Historias de la prepa (tres)

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Nos quedamos ayer en que la Reforma Integral de la Educación Media Superior en México (RIEMS) se ha topado con algunos escollos. Uno de ellos fue la decisión de la UNAM en el sentido de no participar en la reforma, pues dice perseguir objetivos preparatorianos que no coinciden con los de la SEP.

La Dra. Rosaura Ruiz, secretaria de Desarrollo Institucional de la UNAM, ha declarado airadamente que la UNAM “es la casa de estudios más importante y la que tiene mayor experiencia en el bachillerato”. Tiene razón: el bachillerato de la UNAM es el más antiguo de México y se sigue llamando “Escuela Nacional Preparatoria”. Cuenta con 14 planteles, que usan el 13.5% del presupuesto que la UNAM tiene para docencia, en los que estudian 100 mil alumnos. Esa antigüedad no necesariamente implica una eficiencia educativa tan comprobable como la suma de sus años. Hay buenas preparatorias en la UNAM y alguna que es excelente. Otras no son muy buenas y algunas dejan mucho que desear.

¿Qué diría Vasconcelos –tan SEP y tan UNAM- ante este asunto?

Quizás que por su experiencia misma es que la UNAM debería haber participado en el diseño de la reforma promovida por la SEP. Quizás la UNAM, a la que no le faltan ideas, inteligencias, capacidad de diálogo y sabiduría, podría haber puesto en práctica esas virtudes para hacerse escuchar, plantear sus argumentos, demostrar con buenas razones la superioridad de sus ideas, la conveniencia de trasladar su experiencia a todo el Sistema Nacional de Bachillerato.

Pues según la Dra. Ruiz, es la SEP la que debería haber seguido las ideas de la UNAM sobre qué tipo de bachillerato necesita México, no la UNAM la que debe acatar la reforma diseñada por la SEP, aunque la SEP haya contado con la asesoría, la crítica y las ideas del resto de las instituciones de educación preparatoria del país. “Se debería seguir el ejemplo de la UNAM”, dice la Dra. Ruiz, “en lugar de decir que está fuera”.

El 16 de julio el subsecretario de Educación Media Superior, Dr. Miguel Székely, lamentó la decisión de la UNAM y expuso que, por lo mismo, no se le entregarán los estímulos (becas, inversión en infraestructura, formación docente) que la RIEMS contempla para las instituciones participantes.

Ante esto, según la prensa, la Dra. Ruiz dijo: “¡Como si la UNAM fuera qué!” (así, con signos de admiración) y consideró que lo declarado por el Dr. Székely es una forma de “presión” para doblegar a la UNAM. El hecho es que la UNAM decidió, autónoma como es, no participar en la reforma. Así las cosas, la UNAM optó no por aislarse ella, sino aislar de sí al resto del Sistema Nacional de Bachillerato; aislar de su experiencia y de su prestigio a aquello que no se subordina a la UNAM. (Algo parecido al viejo chiste sobre la soberanía de Inglaterra: cuando el mal tiempo cubre al Canal de la Mancha, los ingleses dicen: “El continente europeo quedó aislado”.) De esta forma, la RIEMS no se aplicará en las 14 preparatorias de la UNAM y sus 100 mil alumnos y sólo se aplicará en los otros 13 mil planteles del país que atienden a 4 millones de alumnos.

Ahora bien, si la UNAM hizo saber a la SEP “de manera explícita” –como reportó el Dr. Székely a la prensa- que no le interesa participar en la RIEMS, ¿cómo entender que la Dra. Ruiz se indigne porque “la UNAM está fuera” de los estímulos que conlleva la RIEMS? Según la Dra. Ruiz “Si hay recursos para el bachillerato, a la Universidad le tocan esos recursos esté o no en la RIEMS”. Es desconcertante. Sería como si un académico de la UNAM le exigiera a la UNAM estímulos para financiarle un programa del que decidió excluirse. Es como alguien que se niega a mojarse y acusa de discriminación a la piscina.

Por otro lado, hay que subrayar que el subsidio que otorga el gobierno federal a la UNAM –20 mil millones de pesos, casi el 90% de su presupuesto- no se verá alterado por esa negativa.

(Continuará)

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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