Theodore Dreiser predicรณ a sus pares norteamericanos que cultivaran una literatura de la desesperaciรณn. El consejo, dado en los aรฑos del crack de 1929, hizo escuela y se convirtiรณ en credo literario. Habรญa que registrar la angustia que provocรณ la Depresiรณn, las miserias que alentรณ una bancarrota que fue mucho mรกs que financiera y la errancia de hombres y mujeres sin empleos. Entre las consecuencias de esa nueva estรฉtica (y de esa nueva รฉtica) estuvo el enriquecimiento del gรฉnero policiaco al inyectรกrsele mayor intenciรณn denunciatoria y mรกs gravedad dramรกtica. รste enterrรณ sus raรญces en la cultura popular, recreรณ el clima de la รฉpoca y sobre todo ensanchรณ sus alcances sociolรณgicos. La coherente y minuciosa verdad de un mundo en conmociรณn surgiรณ de esos empeรฑos. Una prosa coloquial y econรณmica, hosca y directa, ganรณ lugar protagรณnico en casi todos los exponentes del gรฉnero. Etiquetas como hard-boiled o pulp fiction se impusieron, y proliferaron las revistas que acogรญan sus ejemplos. Dos novelas โbreves, รบnicasโ representan la culminaciรณn de esa suerte de cruzada antropolรณgica nacional: The Postman Always Rings Twice ( El cartero siempre llama dos veces) y They Shoot Horses, Don’t They? (ยฟAcaso no matan a los caballos?), la primera de James M. Cain y la segunda de Horace McCoy. Ambas fueron exitosas, ambas se trasladaron al cine y ambas fueron recogidas por el canon de la novela negra norteamericana en Crime Novels, el volumen de obras escritas entre los treinta y los cuarenta que publicรณ The Library of America.
James M(allahan) Cain, que naciรณ en 1892 en el ahora amable puerto turรญstico de Annapolis, en Maryland, muriรณ hace exactamente treinta aรฑos, en 1977, en Hyattsville, tambiรฉn en Maryland. Es posible conjeturar que llevรณ una vida infeliz. El amor le deparรณ desilusiones reiteradas, a menudo le fue difรญcil pagar sus deudas y sus tres divorcios consecutivos le costaron caros. Quizรกs su รบltima esposa, Florence MacBeth, una cantante de รณpera, con la que casรณ en 1947, lo empujรณ en sus etapas finales a compartir el anรกlisis de los sonetos de Shakespeare con el estudio de la mรบsica clรกsica. Ese destino mayormente ingrato reaparece, apenas disfrazado, en sus novelas, que obedecen a unas obsesiones recurrentes y a un mismo acaso fatalista: las trampas del sexo y la violencia y el arrastre inexorable de la adversidad. El cartero siempre llama dos veces (que en 1934 es el primer libro de su autor y se convierte de inmediato no sรณlo en un pequeรฑo escรกndalo sino en un best-seller) resulta, en este sentido, reveladora. Narra la historia de Frank Chambers, un vagabundo de la costa oeste, y Cora Papadakis, la esposa de un emigrante de origen griego dueรฑo de una taberna, que se vuelven amantes unidos por el ardor y la ambiciรณn. La pareja asesina al tabernero y hace que su muerte pase por un accidente. Pero Cora a su vez muere en un choque en la carretera y Frank es acusado de su asesinato y acaba siendo sentenciado. Efectivamente, el cartero (es decir, el destino) llama dos veces antes de su descarga. La ironรญa de esa fatalidad domina el curso de la pieza.
Segรบn algunas creรญbles pesquisas, una primera versiรณn de la novela fue escrita en tercera persona; que Cain se decidiera por la primera persona fue una astucia que cabe agradecer. Hay desde el comienzo una cercanรญa entre la voz prรณxima โque atrae y repele por igualโ del narrador Chambers y el lector; uno y otro estรกn solos y buscan alivio en una comuniรณn o una sublimaciรณn redentoras. Hay tambiรฉn, desde las primeras a las รบltimas pรกginas, una reflexiรณn en filigrana que los dichos de Chambers promueven de manera inconsciente, impremeditada, como una implicaciรณn que surge tรกcita. Y hay, por fin, una antagonรญa eficaz entre un punto de vista cรญnico, de raรญz paranoica, que todo lo contamina, y la intenciรณn testimonial del libro, entre el hecho de que Chambers sea uno entre otros, uno que es todos y es nadie, y una moral subyacente que subraya en รฉl (y en su cรณmplice equรญvoca) una รญntima grandeza รฉpica de la que no son responsables y que aparece como permanente referencia esclarecedora en el horizonte del discurso. El pacto entre narrador y lector es asรญ un compromiso que el autor induce y no fuerza y que tiene el mรฉrito dramรกtico, para el lector, de plantearle a cada rato una alternativa entre la solidaridad hacia Chambers, que es un hombre limitado y violento, y la notoria y muy a menudo intolerable imperfecciรณn del mundo que lo moldea y lo contiene.
Triunfos que paran en fracasos, fuegos que se hacen cenizas, esperanzas que se transforman en pesadillas: la trama avanza lastrada por los pasos inevitables de una tragedia que se cumple. Los agonistas son como aquellos hรฉroes griegos que caminaban con los ojos abiertos hacia la calamidad. Chambers y Cora pretenden ser diferentes a lo que son, infligir cambios a una realidad a la que no se acomodan, evitar lo inevitable. Una y otra vez, la vida, que se cifra y descifra en la novela que leemos, frustra esos deseos. Se vislumbra โy el vislumbre es perversoโ un retorcimiento en esa comprobaciรณn: es la vida la que niega y cancela pero sobre todo, nos susurra Cain, los personajes son ellos mismos inmodificables y estรกn condenados a ser prisioneros de su propio sino. โI love you, Cora. But love, when you get fear in it, is not love any more. Itโs hateโ โaclara Chambers en un momento a su amiga, y en tal aclaraciรณn se resume la dialรฉctica del libro; un libro, aรฑรกdase, que muestra pero no juzga, que estรก tejido con sueรฑos y que inapelablemente los aniquila. ~
(Rocha, Uruguay, 1947) es escritor y fue redactor de Plural. En 2007 publicรณ la antologรญa Octavio Paz en Espaรฑa, 1937 (FCE).