La cebolla y el liberalismo

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Jesรบs Silva-Herzog Mรกrquez ha escrito un libro verdaderamente admirable: La idiotez de lo perfecto (FCE, Mรฉxico, 2006). Ha logrado una rara combinaciรณn de enorme sensibilidad polรญtica y uso esplรฉndido de la lengua. He aquรญ un libro bien pensado y bien escrito. En cinco ensayos penetrantes y amenos Silva-Herzog nos enseรฑa que no debemos proponernos pelar la cebolla del liberalismo para buscar su esencia. No solamente nos quedarรญamos con las manos vacรญas. Ademรกs nos darรญamos cuenta, como ha dicho Wislawa Szymborska, que la estรณlida perfecciรณn de ese bulbo, que nos enfrenta a una infinita regresiรณn de lo mismo, no tiene nada que ver con los asuntos humanos. Igualmente, cuando Silva-Herzog abre cada uno de los cinco bulbos saltan por todos lados las imperfecciones y las incoherencias. La vida y el pensamiento de Carl Schmitt, Michael Oakeshott, Norberto Bobbio, Isaiah Berlin y Octavio Paz, durante la disecciรณn que les practica, nos muestra, como dice Zymborska, incรณmodos secretos y secreciones.

Y para que sintamos en carne propia estas contradicciones, su viaje comienza con la exploraciรณn del inquietante jurista antiliberal alemรกn, Carl Schmitt, quien estableciรณ con contundencia que todos los motivos y acciones de la polรญtica pueden reducirse a la distinciรณn entre amigo y enemigo. Schmitt fue un antiliberal ambicioso y oportunista que diseรฑรณ una concepciรณn bรฉlica para nutrir el nacionalsocialismo alemรกn. Acaso en esto no tuvo mucho รฉxito (no le hicieron todo el caso que รฉl querรญa), pero ello no le evitรณ ser procesado en Nuremberg como criminal, aunque รฉl se definiรณ durante el juicio como un โ€œaventurero intelectualโ€, embarcado en una bรบsqueda que terminรณ โ€“como sabemosโ€“ en el asesinato de millones de personas. Lo mismo ocurriรณ con el cristianismo, se excusรณ Schmitt.

Silva-Herzog ha querido iniciar su libro con una anatomรญa de un teรณrico que exalta el miedo como impulso central de la polรญtica, que considera a la democracia como un sistema esencialmente antiliberal, pues supone necesariamente la homogeneidad entre gobernantes y gobernados. Para ello, el Estado debe militarizar a la sociedad y eliminar el pluralismo. La suya es la encarnaciรณn de una idea roussoniana de derecha, dura y agresiva, que rompe con el principio del sometimiento del poder al derecho. Schmitt sรญ quiso descubrir la esencia del Estado pelando la cebolla de la polรญtica. Es el perfecto ejemplo que muestra las desventuras de los intentos por construir sistemas cerrados y homogรฉneos. Este oscuro telรณn de fondo permite resaltar las reflexiones sobre la ingenierรญa institucional inspirada en el liberalismo.

No podรญa ser mรกs contrastante la figura de otro aventurero, Michael Oakeshott, el conservador britรกnico que detestรณ los sistemas ideolรณgicos coherentes y que se dejรณ llevar por el azar de sus viajes intelectuales. La polรญtica no es argumento sino conversaciรณn, es su frase mรกs conocida. Gran conversador y gran conservador, este tierno profesor rechazaba que las pugnas, las pasiones y las fuerzas debiesen ser el alma de la polรญtica. De Hobbes tomรณ su escepticismo, pero huyรณ de su coherencia sistรฉmica para refugiarse en las contingencias y en el juego. Contra el racionalismo, prefiriรณ el pesimismo de Pascal y la tranquilidad adusta pero gozosa de Montaigne. El pensamiento conservador de Oakeshott, por su enorme รฉnfasis en las coyunturas y las contingencias histรณricas, ha alimentado tanto al liberalismo como al socialismo.

Despuรฉs damos un salto a otro pesimista, Norberto Bobbio. Hombre herido por contradicciones e incompatibilidades, el gran profesor de Turรญn acabรณ siendo un sรญmbolo de la izquierda tolerante, flexible y democrรกtica. Hacia el final de su vida Bobbio exaltรณ lo que en italiano se llama la mitezza, tรฉrmino de difรญcil traducciรณn. Yo dirรญa que es parte de una tradiciรณn mediterrรกnea apoyada en la templanza, la tolerancia y la mesura. Los catalanes usan otro tรฉrmino, el seny, para algo similar. Acaso su origen debamos buscarlo en los griegos antiguos, que para denotar lo que hoy llamamos civilidad o civilizaciรณn, hablaban de praos, una nociรณn que contrasta con lo salvaje o lo bรกrbaro. Se trata de una suavidad, una mansedumbre o una moderaciรณn en las confrontaciones, especialmente en las polรญticas. Despuรฉs de las terribles confrontaciones de la รฉpoca fascista y de la guerra mundial, la exaltaciรณn de un socialismo democrรกtico tolerante y flexible le parecรญa a Bobbio algo fundamental. Desde luego, la concepciรณn de Bobbio sobre la democracia no es original, sostiene Silva-Herzog: proviene de Kelsen, Popper y Schumpeter. Pero lo importante es que Bobbio la introduce en el espacio de la izquierda. Debiรณ ir mรกs lejos, piensa Silva-Herzog, pues lo que hizo fue algo asรญ como arrancarle la idea de revoluciรณn a Marx, lo que equivale a robarle el cielo a los cristianos. No es algo imposible, pienso yo. La socialdemocracia hizo algo similar: sustituyรณ la revoluciรณn por la democracia. Y antes el teรญsmo ilustrado eliminรณ el cielo sin que el Dios cristiano cayese de su trono. Por supuesto, estas mezclas produjeron resultados que trastocaron tanto las tradiciones socialistas como las cristianas.

Aquรญ quiero introducir una digresiรณn que me parece pertinente. Los caminos del socialismo democrรกtico y de la democracia liberal cruzan, desde hace tiempo, por espacios comunes. La separaciรณn del liberalismo y la democracia han ocasionado tantos estragos como la disociaciรณn entre socialismo y libertad. En realidad, el liberalismo y la democracia constituyen dos formas de pensamiento diferentes que sรณlo se ligan claramente despuรฉs de la primera guerra mundial. El liberalismo se asocia originalmente con la exaltaciรณn del mercado, las libertades individuales, la separaciรณn de poderes y la contenciรณn del Estado. De Adam Smith a John Stuart Mill recorre un complejo y polifacรฉtico periplo que no siempre coincide con los caminos de la democracia. Cuando se encuentra con ella produce resultados deslumbrantes, como en Tocqueville. Pero cuando el liberalismo desemboca, por ejemplo, en el evolucionismo de Herbert Spencer, llega a una terrible esterilidad. Por su parte, la tradiciรณn democrรกtica moderna, fincada en el parlamentarismo, transitรณ por caminos igualmente escabrosos, que pasan por Rousseau y Marx. En la tradiciรณn liberal hay largas sombras de autoritarismo, y ello es evidente en la historia latinoamericana, donde el liberalismo arraiga desprovisto de componentes democrรกticos. Acaso la respuesta la tenga Tocqueville: se trata de un problema de costumbres, de mores, no de un problema meramente ideolรณgico. Hay hรกbitos autoritarios profundamente arraigados que han impedido el florecimiento del liberalismo. Yo prefiero hablar de una cultura autoritaria. Ello tal vez explica el extraรฑo carรกcter de la dictadura de Porfirio Dรญaz y del rรฉgimen revolucionario institucional en Mรฉxico.

Silva-Herzog reconoce que Bobbio ha definido la lucha por la igualdad y la defensa de la razรณn como el eje de la izquierda. Al mismo tiempo, dice con toda la razรณn que Bobbio no es un pensador sino mรกs bien un gran transmisor del pensamiento de otros. Bobbio acude a los clรกsicos como si estos estuvieran archivados en una bรณveda intemporal que guarda las riquezas intelectuales de Occidente. En ese archivo ahistรณrico, dice Silva-Herzog, no hay autores, solamente textos. Sรณlo hay papeles, no hay vida personal.

Los tres primeros autores examinados (Schmitt, Oakeshott y Bobbio) escribieron bajo la influencia directa o indirecta del fantasma de Hobbes. Sea para corregirlo, enmendarlo o desarrollarlo, los tres se adentraron en lo que otro de los escritores examinados, Isaiah Berlin, llamรณ la selva hobbesiana donde los seres humanos estรกn poseรญdos por pasiones y deseos, un lugar sin ideales y donde los individuos simplemente colisionan unos con otros y donde es necesario de alguna forma separarlos. Sospecho que Silva-Herzog reconoce que el pensamiento de Hobbes puede originar muy diversas tendencias y explicaciones, algo que por algรบn motivo que se me escapa no le reconoce a Marx. El marxismo, a diferencia de la cepa hobbesiana, contendrรญa una raรญz o una semilla totalitaria. Me parece una apreciaciรณn deudora del evolucionismo decimonรณnico que resulta incรณmoda en el contexto del anรกlisis tan fino y matizado que hace Silva-Herzog de las ideas de sus cinco personajes.

El cuarto personaje examinado es para mรญ el mรกs entraรฑable de todos los que aborda, el que mรกs me ha influido y el que me parece que gusta mรกs a Silva-Herzog. Con Isaiah Berlin nos encontramos fuera (hasta cierto punto) de la รณrbita de Hobbes, en el espacio de un liberalismo que se ha dejado baรฑar por las fรฉrtiles aguas del romanticismo. Lo llama un โ€œliberalismo trรกgicoโ€. Berlin no sรณlo nos enseรฑa cรณmo mirar, sino sobre todo, dรณnde mirar. Nos ha enseรฑado a mirar en la sombra, en la oscuridad irracional. Por eso Silva-Herzog dice que hay dolor en el liberalismo sombrรญo de Berlin. Acaso muchos no resistan la tentaciรณn de etiquetar a Berlin como un pensador reaccionario y conservador. Nada mรกs alejado de la realidad. Como dice Silva-Herzog, siempre se creyรณ un liberal de izquierda. Su admiraciรณn e identificaciรณn por Herzen nos lleva incluso a la tentaciรณn de pensar que era un curioso socialista liberal, un revolucionario desencantado, que sabรญa apreciar la revoluciรณn sin revoluciรณn.

El relato de la breve experiencia mexicana de Berlin, en 1945, es sintomรกtico. Le gusta la exuberancia de la naturaleza (pasรณ diez dรญas en Cuernavaca) pero le disgusta la gente. Como concluye Silva-Herzog: el profesor veรญa a Mรฉxico como un paรญs โ€œque difรญcilmente podรญa formar parte de la civilizaciรณn liberalโ€. Esta afirmaciรณn nos coloca en la pista del quinto personaje explorado por Silva-Herzog, Octavio Paz. Hay en sus reflexiones sobre el gran poeta una ligera ansiedad: ยฟdรณnde estรก la veta liberal de Paz? ยฟTuvo razรณn Berlin en decir que este paรญs estaba fuera de la รณrbita liberal? Paz nunca se considerรณ un liberal. Incorporรณ el liberalismo a su bagaje, con muchas reticencias y crรญticas. Como dice Silva-Herzog: โ€œPaz decidiรณ no elegir: fue un romรกntico, un liberal, un conservador, un socialista, un libertario. Todo; al mismo tiempoโ€. Acaso habrรญa que agregar que tambiรฉn fue un poco existencialista y otro poco heredero de la generaciรณn espaรฑola del 98. Tambiรฉn fue un estructuralista que dejรณ que las redes de la teorรญa envolviesen su obra poรฉtica. De alguna manera era como esa esponja que fue el antiguo rรฉgimen revolucionario institucional.

Las agudas reflexiones de Silva-Herzog sobre la ingenierรญa institucional que impulsa el liberalismo son muy sugerentes. No postula tesis acabadas y casi siempre se contenta con insinuar las respuestas desde la perspectiva de los intelectuales cuya disecciรณn nos ofrece. Pero sus insinuaciones valen mรกs que mil afirmaciones retรณricas. Una de las inquietudes que este libro sembrรณ en mi imaginaciรณn consiste en el impulso a dejar de pensar a las instituciones polรญticas y sociales como si fueran una cebolla. Parafraseando los versos de Szymborska, negarรญamos que la instituciรณn es otra historia: no tiene entraรฑas la instituciรณn, es instituciรณn instituciรณn de verdad, hasta el colmo de la institucionalidad.* Lejos de esta fuga centrรญpeta, Silva-Herzog nos hace pensar que en las tripas de las instituciones (como en las de los autores que analiza) no hay perfecciรณn ni coherencia. En ellas hay reglas, normas y leyes, ciertamente. Pero tambiรฉn hay costumbres, tradiciones y usos (o abusos) morales. Si nuestros polรญticos, en la actual confrontaciรณn crรญtica, leyesen el estupendo libro de Silva-Herzog, acaso se alejarรญan del maniqueรญsmo que los anquilosa. Se alejarรญan de la absurda historia, anclada en inexistentes รฉpocas pretรฉritas, que ahuma con incienso reverencial a las instituciones o las execra como si fueran invenciones del demonio.

Podemos comprender que en las instituciones hay una mezcla de legalidad con legitimidad. Es decir: de reglas y de costumbres, de leyes y de moral. Ahรญ los hombres estรกn enredados y las perspectivas no suelen ser buenas. La decantaciรณn de leyes y legitimidades llega a producir monstruos peligrosos e indescifrables. Las legitimidades pueden pasar por la determinaciรณn de enemigos reales o imaginarios (como querรญa Schmitt), por los rituales conservadores (que admiraba Oakeshott), por la adicciรณn a la tolerancia (tan apreciada por Bobbio), por la tragedia (amada y temida por Berlin) y por el mestizaje ideolรณgico (cultivado por Paz). Por otro lado, las legalidades son sometidas a presiones exageradas y la democracia es denostada como un artilugio formal para encubrir la explotaciรณn y la corrupciรณn.

Silva-Herzog es como aquel pesimista, y yo comparto su sentimiento, que deseaba que su negra profecรญa sobre la realidad polรญtica no se cumpliera: de esta manera siempre sale algo mal.

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*Los versos de Szymborska dicen: “La cebolla es otra historia. / No tiene entraรฑas la cebolla. / Es cebolla cebolla de verdad, / hasta el colmo de la cebollosidad”.

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Es doctor en sociologรญa por La Sorbona y se formรณ en Mรฉxico como etnรณlogo en la Escuela Nacional de Antropologรญa e Historia.


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