El señor “Rafael Acosta” (que en realidad es Juanito) y la señora Clara Brugada (que finge ser “Juanito”), Rómula y Remo de Iztapalapa, actúan un drama interesante.
Se recordará que AMLO —ese ciudadano plenipotenciario— ordenó a su grey votar por Juanito (militante del Partido del Trabajo, PT) para que, ganadas las elecciones, renunciase de inmediato. Entonces, AMLO ordenaría a Marcelo Ebrard que le ordenara a la Asamblea Legislativa que otorgase el cargo a la señora Brugada (militante del Partido de la Revolución Democrática, PRD).
Juanito es dicharachero y arrojado, un superhéroe de barriada, pedantón y mujeriego; trae en el pedigrí algo del Periquillo Sarniento, del Lucas Lucatero de Rulfo, del “pelado” de Ramos, del “pachuco” de Paz y, sobre todo, del “Púas” Olivares de Garibay (un boxeador que casi fue diputado).
En un arrebato autoparódico, el PT puso a Juanito de candidato a jefaturar la delegación más poblada (y financiada) de la capital. Vino la maniobra de AMLO, Juanito ganó y adquirió celebridad instantánea. Y todo iba bien hasta que Juanito —que no es Sancho en Barataria— comenzó a olvidar los parlamentos que le escribió su titiritero (de fácil memorización: “Sí, protesto. Renuncio”).
Juanito aceleró del complejo de inferioridad al delirio de grandeza. No hay medio que no lo procure para mofarse de su disparatada investidura, cosa que parece disfrutar. Filosofa en público, habla de sí en tercera del singular o en primera del plural, posa ante las cámaras y encarna con innata pericia el cómic del demagogo, mucho mejor que AMLO.
Sus guionistas se inquietan día con día: ¿Y qué hacemos si no renuncia? Uno de los mil videos que lo exhiben en YouTube lo muestra diciendo que “la constancia de mayoría me la quedo yo, porque es mía”; luego concede: “A Clara Brugada le daré una copia.” Luego anunció que iniciaría sus “giras de trabajo”. Dijo que sería delegado dos semanas antes de dimitir. Cuando dijo que mejor un mes, los titiriteros temblaron. Al día siguiente, la señora Brugada instaló una carpa, frente a la delegación, para escuchar las peticiones de “su” pueblo: una usurpación de funciones insignificante frente a la usurpación de realidad que comete AMLO.
¿Renunciará Juanito? La perra fama ya lo sedujo. Y las mieles del poder ya traban un cerebro (digamos) elemental, pero sobre todo ofuscan un alma vulnerable. Legalmente, Juanito será jefe delegacional. Gobernará a 2 millones de personas. Habrá poder, dinero, caravanas, impunidad, autos, choferes, señoritas, jacuzzi… Una broma concelebrada le ha puesto la fantasía colectiva de la psique nacional al alcance de la mano…
La mirada de la Patria escrutiniza, como nunca en la historia, el predicamento de un ciudadano que deberá elegir entre sus “ideales” juramentados y los apetitos propios de la especie. Y Juanito se encuentra, absolutamente solo, en un escenario de irreality show ante millones de espectadores que temen o desean un tropezón. En su hombro izquierdo, un diablillo que promete un futuro glorioso; en el derecho, un angelito con acento tropical que le depara el olvido. Juanito titubea. Y el pobre hombre sólo atina a balbucear, una y otra vez, “Juanito no se vende”. En la más grande de sus balandronadas, claro, Juanito cree conocer a Juanito.
(Publicado originalmente en el diario El Universal el 18 de agosto)
Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.