La bomba

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Arenas de Iwo Jima fue una pelรญcula, de guerra, se entiende, con John Wayne, que vi de niรฑo. Recuerdo que me encantรณ. Y nada mรกs. Cosa rara que sรณlo recuerdes el placer, sin nitidez, sin poder decir en quรฉ consistiรณ. Con obras como Dios es mi copiloto (ยฟera con Denis Morgan?), Los Tigres Voladores, Aventuras en Birmania o Volveremos (โ€œWe shall returnโ€ cรฉlebre promesa elevada por Douglas MacArthur cuando hubo de emprender la retirada, en la primera fase de la Guerra del Pacรญfico), era parte del intento de Hollywood por cooperar con su paรญs en el esfuerzo nacional de la contienda. Ahora el talentoso Clint Eastwood ha vuelto a poner en circulaciรณn la pequeรฑa isla volcรกnica o, mรกs bien, el inofensivo islote con forma de chuleta de puerco.

No quiero hablar de la pelรญcula, sino un poco de la batalla misma. Quiero seรฑalar, porque no suele estimarse asรญ, que el combate fue decisivo para la controvertida decisiรณn de arrojar la bomba atรณmica sobre Hiroshima.

Iwo Jima estรก pegada a la isla donde estรก Tokio. Ocupar la islita era necesario para instalar ahรญ una base que permitiera iniciar la รบltima y mรกs temida fase de la guerra, la ocupaciรณn militar de Japรณn. Usรฉ la palabra temida porque se esperaba hallar enconada resistencia en tierra firme de parte de los samuraiescos soldados nipones, que juzgan ultrajante rendirse al enemigo. Dada esta importancia, la defensa del islote es encomendada al mรกs picudo de los generales japoneses, el teniente general Kuribayashi Todamichi, quien trazรณ una brillante estrategia basada en un hormiguero de tรบneles cavados en toda la isla, en especial en el volcรกn extinguido, el Suribachi, que preside el paisaje del lugar. La estrategia operรณ de maravilla; los estadounidenses sufrieron de lo lindo y sรณlo pudieron imponerse, como de costumbre, por su aplastante superioridad material, en soldados, armamentos, provisiones y demรกs.

En Okinawa, posiciรณn gemela a Iwo Jima, la resistencia inteligente, y a la vez encarnizada, dirigida por el teniente general Ushijima Mitsuro, resultรณ en la muerte de doce mil estadounidenses, 36,000 heridos, 34 barcos hundidos, 368 averiados. Por su parte, unos cien mil japoneses perdieron la vida en la obstinadรญsima defensa.

Esta combinaciรณn de espรญritu ilimitadamente aguerrido con habilidad imprevisible colmada de astucia puso a pensar a los americanos. Se pronosticaba un nรบmero enorme de bajas propias (y, desde luego, otro mรกs grande aรบn de vรญctimas japonesas, pero รฉsas, aceptรฉmoslo, no eran tan relevantes) al iniciar la ocupaciรณn de la tierra firme porque, si รฉsta habรญa sido la resistencia hallada en los islotes, cuรกl no serรญa la que se levantarรญa al tratar de ocupar, por ejemplo, Tokio. Entonces vino a la mente un arma nueva, una extraรฑa y potentรญsima bomba que, segรบn se decรญa, estaba fabricรกndose bajo extremo secreto en Los รlamos, Nuevo Mรฉxico. Y el alto mando militar pidiรณ al Presidente, ya para ese momento Harry S. Truman, que salvara la vida de miles de muchachos estadounidenses y evitara la masacre de japoneses detonando la bomba atรณmica sobre alguna ciudad abierta. Truman ponderรณ la cuestiรณn, hizo nรบmeros y entendiรณ que, paradรณjicamente, el uso de la bomba ahorrarรญa sufrimientos y salvarรญa vidas.

Los cientรญficos que habรญan fabricado la bomba se oponรญan a que se dejara caer, y menos, sobre un objetivo civil, no militar, es decir, una ciudad abierta. Los cientรญficos creรญan que bastarรญa con hacer comparecer a un grupo de militares y civiles japoneses a un islote deshabitado donde dejarรญan caer la bomba, cuya sola detonaciรณn generarรญa un espectรกculo capaz de persuadir a cualquiera. En el ejรฉrcito se asentรณ que los ilustres cientรญficos no tenรญan idea de la รญndole furibunda y fanรกtica del bushido nipรณn que preside la mentalidad de los samurรกis que se pretendรญa โ€œhacer comparecerโ€ a ese espectรกculo. Y el presidente Truman pasรณ a la historia y a la discusiรณn perpetua al detonar la bomba sobre una ciudad abierta, Hiroshima, con gran mortandad de civiles.

Asรญ por ejemplo, en El complot mongol, la clรกsica novela de Bernal, un abogado borrachรญn, amigo confianzudo, se atreve a espetar al gran Filiberto Garcรญa: โ€œDe asesino a asesino, ยฟquรฉ opina usted de Harry Truman?โ€

Estados Unidos, ya lo dijo Baudelaire a propรณsito de Edgar Poe, es duro e ingrato con sus talentos, y lo fue con el gran Robert Oppenheimer, el impresionante fรญsico que encabezรณ el reparto internacional y multiestelar de cientรญficos que logrรณ realizar los trabajos que condujeron a la exitosa fabricaciรณn de la bomba. El equipo alemรกn paralelo, dirigido por Heisenberg, el del famoso Principio de Indeterminaciรณn de la fรญsica cuรกntica, como se sabe, fracasรณ en el intento. Fue una especie de carrera entre los dos grupos. De hecho, Einstein aceptรณ redactar la carta que fue enviada al presidente Roosevelt acerca de la necesidad de fabricar la bomba porque Leo Szilard lo convenciรณ de que ya los cientรญficos de Hitler estaban activรญsimos tras ella.

Digo que el paรญs le pagรณ mal porque en los cincuenta el anticomunismo paranoide de McCarthy persiguiรณ a Oppenheimer. En 1953 fue sometido a una variante de las infames Audiencias macartistas y se le suspendiรณ la โ€œclearanceโ€. Es decir, se le encontraba no confiable, sospechoso. El hombre que habรญa logrado hacer la bomba atรณmica era ahora no confiable, sospechoso, y no podรญa, en consecuencia, por ejemplo, trabajar en la Atomic Energy Comisiรณn (la aec). La decisiรณn, que hacรญa de รฉl una especie de leproso, lastimรณ hondamente al gran fรญsico (entre cuyos logros de investigaciรณn se cuenta ser el descubridor, el primero que hablรณ de esos extraรฑos objetos celestes que luego serรญan llamados hoyos negros).

La dramรกtica vida de Robert Oppenheimer es fascinante. Hay tres biografรญas relativamente recientes del organizador del proyecto Manhattan. Una, pequeรฑa, del celebre Jeremy Bernstein, refinado escritor del New Yorker, otra del notable fรญsico, colega de Oppenheimer en el Instituto de Altos Estudios de Princeton, Abraham Pais y finalmente, American Prometheus, Triumph and Tragedy of Robert Oppenheimer. El triunfo de Prometeo es la hazaรฑa de Los รlamos; la tragedia, el castigo atado a la roca, la paranoia macartista (aunque eso de llamar โ€œhazaรฑaโ€ a hacer una bomba es cosa, prima facie, inconveniente y grotesca), de Kai Bird y Martin J. Sherwin. ~

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(Ciudad de Mรฉxico, 1942) es un escritor, articulista, dramaturgo y acadรฉmico, autor de algunas de las pรกginas mรกs luminosas de la literatura mexicana.


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