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Música en la segunda semana del FMX 2014
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El Festival Aural, dentro del Festival de México en el Centro Histórico, es calificado por muchos como de música experimental. En efecto, algunos artistas que se han presentado en este festival han tenido una carrera basada en buscar nuevos planos sonoros y maneras de producirlos, pero muchos se desarrollan dentro de tradiciones que alguna vez rompieron paradigmas. No es que esto tenga menos valor, muchos de los grandes artistas en la historia han sido los que han podido adaptar ciertas reglas y rechazar otras para expresar su personalidad a través de la disciplina que hayan escogido. Festivales como este nos muestran personajes que interpretan disciplinas que se atreven a hacer algo diferente, o que por lo menos alguna vez lo trataron.

Esto fue evidente en las actividades del Nicho Aural. El viernes 15 de marzo en el Espacio X del Centro Cultural España pudimos ver a Dolphins Into The Future, seudónimo del artista belga Lieven Martens, quien utilizó tonos puros, sampleos de jazz y otras armas auditivas para sonorizar transparencias proyectadas al fondo del escenario. Esa misma noche se presentó Jan Anderzén con su proyecto solista Tomutonttu. Vinculado a la llamada ola de nueva música rara finlandesa, lo que Anderzén presentó era parecido a lo practicado por el colectivo Kemialliset Ystävät que él mismo dirige —sonidos aleatorios, sicodélicos, orgánicos y con su propio sentido de armonía— con la peculiaridad de ser hecho por una persona y guiado por beats de hip-hop.

El sábado, en el mismo recinto, Floris Vanhoof utilizó proyectores de carretes con una banda sonora ambiental de sintetizadores espaciales, con reverencia a Tangerine Dream y Klaus Schulze. Anna Zaradny presentó un cortometraje antes de dar una muestra de su material basado en síntesis de laptop. No todo lo presentado ese día contó con una pantalla al fondo; el trío del saxofonista/clarinetista noruego Frode Gjerstad, el baterista estadounidense Eli Kezler y el contrabajista mexicano Itzam Cano ejecutaron una pieza de free jazz a la antigua, elevada por el nivel de los tres músicos, su atención al detalle y pasión por la improvisación. Antes de ellos, Damion Romero hizo una demostración de frecuencias graves que se sintieron vibrar en los cuerpos de los asistentes, sus cambios de sonido lentos y calculados.

El Laboratorio de Arte Alameda abrió sus puertas para continuar con el ciclo. Gjestrad repitió,  ahora con un set de improvisación solo y otro a dueto con el mexicano Fernando Vigueras, quien tocó de forma percusiva una guitarra acústica montada en una mesa de madera. Hanna Hartman presentó una combinación interesante de artefactos para hacer sonido, monedas que se deslizaban por varillas y otros aparatos propulsados por su aliento. Por México, .RR, proyecto del tapatío Arturo Ortega también conocido como Piscis, su nombre artístico, dio una demostración de electrónicos que evocaron un ambiente denso y lleno de sentimientos que pocas veces se aprecian en este tipo de presentaciones.

El Festival Aural continuó el miércoles 19 en el Ex-Teresa, recinto de historia importante para artistas nacionales e internacionales que se dedican a la exploración sonora. La sede vio a cuatro compositores que hacen piezas tanto destructivas como inspiradoras (en muchas ocasiones al mismo tiempo) utilizando electrónicos a su gusto. La generación de tonos desoladores y calculados de Florian Hecker, las exploraciones cálidas de forma libre que oscilaron entre lo ambiental y lo percusivo de Keith Fullerton Whitman, las proyecciones y manifestaciones sísmicas de sonido, a la vez aterradoras e impresionantes, por parte de Thomas Köner; y el cierre con la improvisación de Rashad Becker, una narrativa libre de tonos extremos que tomó un sentimiento dramático al final.

El concierto que Melt-Banana dieron en el 2008 aún está fresco en la memoria de los capitalinos por la reacción tan energética que provocaron en el Lunario, por ello su regreso generó mucha anticipación. Si algo caracterizó a este día fue el uso del poder en toda su expresión. Comenzó con Monosodic, proyecto del autor de este texto por lo que se ahorrará comentario. El trio Coso de Buenos Aires gusta del rock visceral sin reglas, muchas notas o constancia, revelado en composiciones ambiciosas y ejecuciones energéticas. Para la presentación de Black Pus, Brian Chippendale (también de Lightning Bolt) se armó no sólo de sus percusiones sino de efectos y su voz (procesada a través de un micrófono pegado a una máscara casera); su hiperactividad y golpes retumbantes que construían paisajes ruidosos, caóticos y hasta bailables, contagiaron a un público extático. Para cerrar, el dúo de Tokio conformado por Yasuko (voz, programación) y Agata (guitarra) se soltaron con carisma y grandes canciones desenfrenadas llevadas por baterías urgentes (sampleadas) y efectos increíbles. Una lástima que el sonido no fue el más idóneo pero no pareció importarle a la banda ni a la audiencia, quienes parecieron dejar parte de sus vidas en el Casino Metropolitano el pasado jueves 20.

El Festival Aural es para quienes aman el sonido mismo, sea el producido por las llaves de un saxofón sin recibir el aliento de la boca del músico, un sintetizador análogo intervenido por un electricista amateur, un sampleo de un disco olvidado de una tierra lejana, el parche de un tambor al ser rosado o abatido por una baqueta o una varilla, o el sonido mismo de la voz humana y como ésta nos puede sorprender de lo que es capaz de hacer. Sobre todo, nos hace conscientes del sonido a nuestro alrededor, de lo que nos acompaña día a día y lo que podemos aprender dejándonos sentir a través de nuestros canales auditivos.

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