Impromptu

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Frédéric Chopin, Impromptu no. 4 en do

sostenido menor, op. 66, “Fantasía-impromptu”

(Idil Biret, piano)

: todo comienza así : miras a alguien que cruza por la calle peatonal, te gusta, te le quedas viendo (el pelo negro y lacio, revuelto por una súbita corriente de aire que derribó unas palmas secas, levantó una columna de polvo que torció la calle y fue a parar a la avenida; las manos bronceadas que bajan hasta las costuras del pantalón azul marino, tras haber improvisado una visera contra el polvo; los labios, rojos y gruesos, y la sonrisa, perfectamente blanca y alineada; los ojos claros y almendrados que, por un segundo —de verdad, en serio, sin exageraciones— se clavaron en ti) y ese alguien, de pronto, desaparece detrás de una jardinera : te detienes, te rascas la cabeza, te sientas en una banca, prendes un cigarrillo, te levantas de nuevo, te ladeas, te agachas y te paras sin quitar la vista de la jardinera, a la espera de que salga de ahí : pero, ¿lo hará?, ¿y si no alcanzó a verte?, ¿y si te vio?, ¿qué tal si no valía la pena?, ¿y si acaban sentados frente a frente, separados por dos tazas de café tibio y un par de cucharas que chocan a destiempo con los platos, intercambiándose teléfonos y nombres falsos a la medianoche, antes de pagar la cuenta?, ¿y si se van al cine o a cenar el sábado y, ya después, a tu departamento?, ¿y si el sexo es francamente malo?, ¿y si amanecen abrazados en tu cama?, ¿y si se hacen novios?, ¿y si pierden el interés al poco rato?, ¿y si todo sale bien, y se van de viaje a Europa?, ¿y si se mudan juntos al volver?, ¿y si pasan la primera Nochebuena en casa de sus padres?, ¿y si llegan a festejar su quinto aniversario?, ¿y si discuten por la forma de educar al bulldog que le compraste, por no regar las macetas cada tercer día, haber dejado abierto el tubo de la pasta de dientes o no colgar la toalla?, ¿y si te es infiel?, ¿y si se gritan y llegan a los golpes y lloran y se besan y se reconcilian y al año terminan separándose?, ¿y si envejecen?, ¿qué tal si una vejez serena y aburrida sustituyera su pasión de juventud?, ¿y si terminan durmiendo para siempre, lado a lado, mientras la hierba de las tumbas, como la jardinera de aquel día en que se conocieron, crece a su alrededor? : todo termina así : miraste a alguien que cruzaba la calle peatonal, te gustó, te le quedaste viendo, y ese alguien, de pronto, reapareció desde una jardinera para luego torcer la calle y enfilarse rumbo a la avenida, sin siquiera voltear a dirigirte una última mirada : caminas en dirección a la calle peatonal flanqueada por la misma jardinera : tú eres, ahora, quien se encuentra detrás de un macizo de geranios : si tú, del otro lado, pudieras seguirte con tus ojos, ser alguien, preguntarte por ti mientras desapareces de tu vista, ir luego detrás tuyo; saber si aquellas flores, para empezar, eran geranios :

– Hernán Bravo Varela

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(Ciudad de México, 1979) es poeta, ensayista y traductor. Uno de sus volúmenes más recientes es Historia de mi hígado y otros ensayos (FCE, 2017).


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