La diosa como esfera

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Octavio Paz  evocaba afectuosamente a un maestro que tuvo en su escuela secundaria. Solรญa llevar a sus alumnos de excursiรณn al campo y, durante los descansos, les recitaba una รฉgloga al paralelepรญpedo, una dรฉcima al triรกngulo o un soneto al nรบmero ฯ€, todos de su inspiraciรณn. A saber si algo tendrรญa aquel maestro de rosacruz, de su fe en las formas puras, en las figuras geomรฉtricas como irradiaciones, si no como lenguaje mismo, de una divinidad plena de catetos e hipotenusas. En todo caso, el maestro habrรก creรญdo con Platรณn que esas figuras inducen la “contemplaciรณn de la idea del bien” y propician “la aspiraciรณn al conocimiento de lo eterno” (La Repรบblica).

Buen maestro era, pues dejรณ en su pupilo una fascinaciรณn perdurable ante los prismas y las esferas. En “Mutra”, poema memorioso, Paz anota entre sus recuerdos importantes la “reflexiรณn sosegada ante la esfera henchida de sรญ misma como una espiga, mas inmortal, perfecta, suficiente”. Asociar a la esfera con la espiga la cubrรญa con los velos de la fรฉrtil madre Ceres y hacรญa de ella una rotundidad genitora. Luego canta a la “geometrรญa vencedora de dioses”, que es un saludo al Platรณn para quien los dioses son los primeros en rendirle pleitesรญa, sobre todo a la perfecta esfera equidistante. La esfera, se exalta entonces Paz, es la “¡รบnica morada digna del hombre!” La esfera cerrada que, cuando abre sus gajos, se convierte en las vasijas con que la Gran Madre alimenta al mundo al mismo tiempo que lo significa. Como antes la esfera, en “Elogio” (1953), ahora es la “Gran vasija de luz hasta los bordes henchida de su propia y poderosa sustancia”.

“Respuesta y reconciliaciรณn”, el รบltimo poema de Paz (1996), discurre sobre el ciclo nacer-morir. Cuando llega a la pregunta impostergable, “¿habrรก un despuรฉs?”, cree que, de ser negativa, la respuesta supondrรญa la “disipaciรณn del tiempo / y de la nada”; y, si positiva, habrรญa un “perpetuo recomienzo del girar insensato”. Sin embargo, el poema desliza una rara alternativa: acceder a un “instante fuera del instante” donde se halla el “reino inmaculado” de “las formas puras”:

Los triรกngulos, los cubos, la esfera y la pirรกmide

y las otras figuras de la geometrรญa,

pensadas y trazadas por miradas mortales

pero que estรกn allรญ desde antes del principio,

son, ya legible, el mundo, su secreta escritura,

la razรณn y el origen del girar de las cosas,

el eje de los cambios, fijeza sin sustento

que en sรญ misma reposa, realidad sin sombra.

No es ya el amor (como es la norma en la poesรญa de Paz) lo que abrirรญa y poblarรญa ese allรญ: ahora son las figuras geomรฉtricas que todo lo preexisten, la “secreta escritura” que hace legible al mundo. Hay una larga tradiciรณn trenzada de ciencia y metafรญsica en esto, claro. Los pitagรณricos buscaron equivalencias entre figuras y conceptos (la justicia, por ejemplo, es cรบbica); Pico y Ficino vieron en las formas geomรฉtricas piezas cruciales de la prisca theologia; Hobbes pensรณ que la geometrรญa es la รบnica ciencia que Dios concediรณ a los humanos antes de crearlos; Pascal siguiรณ a los hermetistas que avizoraron un Dios esfรฉrico; no es raro asociar a Cristo con la esfera, y menos aรบn a Marรญa: la Causa Primera.

¿Quiรฉn habrรก sido ese maestro de Paz? Sus ignorados sonetos geomรฉtricos tambiรฉn tienen tradiciรณn, una que roza a Sor Juana y a otros renacentistas, como el curioso Guillaume de Salluste, seigneur du Bartas, cuyo extenso poema, el inaudito La Sepmaine ou Crรฉation du Monde, asombrรณ lo mismo a John Donne que a Nerval y a los surrealistas, y en el que se lee

Llevad el ojo ahora a las sรณlidas figuras,

cubos, cilindros, prismas, dodecaedros,

y la esfera perfecta que contiene al mundo,

en sรญ misma ella misma, sin orillas ni centro…~

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Es un escritor, editorialista y acadรฉmico, especialista en poesรญa mexicana moderna.


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