Invierno en Viena

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Hubiera querido soรฑarlo pero esto que voy a contar ocurriรณ realmente. En el invierno del 96, cuando yo vivรญa en Barcelona, tomรฉ un aviรณn a Viena y me encontrรฉ con un viejo amigo de los tiempos de la secundaria. ร‰l vivรญa en Austria desde hacรญa tres aรฑos, se habรญa casado con una mujer que conociรณ en Chile allรก por 1990, un aรฑo despuรฉs de haber regresado a ese paรญs, tras el exilio de sus padres en Mรฉxico, cuando sobrevivรญa dando clases de espaรฑol a los extranjeros que visitaban Santiago, una ciudad de moda entonces, โ€œen transiciรณnโ€, audaz en esconder sus propios crรญmenes. Mi amigo tenรญa 27 o 28 aรฑos, quiero decir que aรบn era muy joven y tenรญa mucho que aprender y, por supuesto, tambiรฉn mucho que enseรฑar. Coincidรญ con รฉl en Mรฉxico, como coincidรญ con muchos otros hijos de exiliados, en su mayorรญa argentinos, que recalaron en escuelas activas como en las que yo estudiรฉ. Nos habรญamos dejado de ver casi nueve aรฑos. Los รบltimos dos que pasรณ en Mรฉxico no nos frecuentamos por esas leyes extraรฑas que guarda a veces la amistad, y por las que dos personas pueden llegar a distanciarse sin que se hubiese asomado entre ellas ninguna diferencia. Luego lo volvรญ a ver aquella vez, y luego no lo volvรญ a ver nunca mรกs, aunque lo busquรฉ dos semanas despuรฉs de lo que ocurriรณ y nadie me contestรณ. El contestador de su casa que yo escuchรฉ en mi primera visita no saltรณ. Pasado un mes volvรญ a llamar y una mujer, en inglรฉs, me dijo que ella y su marido eran nuevos en el piso, y que no conocรญa a nadie que respondiera al nombre que yo le di. Al aรฑo siguiente me enterรฉ que su mujer se habรญa matado. Lo supe por otro compaรฑero de mi infancia. Mi amigo habรญa vuelto a Chile y estaba sin trabajo. He tenido ganas de buscarlo pero no he encontrado la fuerza suficiente. Tampoco nunca mรกs ni รฉl ni yo nos hemos vuelto a escribir.

Yo me habรญa enterado, por otro amigo, que se habรญa casado y que vivรญa con su mujer en Viena. Rescatรฉ su direcciรณn de un correo electrรณnico en cadena o de un reenvรญo y comenzamos a escribirnos de vez en cuando. Supe que tenรญan una niรฑa de dos aรฑos a la que habรญan puesto Violeta. Era una niรฑa preciosa, de ojos pardos y grandes, que no hablaba espaรฑol pero lo entendรญa perfectamente. Entonces me invitรณ a pasar unos dรญas en Viena. โ€œCuando tรบ quieras, acรก tienes tu casaโ€, escribiรณ. Yo aprovechรฉ un puente y en una tienda infantil de Rambla Catalunya le comprรฉ a Violeta un par de cuentos. Libritos en los que aparecรญa un pato y debajo decรญa PATO, una vaca, que debajo decรญa VACA y asรญ sucesivamente, libros de animalitos del tipo El Perro Bubo o El Oso Blas. El reencuentro con mi amigo en Viena fue cordial y amistoso, sin manifestaciones excesivas de alegrรญa. A partir de cierta edad, la felicidad es lo รบltimo que aparece. Me esperaban รฉl y su mujer, una rubia austrรญaca que hablaba con un muy dulce acento chileno, con la mesa puesta para cenar. Habรญan comprado vino y รฉl habรญa preparado una pasta italiana. Violeta ya estaba en cama cuando yo lleguรฉ. Su madre, con esfuerzo, la habรญa logrado dormir, pese a la insistencia de la niรฑa por quedarse despierta hasta mi apariciรณn. Una visita, me di cuenta, era todo un acontecimiento en casa, sobre todo para Violeta. Estuvimos hasta tarde rememorando los aรฑos en Mรฉxico. Me contรณ luego de su regreso a Santiago, el que calificรณ como โ€œdecepcionanteโ€, y en el que lo mejor que le habรญa pasado habรญa sido conocer a su mujer, que entonces, ademรกs de estudiar espaรฑol, trabajaba para una ong dedicada no recuerdo a quรฉ cosas que me explicรณ ella con detalle. Luego la voz de mi amigo se tiรฑรณ de melancolรญa. Me puso al dรญa de los amigos y compaรฑeros argentinos que habรญan vuelto a su paรญs, con los que รฉl se escribรญa ocasionalmente, y me contรณ con pesar que Esteban, un uruguayo โ€“a quien yo siempre pensรฉ argentino, no sรฉ porquรฉโ€“, habรญa muerto atropellado en una calle desolada de Buenos Aires โ€“vivรญa allรกโ€“, cuando regresaba una noche de no sรฉ sabe bien dรณnde, a su casa, que estaba cerca del barrio Once, me pareciรณ entender. Luego dijo algo asรญ como โ€œson las bajas de nuestra generaciรณnโ€ o โ€œlos รกngeles caรญdosโ€. Y entonces el ambiente se puso aรบn mรกs triste. Su mujer le dio un beso en la boca y calurosamente me dijo que les daba mucho gusto recibirme, que me sintiera como en casa. Tambiรฉn me advirtiรณ: โ€œSomos madrugadores; no te asustes si Violeta viene a jugar contigo a las siete de la maรฑanaโ€. Se despidiรณ y se fue a la cama. Mi amigo y yo estuvimos hablando todavรญa un largo rato. Recuperรณ el buen รกnimo โ€“la atmรณsfera que antes yo habรญa visto teรฑidaโ€“ y charlamos de su trabajo en Viena y de mis estudios en Espaรฑa. Trabajaba como traductor simultรกneo. Habรญa estudiado letras germรกnicas en Santiago. Yo estaba entonces con el doctorado que empecรฉ y luego abandonรฉ en la Autรณnoma. Me contรณ lo difรญcil que era adaptarse a esa ciudad, que en invierno era muy dura y en verano muy turรญstica. Dijo algo de lo sorprendente que era tener un hijo, del cambio que uno experimenta con ello, de lo felices que los habรญa hecho, a รฉl y a su mujer, tener a Violeta. Tambiรฉn dijo โ€œya te visitaremos los tres en Espaรฑaโ€. Yo dije โ€œpor supuestoโ€. Luego me enseรฑรณ mi habitaciรณn. Un cuarto sobrio que utilizaban para alguna visita suya, su madre, por ejemplo, que habรญa venido hacรญa dos aรฑos con motivo del nacimiento de la niรฑa. Su padre habรญa muerto tres aรฑos atrรกs. Tampoco yo lo sabรญa. Creo que yo dije โ€œlo sientoโ€, pero no sรฉ si me escuchรณ porque dijo โ€œlos libros de Violeta se quedaron sin abrir, se los das tรบ mismo maรฑana por la maรฑana; la traviesa se va a poner felizโ€ y cuando dijo esto, creo que vi tambiรฉn en รฉl un destello de felicidad, pese a la nostalgia, al cierto dolor que arrastraba en cada palabra pronunciada.

A la maรฑana siguiente sentรญ un leve cosquilleo en los pies, como de hormigas. Tambiรฉn sentรญ un poco de frรญo. Alguien me habรญa destapado. Era Violeta. Una niรฑita rechoncha, rubita, que corrรญa con una sonrisa pintada en los labios que la hacรญa angelical y reรญa y me decรญa cosas que yo no le entendรญa. Me puse a jugar con ella y luego le di los libros que venรญan envueltos en un papel de regalo lleno de estrellas. โ€œEstrellitasโ€, dije enseรฑรกndole la envoltura. Violeta cogiรณ el paquete y con sus manos pequeรฑas desgarrรณ el papel hasta que vio aparecer al Perro Bubo o al Oso Blas y dijo algo que yo no comprendรญ. Luego abriรณ uno de los libros y fue mirando las nubes y los รกrboles y las casitas de los animales que aparecรญan en cada una de las pรกginas. Yo decรญa โ€œun galloโ€ y ella repetรญa โ€“intuรญโ€“ lo mismo pero en alemรกn; yo decรญa โ€œun perro, el perro Buboโ€ y ella lo repetรญa en alemรกn, y me volteaba a ver. Asรญ, un pato, una gaviota, un oso, un leรณn, un conejo, un ratรณn. Luego me fui a la sala y la sentรฉ en mis piernas y me puse a leerle un cuento: โ€œEl Perro Bubo, que es un perro muy alegre, saliรณ un dรญa de su casa en busca de su amigo el Gato pero como no lo encontrรณ, fue entonces en busca de su amigo el Oso, el Oso Duque, que era un Oso carpintero y era blanco, muy blanco como la nieve. El Perro Bubo era el mejor amigo del Oso Duqueโ€, y asรญ, hasta que inquieta, Violeta se separรณ de mis piernas y me trajo entonces sus libros de cuentos en alemรกn. Querรญa que se los leyera. Me salvรณ su mamรก. Creo que le explicรณ que yo no sabรญa su idioma y, condescendiente, me dijo โ€œespero que no te dรฉ mucha guerraโ€. โ€œEn lo absoluto โ€“dije yoโ€“; es encantadoraโ€. Y luego ella, hacia Violeta, dijo โ€œun monstruo, es un monstruitoโ€ y luego creo que lo repitiรณ, dirigiรฉndose a la niรฑa, en alemรกn, y se puso a perseguirla y Violeta rio y moviรณ las piernitas cuando su madre finalmente la atrapรณ y la alzรณ en el aire, y rio a carcajada batiente de niรฑa pequeรฑa, mientras su madre le daba un beso en la frente. Un instante feliz e irrepetible. Entonces apareciรณ mi amigo, que hizo cafรฉ y jugo y tostรณ un poco de pan negro y sacรณ la mantequilla, el queso y el jamรณn y nos pusimos los cuatro a desayunar. Violeta querรญa seguir jugando, e hizo enfadar a sus padres, porque no probรณ bocado. Chillรณ, gritรณ, pataleรณ y tirรณ el vaso de leche de plรกstico tras el primer sorbo โ€“los gajes del oficio de ser feliz, pensรฉโ€“, y luego todo volviรณ a la normalidad. Su madre la vistiรณ, le pusieron una chaqueta de invierno rojo grana que la cubrรญa de pies a cabeza, un gorro de colores y una bufanda que le tapaba la cara y me dieron las instrucciones para no perderme en Viena; mi amigo se fue a llevar a la niรฑa a la guarderรญa, su mujer se fue al trabajo y entonces me quedรฉ solo en la casa, de la que me habรญan dado unas llaves. Quedรฉ de encontrarme con ellos, pasadas las seis de la tarde, en su piso, para cenar todos juntos. Paseรฉ por la maรฑana, visitรฉ el Vรถlkerkundemuseum para ver el penacho de Moctezuma que entonces seguรญa ahรญ โ€“y creo que sigue ahรญโ€“, pero terminรฉ resguardรกndome en un cafรฉ y luego en otro, hasta dejar pasar la tarde gris. Aquella ciudad, no sรฉ porquรฉ, se me hizo propia de escritores o de fumadores de opio, que para el caso son lo mismo. Hacรญa mucho frรญo en Viena.

El resto lo recuerdo en penumbra y emerge en mi memoria con miedo y pestilencia y horror. Cuando volvรญ, a las seis de la tarde, no encontrรฉ a nadie en casa. Me quedรฉ esperando pero nadie apareciรณ. En un momento dado sonรณ el telรฉfono. No supe si contestar aunque preferรญ no hacerlo. Tras varios pitidos saltรณ la grabadora. Era la voz de mi amigo, luego la voz de su mujer y luego la voz de la niรฑa. Alcancรฉ a entender โ€œBruno, Marlene, Violetaโ€ cada uno con su propia voz y luego, supuse, dirรญa โ€œno estรกn en casa, deja tu mensaje despuรฉs de la seรฑalโ€. Entonces escuchรฉ la misma voz de mi amigo que habรญa escuchado la noche anterior, pero mรกs seca, una voz neutra, sonรกmbula, quizรก una voz preocupada, pero entonces no lo distinguรญ. Dijo: โ€œJuanโ€ y luego hizo un largo silencio, como si tragara saliva o pensara quรฉ decir, โ€œsoy Bruno…, si estรกs ahรญ… llegarรฉ un poco tarde…โ€. Cuando iba a coger el telรฉfono mi amigo colgรณ. Sรณlo escuchรฉ la seรฑal interrumpida. Yo me quedรฉ esperando. Busquรฉ un poco de fruta para comer y bebรญ un vaso de leche. Pasadas las nueve de la noche escuchรฉ la puerta abrirse, mientras yo hojeaba los libros de cuentos que le habรญa regalado a Violeta. Estaba sentado en la sala, a media luz, iluminado sรณlo por una lรกmpara de pie, de esas que permiten graduar su intensidad. Los vi entrar a los dos, vi a su mujer cargar la chaqueta roja de la niรฑa y supe que algo habรญa pasado. โ€œVioleta ha desaparecidoโ€, dijo Bruno, y en ese momento su mujer se echรณ a llorar desconsoladamente. Yo no supe quรฉ hacer ni quรฉ decir. Dejรฉ los libros a un lado. Y me levantรฉ del sillรณn, puse las manos a un costado de mis piernas. Y luego Bruno dijo: โ€œHemos puesto la denuncia en la policรญa. Desapareciรณ de la guarderรญaโ€, mientras ella se restregaba las lรกgrimas y luego, sentada, con los codos apoyados en los muslos, en posiciรณn de rezo, hundรญa la cabeza entre sus manos. Yo no quise saber los detalles, que acaso tampoco ellos sabrรญan. Permanecimos en silencio un rato largo. Mi amigo me preguntรณ si habรญa cenado y yo dije โ€œno te preocupesโ€. Luego รฉl se sentรณ a un lado de su mujer. Y yo me sentรฉ en otro sofรก y adoptรฉ la misma posiciรณn que ellos. Despuรฉs fui a la cocina, por hacer algo, y llenรฉ dos vasos de agua del grifo. Se los acerquรฉ a los dos. Por primera vez ella abriรณ la boca y me mirรณ, con los ojos rojos e hinchados. โ€œGraciasโ€, dijo, y creo que yo le puse una mano en el hombro. Le di a mi amigo su vaso, y entonces dije โ€œยฟcรณmo puedo ayudarles?โ€. Bruno dijo que la policรญa habรญa quedado en informarles cualquier cosa que supiera. Luego volviรณ a reinar el silencio y me ofrecรญ a hacerles algo de cenar o pedir una pizza, si asรญ lo deseaban. Querรญa ayudar pero no sabรญa quรฉ hacer. Ella volviรณ a decir โ€œgraciasโ€ y esta vez pronunciรณ mi nombre, dijo โ€œgracias, Juan, no hace faltaโ€. Y aรฑadiรณ โ€œsi quieres tรบ, hay un Dรถner a dos callesโ€. โ€œNo te preocupesโ€, dije yo. Entonces ella dijo โ€œcreo que me voy a la camaโ€ y se levantรณ y sin decir mรกs nada, se metiรณ en su cuarto y cerrรณ la puerta.

Nos quedamos Bruno y yo solos. Fue entonces que me contรณ que alguien habรญa visto entrar a un sujeto, en un momento de distracciรณn, en la guarderรญa. Y que, luego, habรญan reparado en que faltaba Violeta. Que nadie entendรญa nada. โ€œNadaโ€, dijo. โ€œDiosโ€, dijo. Y entonces, por primera vez desde nuestro encuentro, lo abracรฉ. Nos quedamos callados varios minutos. Luego dijo โ€œvaya vacaciones te han tocadoโ€. Y yo dije โ€œeso no importa, Brunoโ€. Y luego dije para darle รกnimo โ€œaparecerรก, ya verรกsโ€. Entonces me sugiriรณ, que si yo lo preferรญa, serรญa mejor que me fuera, que no querรญa causarme molestias. โ€œNo seas tontoโ€, dije โ€“y creo que utilicรฉ esas palabrasโ€“, โ€œlo importante es Violeta, lo importante es que aparezcaโ€. Y luego dije โ€œme gustarรญa hacer algoโ€ pero รฉl no dijo nada. Dijo โ€œserรก mejor que vaya con Marleneโ€. Y luego dijo โ€œsiento todo esto, Juanโ€. Y yo me quedรฉ con un gesto de impotencia en mis labios, con un no saber quรฉ hacer ni quรฉ decir que nunca habรญa sentido. Yo tambiรฉn me fui a mi cuarto. Apenas pude cerrar ojo en toda la noche.

Hacia las nueve de la maรฑana sonรณ el telรฉfono. Yo estaba en mi habitaciรณn y seguรญa vestido con la misma ropa del dรญa anterior. Sonรณ sรณlo una vez. No escuchรฉ nada por un momento. Tal vez medio minuto. Luego, lo que escuchรฉ fue un grito. Un grito ensordecedor de Marlene que se me clavรณ en la sien. Entonces me levantรฉ de la cama, acomodรฉ el edredรณn, cogรญ mis cosas y abrรญ la puerta sin hacer ruido. Me quedรฉ en silencio oyendo el llanto. Atravesรฉ el pasillo con mi mochila a cuestas, dejรฉ las llaves en una mesa que estaba en la entrada y me quedรฉ parado ahรญ, diez minutos. Luego se abriรณ la puerta de la habitaciรณn de Marlene y Bruno. Saliรณ mi amigo y la volviรณ a cerrar. Me vio en la puerta principal con la mirada perdida. Nos miramos de frente pero no dijimos nada. A mรญ se me salieron las lรกgrimas que quise contener hasta el รบltimo momento y รฉl se tapรณ la cara, porque le empezaron a brotar sin remedio. No pude siquiera decir โ€œlo sientoโ€. Agachรฉ la cabeza y abrรญ la puerta y me marchรฉ. ~

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Periodista y escritor, autor de la novela "La vida frรกgil de Annette Blanche", y del libro de relatos "Alguien se lo tiene que decir".


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