La crisálida. El aire
que bebemos hasta el vómito.
La frase que no podemos terminar.
Tulio, enemigo que con la muerte
fuiste amigo. ¿Recuerdas de la vida
lo que fue la vida? ¿Son eriales
o campos de marchitas amapolas
lo que tus ojos ven o inventan?
Crisálidas del miedo. Poetas
sin palabras.Y todas las palabras
que leímos y hablamos
en las ciénagas del olvido.
Dímelo ahora cuando no hay rencor:
¿Es la vida menos ingrata que la muerte?
¿Es la esposa tuya a la que amé rastreramente
la esposa que tú amaste en su hornacina?
Sí, crisálidas condenadas
a vivir de nuevo como luz en el cielo
o agua en los pezones, espejismos
en las ventanas carcomidas de la calle
Pere Grau y en los ojos de la memoria
donde camina Sonia, la que me hace llorar.
Y yo escucho mi llanto
en el vientre de seda. ~