Todos los años hay buenas y malas cosechas tanto de vinos como de obras de las letras, de las artes y del cine. Hacia finales del 2010 el crítico de cine Francisco Llinás, pensando en un monumental libro antológico de las mejores cosechas anuales de la cinemtografía mundial desde los años 40, me pidió unas páginas sobre mis cinco preferidos films hollywoodenses de 1946. Hace unas semanas supe que Llinás murió en febrero de este 2011 sin haber llevado a cabo su monumental proyecto, y ahora presento aquí como homenaje al querido amigo el texto que le envié y quedó inédito. En este tiempo en que es posible tener una cineteca hogareña gracias al DVD, acaso estas páginas den buenos tips a los recientes cinéfilos.
En el año 46, Hollywood obtenía una de las mejores cosechas fílmicas anuales de una de las mejores décadas de todo el cine norteamericano. Aquí van, en orden de preferencia, y antecedidos por los títulos en español impuestos en México, los que han resultado ser cinco de mis films de culto del Hollywood de 1946:
Pasión de los fuertes(My darling Clementine), de John Ford.— La amistad entre el tahur Doc Holliday y el sheriff Wyatt Hearp y la intervención de ambos en el tiroteo contra el clan de los Clayton en el Corral OK de Tombstone, Arizona, dio a John Ford, para mí el más grande realizador de toda la historia del cine, la ocasión de realizar uno de sus más bellos westerns, tan extraordinario que, en medio de un reparto excelente, hasta Víctor Mature, actor más bien pesado, cumple señorialmente con su personaje: el de un ex dentista, un dandy y tahur de los saloons, un aficionado a Shakespeare y el más veloz, el más atinado usuario de un arma de seis tiros.
Los mejores años de nuestra vida(The best years of our lives), de William Wyler.— La obra maestra de un cineasta que rara vez fue más que un eficiente realizador, es un drama realista y sin veleidad melodramática sobre el retorno de los soldados norteamericanos de la Segunda Guerra Mundial a la patria en la que no recobrarán sus habituales empleos ni el ambiente hogareño ni la simpatía de quienes ocuparon sus lugares en la retaguardia. Una de las cuatro historias entrelazadas, la de la inadecuación en la vida familiar de un hombre sin brazos (que, dentro de un ya excelente cast, interpreta un actor no profesional y realmente mutilado de guerra: Harold Rusell), es el eje temático y emotivo de la película, que mereció casi todos los óscares de ese año.
Qué bello es vivir(It’s a wonderful life), de Frank Capra.—Este cuento de navidad dickensiano, situado en días finales de la Segunda Guerra Mundial, da a medio argumento un giro hacia el drama más negro, cuyo acento pesimista no será del todo borrado por el urgido happy end. La parte intermedia de la película, toda la larga y dura pesadilla “alternativa” sobre lo desdichada que habría sido la vida en la pequeña ciudad de Bedford Falls si no hubiera existido el humilde ciudadanoGeorge Bailey(James Stewart),es de tono tan sombrío y amargo que advertimos que, después de la guerra (que filmó documentalmente), Capra ya no creía en el feliz American way of living de su cine anterior, pero no había perdido la gracia del narrador de la buena gente.
Tuyo es mi corazón (Notorious), de Alfred Hitchcock. —Drama dizque de espionaje, Notorious es uno de los más espléndidos y perversos films de Hitchcock en el apogeo de su arte del suspense y de la tendencia a la ambigüedad moral. El experto espía Cary Grant sufre avasalladores celos de la novata espía Ingrid Bergman… a quien ha obligado a casarse con Claude Rains (un villano enternecedor de puro enamorado) para investigar a un grupo de espías hitlerianos. Son célebres dos complicados movimientos de cámara: uno para captar sin corte un largo y goloso beso entre Grant y Bergman en un largo recorrido de un cuarto de hotel hasta un balcón exterior; y el otro filmado en big top-shot desde lo alto de una suntuosa escalinata interior hasta una sala en fiesta, en la cual, con un final big close-up, se descubre una llave oculta en la mano de Ingrid. ¡Diabólico virtuoso Hitch!
Al borde del abismo (The big sleep), de Howard Hawks.—Basada en una dura e irónica novela de Raymond Chandler, con un guión en el que algo intervino el también novelista William Faulkner, esta es una de las inquietantes joyas del gran cine negro norteamericano. Película muy de “atmósfera”, su trama de una onírica ambigüedad, sin solución final (Chandler Faulkner y Hawks confesaban no saberla), se enrosca, más que se despliega, en una muy nocturna y ominosa Los Ángeles City. El dúo Bogart-Bacall —ya dueño de un prestigio mítico iniciado con Tener y no tener, también de Hawks — se goza en un duelo de réplicas y contrarréplicas y de indirectas eróticas que es uno de los encantos de la película. Está también el extraordinario personaje de Elisha Cook Jr., el hombrecito chantajista de mirada perpleja que se gana una secuencia en la que, para no parecer un cobarde ante el matón Canino, bebe de un vaso de agua sospechando que está envenenada, lo comprueba inmediatamente y muere dedicándose una risa sarcástica.
Las cinco películas, en en blanco-negro-y gris, y en el tradicional formato de 3 por 4, son muestras ejemplares del espléndido cine que hacía Hollywood en los años cuarenta, antes de la pantalla ancha, del totalitario sonido estereofónico y los aparatosos trucos del collage óptico, cada vez más aburridoramente frecuentes.
Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.