El normalista que vino del frío

La FECSM en las normales: servicio a la carta

Es inquietante que las normales rurales funcionen a las órdenes de jerarquías y patrones ocultos, clandestinos. 
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En acatamiento al imperativo moral al que apelan reiteradamente las fuerzas críticas en el sentido de saber qué ocurrió el 26 de septiembre en Iguala, y atento a la legítima demanda de los padres de familia que exigen saber quiénes enviaron a sus hijos a esa ciudad, para qué, por qué a los de primer año y por qué en la noche, continúo con mis pesquisas.

La semana pasada argumenté que los jóvenes fueron enviados ahí por órdenes de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), organización ufana de su carácter “semiclandestino” que controla las normales rurales con los procesos de admisión y condiciona la estancia y avances del alumnado a cambio de sumisión y trabajo. 

Si la Constitución dice “todo individuo tiene derecho a recibir educación”, la FECSM responde que por individuo sólo entiende a quien se le someta. Si la Constitución dispone que la educación sea laica, democrática y fiel al progreso científico, la FECSM responde que progreso, ciencia y democracia sólo se entienden de acuerdo con su religión, que es la marxista-leninista.

Y si la Constitución ordena que “toda la educación que el Estado imparta será gratuita”, en las normales rurales, como la FECSM ha sustituido al Estado, ha convertido a los normalistas en sus burócratas, en sus empleados, unos empleados que deberán pagar con trabajo forzado la bendición de haber sido aceptados, el favor de permanecer, el de graduarse y, eventualmente, el don final: recibir una plaza laboral de maestro al servicio del Estado (del otro).

Es así que el 26 de septiembre de 2014, la FECSM dio la orden a la “Cartera de Lucha” de ir a “tomar entre 12 y 15 autobuses” (según el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, GIEI) y los “pelones”, sumisos y resignados, obedecieron porque esa es su manera de pagar su colegiatura.

La indoctrinación en las normales de la FECSM es metódica y continua, y el trabajo de sometimiento es prácticamente militar (la prensa y las redes suelen asombrarse ante la disciplina y el orden que muestran los normalistas en las marchas). Y obedecer no es una virtud: es un requisito para la permanencia en la escuela.

Un relato documentado de la forma en que la FECSM somete a la obediencia a sus empleados se aprecia en un episodio que, me parece, no ha sido evocado a raíz de Ayotzinapa.

Se trata de lo ocurrido en el Auditorio Justo Sierra (reconsagrado al “Che” Guevara) de la UNAM el 3 de marzo de 2014, cuando una treintena de “porros” despojó durante unas horas de ese reñido edificio a los anarkos, sus actuales posesionarios. Hubo bastante violencia, como se aprecia en este reportaje.

En la trifulka para rekuperar su kasa, los anarkos hicieron “prisionero” a uno de esos “porros” y lo sometieron a un interrogatorio bastante juvenil y revolucionario, antes de presentarlo ante “la comunidad universitaria” para rendir su declaración ampliada.

El tal “porro” prisionero declaró llamarse David Moreno Palacios y declaró ser alumno de primer grado de la Normal Rural “Lázaro Cárdenas” de Tenería en el Estado de México. En esa normal, dijo el joven con franqueza, “nos dan comida y casa y pagamos con trabajo”. Ante el tribunal estudiantil, relató cómo había ido a dar a ese entredicho: dijo que recibió “un citado” en su Normal y lo obedeció porque quien no obedece un citado merece un reporte y quien junta cuatro reportes es expulsado de la Normal.

El muchacho contó que lo citaron con los demás “pelones” a la una de la mañana de ese día, que los subieron (“por jerarquías”) a un autobús con las cortinas cerradas; que durante un citado está prohibido hablar y menos aún preguntar a dónde los llevan. Viajaron un buen rato hasta llegar a un sitio donde los bajaron del autobús, les ordenaron cubrirse las caras con capuchas,  les dieron palos y les ordenaron tomar un edificio que nunca habían visto que resultó ser el Auditorio.

Luego vino el previsible alboroto. Se emitieron los obligatorios alaridos sobre la autonomía violada, vinieron las denuncias sobre cómo a esos porros los había enviado la rectoría, o el gobierno, o el PRD o un par de ideólogos y líderes de alguna de las combatientes cuanto abundantes izquierdas universitarias, líderes que desde hace años exijen de manera vehemente que el Auditorio sea regresado a los “verdaderos universitarios” (o sea a ellos). 

Los anarkos, o facciones de anarkos, llenaron las redes sociales con sus propias denuncias. Unos dijeron que la “brutal agresión fascista” la cometieron la Coordinadora del Auditorio Che Guevara, el Comité Cerezo, el Frente Nacional de Lucha por el Socialismo (FNLS) y la Brigada Multidisciplinaria. Otros agregaronque esas organizaciones, así como la FECSM, “son organizaciones fachada del Ejército Popular Revolucionario”.

En cualquier caso, más allá de las acusaciones entre esas decenas de organizaciones, es un hecho que el grupo de atacantes del Auditorio fue enviado por los líderes de la FECSM de la Normal de Tenería, que en la entrada correspondiente a “March 5, 2014” de su página web “oficial” acepta su responsabilidad

Es así que el pasado 03 de marzo una vez más el Estado intenta desprestigiar nuestra organización, mediante una campaña mediática, acusándonos de agresivos, cuando nuestro trabajo ha sido la defensa de la educación y de los espacios políticos. Esto nos ha llevado a expandir nuestro trabajo con otras organizaciones que tienen ejes de lucha afines a los nuestros. Es por ello, que nuestro trabajo en el Auditorio Che Guevara esta precedido del acompañamiento de colectivos estudiantiles y organizaciones populares, ejemplo de ello, son los foros académicos, encuentros deportivos y culturales, así como faenas de las que fuimos parte. Este trabajo es parte trascendental para el movimiento popular y social, en tan representativo espacio como lo es el Auditorio Che Guevara.

Es inquietante que las normales rurales, las mismas que el ánimo contestatario y los escritores famosos endiosan como baluartes de la libertad, arietes contra la opresión y vanguardia de la igualdad, funcionen a las órdenes de jerarquías y patrones y mandamases que venden, rentan o pactan servicios de violencia a domicilio.

En su libro Los 43 de Iguala, Sergio González Rodríguez escribe que en la normal de Ayotzinapa hay un recinto exclusivo para los líderes, un cuarto que es

el espacio confidencial de los iniciados. La red clandestina que maneja el activismo revolucionario de Guerrero. Desde el punto de vista de la ideología revolucionaria, los 43 estudiantes serían las víctimas ofrendadas por sus dirigentes en un sacrificio utilitario.   

¿Quiénes son?

(Una versión abreviada de este escrito apareció en el diario El Universal)

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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