Eudora Welty, pueblerina universal

Al hacer fotografías de gente en todo tipo de situaciones críticas aprendió que las emociones se reflejan en el gesto y aprendió a reconocerlas, hecho que sin duda le ayudaría a construir sus historias.
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La observación es una de las cualidades más importantes de cualquier artista. Cierto tipo de escritor, como Eudora Welty, tiene la capacidad de seleccionar la rareza en las personas y situaciones aparentemente más cotidianas para retratarlas por medio de la escritura. No por nada, uno de sus autores favoritos y con los que más se identificaba en el tratamiento de los personajes era Anton Chejov. A Eudora le encantaba cómo transmitía la sensación de que sus personajes hablaban todo el tiempo sin que nadie les prestara atención. Seguramente se refería a la capacidad de Chejov de retratar las situaciones cotidianas y plasmar los ambientes de modo que al leer uno verdaderamente siente la asfixia, el calor, el frío, lo tenso del ambiente.

Antes de que se consagrara a la literatura a mediados de los años treinta, Eudora alternaba sus actividades entre la literatura y la fotografía. Trabajó en Works Progress Administration y viajó por todo el Missisipi tomando fotografías de las víctimas de la Gran Depresión. A mediados de los años treinta estuvo en Nueva York buscando suerte. Intentó que le publicaran sus historias y que le hicieran una exposición de sus fotografías. Le pidió ayuda incluso a Berenice Abbott, fotógrafa consagrada. No obstante, fue hasta 1936 que logró ambos propósitos: la revista Manuscript le publicó su primer cuento “Death of a traveling Salesman” y la galería de fotografía Lugene Opticians le hizo una exhibición individual.

Eventualmente dejó la fotografía por la escritura. Durante 1950 abandonó deliberadamente su cámara en una banca en el metro de París y nunca la reemplazó. Sin embargo, logró hacer un recuento de la vida cotidiana durante la Gran Depresión en Missisipi. La crisis y la terrible situación de los negros le permitieron obtener imágenes desgarradores de un sur segregado y sumido en la miseria. Ella misma reconocería que al hacer fotografías de gente en todo tipo de situaciones críticas aprendió que las emociones se reflejan en el gesto y aprendió a reconocerlas, hecho que sin duda le ayudaría a construir sus historias y a darle profundidad psicológica a sus personajes.

En muchas de sus fotografías, aunque en realidad solo capten un fragmento, es posible observar la historia que se está desarrollando y  que un buen observador podría reconstruir a partir de esa imagen. Al contrario de otros colegas que también trabajaron en Works Progress Administration, como Walker Evans, Eudora evitó el enfoque formal y se centró en la autenticidad de la situación, evadía las poses; no ostentaba la cámara, hasta que llegaba el momento oportuno. Sus personajes fotográficos aunque se encuentren en situaciones desesperadas no siempre están sufriendo, muchas veces están compartiendo una charla relajada y otras incluso se carcajean espontáneamente. Si uno observa sus fotografías y se adentra en su literatura pareciera que intentaba contar la misma historia a través de dos medios diferentes.

El contexto de la novela Delta Wedding es finales del verano de 1923, justo la época más calurosa y bochornosa del sur profundo de Estados Unidos, Con una prosa envolvente, va adentrando al lector en los ambientes y le muestra lo que ocurre a través de sus personajes. A veces seguimos la historia a través de una niña de nueve años, cuya madre murió y está ahí para que decidan si debe permanecer con la familia materna o vivir con la paterna; otras veces nos guían los ojos del miembro más viejo de la familia; el diario de la hermana mayor; o las opiniones de conocidos que llegan con sus propias virtudes y defectos a una familia compleja y escurridiza. Sin duda gracias a su experiencia como fotógrafa, Welty logra que la vida familiar, con una docena de personas distintas hablando todo el tiempo y con pensamientos encontrados acerca de los demás miembros de la familia, transcurra de una forma tan natural. Todos los detalles están a la vista; y sin embargo, ninguno de ellos cobra la menor importancia, en apariencia. Pareciera que tanto la familia como sus fantasmas deambulan por la casa, como en una película donde podemos observar lo que ocurre en distintos planos al mismo tiempo.         

A Welty le inquietaba que la catalogaran, junto con William Faulkner, Carson McCullers o Katherine Ann Porter, como a una escritoras del Deep South, Y es que aunque la familia de Eudora creció en Jacksin, Missisipi, no eran originarios de aquel lugar; de modo que sus costumbres y modo de ver la vida no estaban tan arraigados como de los autores antes mencionados. A pesar de que las locaciones de sus narraciones breves casi no salen de las fronteras geográficas sureñas, Welty pasó temporadas en grandes ciudades y en largas estancias en Europa. Sin duda la lejanía la hizo observar su terruño con ojos más agudos, pues la costumbre de ver siempre lo mismo provoca que dejemos de mirarlo. Welty construyó sus historias en una escenografía que servía de espejo para ella misma, pues reflejaba su condición de pueblerina y de cosmopolita al mismo tiempo.

En su primer libro de cuentos Curtain of Green Eudora explora lo grotesco y la tristeza. Además recurrió, de manera inconsciente, a las características físicas para describir estados emocionales. De tal modo que en el cuento “First love”, el protagonista es un ser solitario y eso queda claro a través de su sordera. De hecho Carson McCullers en El corazón es un cazador solitario, una de sus novelas más entrañables, un sordomudo es el eje alrededor del cual giran los demás personajes, marginales y desadaptados del resto de la sociedad que exhiben sus miserias y necesidades. En una entrevista a la Paris ReviewEudora confesaba que en un principio usar las características físicas facilita la interpretación del alma de sus personajes, pero que poco a poco se alejó de esa medida, pues la experiencia narrativa la llevó a otros recursos.

En cuanto a su vida privada, rehuyó de los reflectores del mismo modo que William Faulkner. Se sabe tan poco que se ha especulado varias veces acerca de una supuesta homosexualidad, pero era tan celosa en sus asuntos privados que a la fecha es imposible indagar cómo fue su vida sentimental.

Murió en el 2001, cuando ya el uso de las computadoras estaba generalizado en gran parte del mundo. Sin embargo, nunca dejó de usar la máquina de escribir, pues la fuerza que se requiere para imprimir las letras en el papel la hacía sentir que estaba trabajando. Ahora resulta muy cómodo cortar párrafos y pegarlos en otra sección de un texto, asignarles un color y hasta un tipo de letra para diferenciar cierto discurso. Pero a ella le encantaba, una vez terminada la novela o el cuento, usar las tijeras para luego cual rompecabezas, volver a armar el manuscrito sobre una amplia mesa de trabajo. Su trabajo era el de un artesano que busca la perfección y que no teme ensuciarse las manos. Welty afirmaba que los eventos en nuestras vidas ocurren en una secuencia cronológica, pero el significado que nos proporcionan tiene su propio hilo conductor a través de la revelación. Y justo así trabajaba.

 

 

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Sus libros son: Tu ropa en mi armario (Jus, 2010), Tras las huellas de mi olvido (Almadía, 2010) y La sonámbula (Almadía, 2014).


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