El centro mรกs visible de la obra de Josรฉ Emilio Pacheco es su poesรญa, creciente y corregida una y otra vez en cada nueva ediciรณn. No menos admirables son sus traducciones, desde los epigramas griegos hasta Schwob, Wilde, Eliot y Becket.
En otra รณrbita, pero con el mismo centro, estรกn sus relatos (de ficciรณn o histรณricos), sus libretos de cine, su abreviaciรณn de La Numancia y ese cometa inesperado que se desprendiรณ como bestseller, aunque no fue escrito como tal: Las batallas en el desierto.
Mรกs los artรญculos de lujo que dejรณ perdidos en la fugacidad de la prensa, aunque estรกn notablemente escritos, y no sรณlo son informativos y amenos, sino que, de pronto y sin avisar (lo anterior puedes verlo en una enciclopedia, pero lo que sigue nadie lo ha dicho) crean conexiones inesperadas que no a cualquiera se le ocurren.
Menos visible es su obra anรณnima: las soluciones como el epรญgrafe homenaje (sin conexiรณn con el artรญculo) que ahora tantos usan sin saber quiรฉn lo inventรณ; o los cuidados editoriales que no lucen como obra creadora, y sin embargo lo son. Su Antologรญa del modernismo es de una creatividad asombrosa.
Cuando tantos que escriben no estรกn dispuestos a revisar ni sus propios textos; cuando tantos que editan no leen lo que publican; cuando parece no importarle a nadie que los libros, revistas y pรกginas culturales lleguen hasta el lector con todo tipo de descuidos, hay que admirar y agradecer el amor al oficio y a los textos ajenos que demostrรณ Pacheco, siguiendo a Alfonso Reyes, Octavio Paz, Juan Josรฉ Arreola y Antonio Alatorre. Hizo talachas a las que nunca “descenderรญan” hoy muchos becarios, periodistas culturales e investigadores que tienen cosas mรกs importantes que hacer que cuidar los intereses del lector anรณnimo.
Hay que cuidar de esa manera su obra, respetando los libros que รฉl mismo organizรณ y revisรณ, pero recogiendo lo que estรก a la deriva. Por una parte, lo que haya dejado inรฉdito (incluso grabaciones de sus conferencias, participaciones en mesas redondas, declaraciones, entrevistas). Separadamente, la prosa cuidada y publicada por รฉl mismo, pero dispersa. De รฉsta hay que hacer inventario, y proceder a la pepena, por lo pronto tal cual. De esa cantera pueden salir despuรฉs las ediciones, ya no se diga las consultas de lectores e investigadores.
La รบnica intervenciรณn inicial sobre el material escaneado serรญa aรฑadir la fuente, detallada como en la ficha bibliogrรกfica de un artรญculo. No hay que esperar a terminar, para ir haciendo cederrones sucesivos cada vez mรกs completos que circulen entre los colaboradores del proyecto. Cuando el avance lo justifique, se puede crear un sitio de internet interactivo para ampliar las oportunidades de consulta y colaboraciรณn. Con buenos cimientos, se puede construir algo perdurable.
(Laberinto de Milenio, 1 febrero 2014)
(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.