La recomendación del mes

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Hay un libro dormido en los estantes mexicanos, rodeado por un silencio que me apena y que no puedo adjudicar sino a la envidia. Rescatémosle de estante y de envidia pues libro es, lector amigo, que no puedes ignorar…
     ¿El título? Recordanzas… ¿Y el autor, dirás? René Avilés Fabila ¿Y la editorial? Aldus, México, 1996 (472 pp).
     Para incitar tu curiosidad, a la manera de quien adelanta una tostadita de rico mole antes de servirlo bañando suculento pollo, selecciono al azar —pues que abundan— algunos de los momentos más altos de este nutrido volumen escrito en el más difícil de los idiomas, el idioma yo, pues, en efecto, de la autobiografía de este nacionalmente homenajeado escritor se trata…
     Tuyo,— Edward Towers

Se escribe para huir de la realidad o para intentar transformarla. Con frecuencia insospechada, los resultados son nulos.

No llegué al comunismo por pobreza, lo hice por convencimiento.

Mi narrativa carece de metáforas porque siempre tuve el placer del lenguaje directo.

El crítico y el lector no existirían sin la obra de arte escrita.

En materia de entrevistas, realicé muchas y en otras tantas he sido interrogado.

Siempre sueño, a veces agradablemente, a veces no tanto, pero en general me encantan los sueños.

El estilo llega a convertirse en una enfermedad positiva… En otros casos, puede conducir al escritor a la angustia, a la sensación de fracaso, a la ansiedad, a la imposibilidad de alcanzar lo previsto y, por consecuencia, a la muerte.

En mi caso, existe también un estilo. Lo hago a base de frases cortas, poco uso las comas y menos el punto y coma. Recurro a los adjetivos y sin temor los utilizo en un afán de precisar todavía más lo que deseo decir. Adoro la economía verbal. Tal vez por ello mis textos han ido comprimiéndose.

Aunque fui pobre, siempre tuve una gran morbilidad social.

Nunca tuve mucha vocación por lo pornográfico. Cuando me percaté de que podía ver un espectáculo porno sin que el pulso titubeara decidí no atormentarme más con esos shows deplorables. Los últimos a los que asistí, corroboraron mi actitud.

Sé que no siempre en las novelas está presente el amor. Más todavía, a veces es un elemento innecesario. Esta aseveración podría ser comprobada con las aventuras de Sherlock Holmes. –

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