La ruina y la esperanza

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En enero de 1959, al triunfo de la insurrección, las relaciones entre ee.uu. y Cuba eran normales y de mutuo respeto, después de más de un siglo de conflictos: oposición norteamericana a la independencia de la isla, intervención militar de 1898, exclusión de los cubanos del tratado de París, ocupación de la isla e imposición de la enmienda Platt, que haría de Washington el árbitro de los asuntos cubanos, como condición para la retirada en mayo de 1902.
La intervención norteamericana fue positiva en el orden económico, de la salud y la educación, y contribuyó a superar la crisis dejada por la guerra, pero fue negativa políticamente, y dejó una secuela de frustración nacional, fatalismo histórico y desmoralización colectiva.
     La Revolución de 1933, inspirada en los ideales martianos, cambió el destino de Cuba, eliminó la enmienda Platt y produjo una transformación social, política y económica en sólo ciento veinte días de gobierno, y fue derrocada por la intervención del embajador de EE.UU., el segundo golpe del coronel Batista y el apoyo de los intereses creados, afectados por la revolución. La lucha contra la dictadura militar y las circunstancias internacionales, obligaron al régimen a convocar a elecciones constituyentes, que tuvieron como resultado la elaboración de la Constitución de 1940, una de las más avanzadas y progresistas de América. El período democrático de los gobiernos auténticos (1944-1952) produjo desarrollo económico y social y amplias libertades públicas, pese a sus lacras de corrupción.
     Con razón afirma el historiador Calixto Masó: "El 20 de mayo de 1902 no es una fecha de heroísmo o de dolor como otras de la historia de Cuba, sino de una sincera alegría […] aunque nuestro país, en su evolución histórica, no llegó a ser lo que anhelaron los libertadores, tampoco fuimos como nos pintan los comunistas." El 10 de marzo de 1952, el tercer cuartelazo de Batista acabó con la democracia y las libertades públicas, y, pese al repudio del pueblo cubano, fue reconocido por EE.UU. y todos los gobiernos de América.
     La dura lucha contra la dictadura y sus crímenes, y las denuncias de la prensa norteamericana, influyeron en la opinión pública mundial y norteamericana, y a principios de 1958 el gobierno de EE.UU. decretó el embargo a la venta de armas a Batista, lo que afectó militar y políticamente a su ejército y fue una de las causas de su rendición masiva el 31 de diciembre de 1958.
     El gobierno revolucionario fue rápidamente reconocido por EE.UU. y América Latina. Tres meses después, Castro, al grito de: "Pan sin terror, libertad con pan, ni dictaduras de izquierda ni de derechas", era aclamado por los yanquis y los latinoamericanos. Pero a finales del 59, Matos es detenido, desaparece misteriosamente Camilo Cienfuegos, es eliminada del gobierno el ala democrática del 26 de julio, sustituida por marxistas como Guevara y Raúl Castro. El sesenta se inicia con el viaje de Mikoyan a La Habana, que en sordina introduce a la URSS en Cuba. A mediados de ese año, Castro anuncia que las refinerías norteamericanas y extranjeras se niegan a refinar el petróleo venezolano comprado por Cuba, violando la soberanía nacional, y ordena su intervención. Comienza la guerra de los golpes y contragolpes, estalla el sentimiento nacionalista y antiamericano, y en septiembre todas las empresas norteamericanas, extranjeras y nacionales son nacionalizadas.
     Cuba y el mundo exaltan al David Caribe, que desafía al Goliat yanqui.
     Girón y la peligrosa crisis del Caribe de octubre de 1962, que ponen al mundo en peligro de guerra atómica, consolidan el sistema comunista y el poder castrista en la isla, que será el caballo de Troya del comunismo mundial en el Tercer Mundo.
     El axioma "Cuba es comunista por culpa de EE.UU." se universaliza. Lo que los cubanos, el periódico Revolución, que yo dirigía, y el mundo creyeron entonces fue sólo una gran mentira histórica. La famosa "cáscara de petróleo del resbalón yanqui" no era venezolana: era rusa, y técnicamente imposible de refinar. A esos que todavía creen para ver, y no ven para creer, los remito a las palabras de Castro ante la TV española en 1986: ante la pregunta ¿es Cuba comunista por culpa de EE.UU.?, Castro responde: "Cuba es comunista por un acto de mi voluntad, del que Estados Unidos sólo fueron cómplices."
     Como Cuba "le quedaba chiquita", según sus palabras cuando volaba sobre los Andes, Fidel, el africano, invade África y apoya y sostiene poderosas guerrillas en América Latina: el comunismo y la revolución tienen un nuevo David barbudo y comunista.
     Para sostener la ruina de Cuba durante décadas, está la poderosa URSS. Pero ni el Comandante ni los bienpensantes pensaban que el inmortal comunismo se iba a desmoronar y autodestruir en 1990. Para Cuba fue el acabóse. Entonces Castro, cuya única ideología es el poder —su poder—, sabiendo mejor que nadie que su finca era una ruina, se asocia al peor capitalismo internacional, dolariza la isla, prohíbe a los cubanos, mediante el apartheid económico y turístico, bañarse en sus mejores playas, comer en los restaurantes, entrar en los grandes hoteles, comprar en las abastecidas farmacias y en las clínicas del "área dólar", y origina un desempleo de un millón de personas, mientras en las boticas para el pueblo no hay ni aspirinas y en las escuelas los estudiantes tienen que sustituir a los maestros —mientras un policía gana seiscientos pesos, el sueldo de un maestro o de un médico no alcanza los veinte dólares mensuales.
     El dólar, el extranjero y la delincuencia son la única solución.
     El turismo sexual prostituye a la juventud. "Ellas lo hacen porque les gusta, no tienen sida y están muy preparadas", fueron las palabras de Castro, publicadas por Granma y repetidas por él en Montevideo.
     Los bienpensantes continúan diciendo: "Será verdad lo que ustedes dicen, pero el Comandante lleva 43 años en el poder, y no hay quien lo tumbe." Durante veinte años oíamos a los disidentes decir lo mismo en toda Europa, y un día el comunismo, que destruye todo, que resistía todas las oposiciones, se autodestruyó. Como dice Václav Havel, nadie sabía entonces ni el cómo ni el cuándo, sabíamos sólo lo que tendría que ocurrir, que fue lo que ocurrió.
     Nadie sabe ni el cómo ni el cuándo del fin del castrismo; sólo sabemos que su crisis es mortal y que su "muerte anunciada" se aproxima velozmente. El otrora invencible David, envejecido y fracasado, ahora se dedica a cocinar frijoles negros a los capitalistas yanquis que lo visitan: mi reino por un puñado de dólares salvadores, piensa el Comandante, mientras mantiene el poder "con el terror y el hambre", fórmula ofrecida a los militares portugueses cuando su crisis.
     Entre las ruinas, una esperanza: pese a sus cárceles, su tortura y su terror, once mil cubanos suicidas de la libertad firmaron con su puño y letra el proyecto Varela, reclamando cambios constitucionales. Las palabras del ex presidente Carter en La Habana, oídas por todos los cubanos apoyando el proyecto, el amplio respaldo mundial, la proclamación de la candidatura de Payá Sardiñas, su impulsor, al Premio Nobel de la Paz, las condenas mundiales a Castro por la violación de los Derechos Humanos, mientras éste descarga su furia contra gobiernos y presidentes amigos, han aislado mundialmente a Castro, que todavía manda pero ya no gobierna.
     Su fin inevitable y próximo descubrirá al mundo el horror de los horrores de su herencia. ~
     — San Juan, Puerto Rico, 11 de octubre de 2002

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