Láminas de tiempo

Este informe confirma que finas láminas del tiempo de vida de una persona se pueden aislar y tratar por separado.
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Las personas que se ofrecieron voluntarias para participar en la serie de experimentos que han culminado en este gran hallazgo siguen con sus vidas y no se han reportado problemas más allá de algunos incidentes menores. La mayoría ha aceptado desligarse de sus personas derivadas.

Es pronto para pronosticar utilidades prácticas, aunque a nivel teórico y filosófico tanto el concepto como la ejecución y los primeros resultados han suscitado ya un vivo debate en el ámbito que le concierne.

Este informe confirma que finas láminas del tiempo de vida de una persona se pueden aislar y tratar por separado. La primera finalidad de este mensaje, una vez declarado el éxito de las pruebas, es conseguir financiación; la segunda, comunicar los resultados a las personas que se prestaron voluntarias y compartir con ellas algunas cuestiones no previstas en el proyecto inicial.

Se desvela que la vida, en este caso humana, se puede descomponer en unidades de tiempo inferiores al segundo; se reconoce que los medios disponibles no permiten seccionar fragmentos más finos porque, según explican los equipos que han logrado esta proeza, al bajar de unos milisegundos se deshace el contenido y las lonchas son inconsistentes. De todas formas confían en seguir avanzando en el procedimiento siempre que obtengan la financiación que es el objetivo de este anuncio.

Por ello urge rebajar la euforia y desmentir los rumores que insisten en que la secuencia de tiempo que se ha conseguido aislar y conservar es menor a la milésima de segundo. La capa más fina de realidad completa obtenida es de varias centésimas de segundo. Por razones de patentes que están en trámite no se puede precisar más el grosor temporal de estas lonchas o tajadas de realidad ni, por supuesto, los métodos utilizados para aislarlas.

La percepción humana capta la vida como un continuum de tiempo/espacio; la consciencia no permite, al menos hasta ahora, separar momentos tan breves y, menos aún, observar sus características e interactuar con ellos fuera del flujo vital que hasta la fecha parecía algo inherente a la experiencia humana, cosa que cuestionan estos hallazgos.

Los resultados, siempre provisionales, desbordan de tal manera el proyecto inicial –poco más que una modesta exploración semicientífica del carpe diem con fines comerciales– que han disparado las expectativas, lo que obliga a replantear con urgencia la naturaleza y la dimensión de la propia empresa dado que además debe custodiar y mantener los nuevos entes y dotarlos de identidad jurídica. Por otra parte, el hallazgo obliga a revisar el concepto de lo humano o, con más precisión, de la vida.

Al aislar el momentum en condiciones inéditas se ha hecho posible contemplar, evaluar y conservar la vida en una lámina de tiempo sin que por ahora –todo es muy reciente– se haya verificado deterioro, desgaste o, tal como se preveía y como en apariencia ocurre en la vida normal (a otra escala), desaparición.

Esta asombrosa propiedad de la conservación sin merma, avalada por lo que luego se dirá, invita y obliga a explorar una hipótesis que ciertamente excede las pretensiones que inspiraron el experimento: ¿y si los momentos que componen la vida tuvieran entidad propia e incluso fueran independientes y solo la forma natural y muy limitada de acceder a ellos –digamos los sentidos, la consciencia o el vídeo– explicara la continuidad que venimos dando por natural?

Estas explicaciones preliminares tienen la función de dosificar el impacto de la revelación que ha surgido en el curso de las pruebas y que es la siguiente: El fragmento de tiempo de una persona contiene entera a esa persona.

O bien: Las personas que han donado y a las que se ha extraído una lámina o fracción de su tiempo están completas en esa loncha de menos de un segundo.

Una vez asimilada esta evidencia es fácil invocar la obviedad de que cada célula, con dos excepciones, contiene todo el adn nuclear. Pero esta analogía no ayuda a explicar cómo puede aguantar una persona completa atrapada en un fragmento de tiempo menor de un segundo. Los procedimientos deben permanecer en secreto, pero incluso para las personas y máquinas que los han ideado y ejecutado hay aspectos inexplicables, algo que por otro lado es consustancial a estas materias y al universo en general.

La hazaña fortuita añade un nuevo ingrediente que es inexcusable nombrar: una vez aisladas esas fracciones de tiempo personal, y ya verificadas su conservación y vitalidad, ha sido un paso natural establecer comunicación con las personas que habitan o producen esa fracción de vida y que, aun siendo herederas o derivadas de las que se prestaron a participar en el experimento, han adquirido –o mantenido– vida propia, independiente de sus originales.

Renuncio a reclamar a la persona de la que se obtuvo el fragmento de tiempo en el que vivo, así como a la empresa que ha realizado la separación y conservación de esta lámina de tiempo, sea cual sea la naturaleza de ambas y la mía, ahora y en el futuro.

Una vez aceptada esta renuncia se procede a grabar la conversación con los seres que viven en sus láminas de tiempo. Lo más significativo es que se encuentran bien y manifiestan que en su entorno el mundo está completo y no detectan las limitaciones que se presumen desde el exterior. Para resumir: en ese ambiente el tiempo es corto pero el espacio es infinito (la lámina, si bien delgada, no tiene límites), lo que, según dicen, compensa.

Las nuevas personas no exigen identidad jurídica humana, nacionalidad, etc. Si a la publicación de este informe no han surgido inversores, clientes o socios se procederá al borrado total. ~

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(Barbastro, 1958) es escritor y columnista. Lleva la página gistain.net. En 2024 ha publicado 'Familias raras' (Instituto de Estudios Altoaragoneses).


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