Está negro el volcán, y el trueno engulle
las haciendas de pronto.
Con esta oscuridad
pienso en hombres que viven el instante
de la generación,
agachados, de pie,
sentados, en cuclillas, extendidos, alados,
millones de trillones de billones de hombres
lamentándose
cabe la exangüe mano de la mujer eterna.
Miro sus órganos petrificados en una roca gigantesca,
cayéndose a pedazos ya…
Y esos llantos que son
no sé si quejas de los moribundos
o los gemidos del amor. ~
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Versión de Jaime García Terrés.