Kimbo entra como un toro a la arena. Lleva el torso descubierto, la barba larga y los pantalones cortos que acostumbra. Sin siquiera saludar a su contrincante, aprieta los hombros, afila los puños y se pone en guardia. No hay campana sino un corre video. Kimbo comienza a botar sobre las bolas de los pies. Jamás para de moverse, baila desde la cintura como un boxeador de vieja escuela; no pierde el orden de las manos. El rival en turno trata de descifrar el acertijo que se le ha puesto enfrente. Invariablemente, Kimbo es más alto y tiene un mayor alcance con el jab. Así, la única posibilidad de triunfo para el enemigo es romper la guardia de Kimbo, meterse entre las manos del moreno. Pero no es cosa fácil: el boxeo es un arte y un fajador de calle rara vez sabe cómo resolver el ajedrez que, entre bamboleos, plantea el peleador con experiencia. Por eso, la mayoría de las golpizas que Kimbo protagoniza terminan en menos de tres minutos, la duración de un round en el boxeo de los encordados. El tipo es, simplemente, una máquina.
En el extraño mundo de YouTube, pocos personajes como Kimbo Slice, el enorme peleador que reta a los valientes de la cuadra a peleas en un patio cualquiera por unos cuantos dólares. Acompañado de un equipo de video que lo graba todo para luego acrecentar la leyenda cibernética de su jefe, el hombre reparte trancazos educados para luego, como un caballero, ayudarle al maltrecho oponente a levantarse. Kimbo es un monstruo gentil. Cuando pelea contra Dreads, un retador regordete que escoge un estacionamiento para plantarle cara, Kimbo necesita sólo de un uppercut bestial para mandar al iluso al pavimento. Luego lo abraza. A Adryan, un blanquito pedante que se truena los nudillo para “impresionar”, le llueven ganchos a la quijada hasta que tira la toalla. Como esas hay otras tranquizas memorables.
Pero Kimbo Slice no es invencible. Hace unos meses, se vio las caras con Sean Gannon, un official de policía retirado que le hizo ver su suerte en una pelea de más de diez minutos que, quizá por agotamiento, marcó el final del invicto de Kimbo. Aún así, Kimbo no reconoce su derrota. Apenas terminó el combate, acusó a Gannon de haber usado técnicas ilegales. Ahora, Kimbo quiere la revancha: “estaría dispuesto a dar cualquier cosa por pelear con Gannon otra vez”, dijo Kimbo hace poco. Cuando el reportero le preguntó exactamente qué estaría dispuesto a entregar con tal de cobrar venganza, Kimbo fue espartanamente claro: “daría mi testículo izquierdo”.
Priceless.
– León Krauze
(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.