Hace un año desaparecieron 43 estudiantes en el municipio de Iguala, Guerrero. Solo los restos de dos, Alexander Mora Venancio y Jhosivani Guerrero de la Cruz, han podido ser identificados en la Universidad de Innsbruck, en Austria. De los demás no se sabe nada. Las notas que siguen son una lectura personal de los libros de Esteban Illades (La noche más triste, Grijalbo, 2015) y Sergio González Rodríguez (Los 43 de Iguala, Anagrama, 2015), y del Informe Ayotzinapa, del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, GIEI (2015):
1. Los 43 desaparecidos distan de ser una excepción. En esa zona de Guerrero en los últimos tres años se han denunciado cuatrocientas sesenta desapariciones y quinientos asesinatos. Guerrero está 238% arriba de la media nacional de homicidio; Iguala, 210% por encima de la media (Los 43 de Iguala). Cinco de los municipios más violentos del país se encuentran en ese estado. Acapulco está considerada la ciudad más insegura del país. La impunidad en Guerrero es del 97.5%.
2. Tampoco a nivel nacional los 43 desaparecidos en Iguala son excepcionales. De un año a la fecha, aproximadamente unas cuatro mil quinientas personas han desaparecido en México. Dos personas por hora, trece personas diarias (Homero Campa, “13 desaparecidos al día”, Proceso, 8/2/2015). Desde que, emulando a Richard Nixon, Felipe Calderón declaró en 2006 la guerra contra el tráfico de drogas, han muerto setenta mil personas y veinte mil se encuentran desaparecidas en relación con esta lucha, según el conteo oficial. De acuerdo con estimaciones independientes son 120,000 los muertos y desaparecidos (R. Herrera, “Estiman 101 mil asesinados en el sexenio”, Agencia Reforma, 27/11/2012). Una autentica catástrofe a nivel mundial.
3. ¿Por qué los desaparecieron? (i) Hasta el momento se han propuesto cuatro hipótesis. La primera, la oficial, fue expuesta por el procurador Jesús Murillo Karam: los estudiantes de Iguala se proponían “reventar” el acto de María de los Ángeles Pineda, esposa de José Luis Abarca, con el que formalmente iniciaría su precampaña para contender por la presidencia municipal de Iguala. Abarca, al ser notificado por un halcón de que los normalistas habían entrado a la ciudad, dio la orden: “Procedan.” Dice Esteban Illades: “ningún normalista se acercaría al informe esa noche”. Se trataba de contenerlos por todos los medios posibles. La hipótesis de la pgr es endeble: al momento en que los estudiantes ingresaron a la ciudad el acto de la señora Pineda ya había concluido.
4. ¿Desaparecidos? Según el informe rendido por el procurador Murillo Karam, antes de la medianoche del 26 de septiembre, los estudiantes ya habían sido asesinados. Un dato inquietante: la madrugada del 27, la madre del normalista Jorge Aníbal Cruz recibió un mensaje de texto de su hijo: “mamá me puede poner una carga me urge” (Informe giei). Entre el 28 de septiembre y el 20 de octubre varias llamadas entraron al celular del normalista. Aparte de ese celular, cuatro teléfonos siguieron activos. La pgr no hizo ninguna gestión para geolocalizarlos. De acuerdo con el periodista Raymundo Riva Palacio, la pgr intervino “mensajes de texto donde daban la apariencia de estar perdidos en la sierra” (El Financiero, 9/9/2015). El giei insiste en su informe en que se debe continuar la búsqueda de los 43 estudiantes desaparecidos.
5. ¿Por qué los desaparecieron? (ii) Hipótesis del giei: la policía de Iguala no hizo nada por impedir la llegada de los normalistas a la ciudad. Era habitual que botearan y secuestraran camiones. Permanecieron una hora y media en Iguala sin ser molestados hasta que los estudiantes deciden llevarse unos autobuses de la central camionera. En ese momento todo se activa. Entran en acción todas las policías: municipales, estatales y federales. En un caso le cierran el paso a un autobús y golpean a los estudiantes. En otro, las patrullas municipales y ministeriales rodean el camión, bajan a los estudiantes y matan ahí mismo a dos, a quemarropa. Balacean otros dos vehículos, tirando a matar. A uno más, que ya iba de salida de Iguala, y que no estaba ocupado por normalistas sino por integrantes del equipo de futbol de los Avispones, le disparan a mansalva: matan al chofer, a un jugador y a la pasajera de un taxi que se encontraba cerca del autobús. Al quinto camión tomado por los estudiantes le dan alcance patrullas federales. Bajan a los muchachos. Estos huyen y se refugian en casas y en el monte. Salvan la vida. El giei considera que este camión llevaba una carga de droga o dinero escondido en un compartimento. La hipótesis sostiene que los desaparecen por creer que trataron de robarles ese supuesto cargamento a los Guerreros Unidos. Deciden dar un castigo ejemplar a los “ladrones”.
6. No existen pruebas de que los dirigentes de la Normal de Ayotzinapa hayan enviado a los muchachos a robarse un camión “cargado”. Al parecer los normalistas tomaron la decisión de dirigirse a Iguala sobre la marcha. De lo que no parece haber duda es de que, una vez que los normalistas se hicieron del quinto camión, la acción contra ellos fue coordinada, eficaz y despiadada. Sergio González Rodríguez la describe como “una operación complicada para policías y criminales ordinarios bajo el mando de un jefe ignorante”. Se trató de una operación sincronizada, bajo un mando único que coordinó a los distintos grupos policiales (municipales, estatales, federales) que persiguieron y atacaron a los estudiantes en nueve puntos de la ciudad, con un objetivo claro: impedir que los camiones recién confiscados de la central salieran de Iguala.
7. ¿Por qué los desaparecieron? (iii) Un presunto enfrentamiento entre cárteles es otra de las hipótesis de la pgr. Dice Illades: “En 2014 la guerra por Iguala estaba en pleno apogeo”, “los Rojos intentaban hacerse de la plaza”. El contexto: el precio de la amapola –de la cual Guerrero genera el 42% de la producción nacional (Grecko-Espino, “El Pentágono de la Amapola”, Esquire, 5/2/2015)– iba al alza. El jefe de la plaza de los Guerreros Unidos en Iguala estaba sobre aviso y transmitió a los suyos: “Nos atacan los Rojos.” Policías de Iguala y Cocula dan caza a los estudiantes, los aprehenden y se los entregan a los sicarios de los Guerreros Unidos. Los trasladan al basurero de Cocula. En el trayecto treinta normalistas mueren de asfixia (en el camión los llevaban apilados unos encima de otros). Al resto los golpean y los matan. Al fondo del basurero arman una pira con madera y llantas. Los queman a todos. (Algo extraño en esta hipótesis: los estudiantes no iban armados. Se defendieron de los policías a pedradas. De haberse “filtrado” entre los estudiantes, los Rojos enemigos de los Guerreros Unidos habrían llevado algún tipo de arma.)
8. “¿A qué vienen? ¿De dónde vienen? ¿Son Rojos?” Lloviznaba. Los estudiantes lloraban y gritaban. Los torturaron. Un estudiante dijo: “Ya, Cochiloco, ¡diles a qué venimos!” “¿Eres Rojo?” “Sí, sí soy.” El Cochiloco señaló a un posible cómplice antes de morir (La noche más triste).
9. De tiempo atrás la Normal de Ayotzinapa ha funcionado como un foco de resistencia antigubernamental. De ahí salieron Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas. La Normal brinda educación comunitaria, una ideología socialista y un adoctrinamiento revolucionario. “Para la ideología revolucionaria –escribe Sergio González Rodríguez–, la sangre sacrificial marca el acontecimiento del que deriva una lucha continua.” ¿Quién es el responsable de haber enviado a los estudiantes a Iguala? ¿Lo decidieron ellos mismos en el momento o alguien desde Ayotzinapa los mandó al matadero? ¿Por qué no han sido llamados a declarar el rector de la normal y los integrantes de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México y del Club de Orientación Política e Ideológica? “La sangre de los combatientes previos es ‘el abono’ imprescindible para la Revolución” (Los 43 de Iguala). Para las organizaciones revolucionarias lo importante es radicalizar las acciones, capitalizar toda crisis “con el fin de acelerar el acontecimiento revolucionario”.
10. La hipótesis que llevó a los investigadores de la pgr a concluir que los cuerpos de los normalistas fueron cremados en el basurero de Cocula se sostiene principalmente por las confesiones de los victimarios. Muy extrañas “confesiones autoinculpatorias”. En otras partes un acusado puede negarse a declarar en contra suya. En México es casi normal que se obtengan confesiones mediante golpizas, tortura y presión sobre los familiares. La tortura, según la onu y Amnistía Internacional, es una práctica extendida en el aparato judicial mexicano. Para el giei, las tres confesiones que se obtuvieron para identificar el lugar y la forma en que se cremaron los restos de los normalistas fueron realizadas bajo tortura.
11. ¿Por qué los desaparecieron? (iv) Ante las múltiples inconsistencias que presenta la investigación de la pgr (la mal llamada “verdad histórica”), se abre el terreno para las especulaciones, aun para las –en apariencia– más descabelladas. El giei propone la hipótesis del quinto camión. En Los 43 de Iguala Sergio González Rodríguez va más allá. Luego de entrevistar a expertos y analistas de la realidad geopolítica –que no dan su nombre, suponemos que por razones obvias–, plantea que en Iguala ocurrió un enfrentamiento entre fuerzas insurgentes y contrainsurgentes. Propone a Iguala como un complejo escenario internacional donde confluyen los intereses estratégicos de los Estados Unidos (tráfico de drogas y armas), de China (contrabando de hierro y uranio) y de la guerrilla sudamericana (específicamente de las farc), con un activismo revolucionario local, ya que en esa zona de Guerrero actúan el epr y el erpi. Ante tal escenario, González Rodríguez sugiere ampliar la mirada y entender la matanza de Iguala como un ejercicio que sirvió para contener a los grupos insurgentes incubados y encubiertos en Ayotzinapa. Afirma categórico González Rodríguez: “De acuerdo con fuentes de la inteligencia del gobierno mexicano, la investigación sobre los 43 detectó la presencia de agentes de la cia entre los participantes en los hechos de Iguala.”
12. Según González Rodríguez, en México operan veinticinco mil agentes de la cia a cargo de operaciones encubiertas. La cia cuenta con 55 bases de uso exclusivo. En Guerrero “operan agencias de inteligencia y seguridad de Estados Unidos”. Para el autor de Los 43 de Iguala, la operación en Guerrero guarda semejanzas con operaciones de contrainsurgencia en El Mozote (El Salvador, 1981) y El Salado (Colombia, 2000). Recientemente, la Secretaría de la Defensa Nacional terminó por reconocer que entre los 43 desaparecidos de Ayotzinapa “hubo al menos un soldado en activo e infiltrado” (cnn México, 19/6/2015).
13. Aquella trágica noche del 26 de septiembre arrojó seis muertos, cuarenta heridos, 43 desaparecidos, setecientos familiares directos afectados y una sociedad dividida y escéptica. Muchos creen (quieren creer) las razones que ofreció la pgr. La investigación, en principio, está viciada y “judicialmente dispersa en catorce causas penales en ocho juzgados en distintas ciudades del país”. En el informe de la pgr, según se asienta en el contrainforme del giei, las declaraciones de policías y acusados “se contradicen entre sí y los hechos”. Para los investigadores es evidente “que desde el más alto nivel se construyeron teorías que no coinciden con los hechos y que solamente lograron perjudicar seriamente la investigación”. Un claro ejemplo de esto: la pgr omitió “todos los testimonios y elementos que prueban la presencia y participación de los cuerpos federales”. Para Esteban Illades, la investigación de la pgr “muestra una negligencia en cuestiones tan básicas que debería llevar a replantear el aparato entero de la investigación”. Más datos: hay escenas del crimen que nunca se investigaron, dentro de un camión se encontró ropa con sangre, que nunca fue analizada; hay pruebas que se mezclaron y que hacen imposible saber cuándo sucedió qué; las escenas del crimen no fueron preservadas; hay pruebas (videos) desaparecidas; la pgr nunca hizo el perfil de los 43 estudiantes desaparecidos; nunca se investigó el quinto camión; no se hizo un examen del contexto: el entorno criminal de Guerrero y la vertiente del narcotráfico. Respecto a la quema de los cuerpos en el basurero de Cocula, Illades asegura: “falta evidencia física para poder concluir cualquier hipótesis. Incluso si hubo incendio o no”.
14. El libro de Esteban Illades, demasiado fiel a la versión oficial, valida, pese a sus dudas, la tesis de la cremación en el basurero de Cocula. Esa versión, en el informe de los expertos del giei, queda por entero descartada. Lo único cierto, dicen los expertos de este grupo, es que los estudiantes fueron entregados por la policía al cártel de Guerreros Unidos. La posibilidad de un quinto camión con cargamento no es más que una hipótesis de trabajo. El libro de González Rodríguez es de miras más amplias y brinda un mayor contexto histórico y político. Su excéntrica tesis –la cia apoyando a las fuerzas de seguridad mexicanas en una operación de contrainsurgencia– no pasa de ser una ocurrencia. Ninguno de los tres textos ofrece una conclusión definitiva y no podría haberlo hecho tratándose de un tema tan complejo, pero cada uno aporta elementos para ahondar en una conversación necesaria en nuestro país.
15. La indignación nacional e internacional por la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa es mayúscula. No así en la zona de Chilpancingo e Iguala, según comenta Sergio González Rodríguez. En Guerrero lo que hay es hartazgo por los excesos y delitos cotidianos que cometen los normalistas. Se “apropian de vehículos, mercancías, productos”, secuestran, bloquean carreteras, golpean y retienen a los choferes de los autobuses, exigen dinero o donaciones “mediante amenazas o violencia”, “causan daño en propiedad ajena”, vandalizan, portan y usan armas. Para González Rodríguez delincuencia organizada es la de los narcotraficantes y la de los estudiantes que secuestran. “Se ponen al mismo nivel que los criminales y policías que mataron a sus compañeros”, dice uno de sus entrevistados. Los normalistas se han apropiado de entre treinta y ochenta millones de pesos provenientes de las casetas de cobro, han “expropiado” ciento veinte vehículos oficiales y privados. Concluye González Rodríguez: “la impunidad persiste también entre los inconformes con el orden social”.
16. ¿Fue el Estado? La consigna se repitió por las calles de todo el país. Es difícil saber si la acusación parte de un análisis detenido de lo ocurrido o del enojo que en sus adversarios provoca el jefe del Ejecutivo y su paquete de reformas estructurales. El enojo social creció porque el presidente decidió irse de gira a China en vez de enfrentar la crisis ocasionada por la falta de acciones para resolver la situación de los desaparecidos. A un año de ocurrida la tragedia, Peña Nieto no ha visitado Iguala. El informe del giei afirma que las muchas fallas del informe de la pgr tienen su origen en el intento de ocultar la presencia activa de policías federales en los hechos criminales de Iguala y la actitud pasiva del ejército ante la agresión contra los normalistas. Más aún: en los últimos años Iguala se convirtió en una zona donde campean la droga y la violencia. El gobierno federal, responsable del combate a las drogas, dejó que la situación creciera sin poner freno al deterioro social. Pese a contar con información desde la misma noche de los acontecimientos en Iguala, el gobierno federal se mostró, por decir lo menos, omiso y negligente. ~