condiciones' (Caballo de Troya, 2022).


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