Se acercaba el anochecer del Sexto Día,
chequeó Dios su lista:
“Aguas que están encima de la bóveda
y aguas debajo de la bóveda, separadas.
Hipopótamo: hecho. Plantas, incluso carnívoras:
hechas. Frutas, peces, charcos,
nubes de mosquitos encima de los charcos,
fumarolas saliendo de las bocas del volcán,
anguilas deslizándose en los cauces secos,
chorlitos corriendo, atolondrados, en las playas,
iguanas de tierra, lentas,
iguanas de mar, negras,
catatónicas en las piedras de la costa,
bosques, maníes, tiburones: hechos.
¿Falta algo? Oh, sí, estos dos.
Ah, se hace de noche, la noche
que Yo mismo he creado para suceder al Día.
Qué cansado estoy, cuánta cosa, qué delicado
ajuste de dientes y de carne
desgarrable por esos mismos dientes,
modo de crecer de la caparazón de la tortugas,
en hexágonos, tienen que ir ajustando unos con otros,
agregándose unos a otros, tienen que llegar a tener
caparazones enormes
y no pueden nacer enormes.
Oh, cuánta química, física,
geometría, diseño de sistemas,
cadenas de cazados y cazadores, a su vez cazados
por cazadores que a su vez han de tener
su propio talón aquilino.
Se hace de noche y faltan estos dos.
A ver, aquí, un poco de barro,
oh, se hace de noche, no veo nada,
está por asomar la estrella del sábado,
los hago ahora así, después veremos.” ~