A los 72 aรฑos, Casanova vive en el castillo de Dux, Bohemia, en soledad punitiva. Por segunda ocasiรณn ha sido exiliado de la Serenรญsima Repรบblica de Venecia, carece de fortuna y amigos cercanos, y se ve obligado a aceptar el apoyo del conde Waldstein, quien le da un puesto simbรณlico de bibliotecario. En las escasas ocasiones en que el dueรฑo del castillo visita sus propiedades y manda encender los candelabros para una cena, el huรฉsped veneciano ofrece una estampa de lujosa decrepitud. Sus medias de seda con ligas de colores, sus chalecos de terciopelo, sus puรฑos de encaje y su sombrero emplumado fueron elegantes en una รฉpoca perdida; para 1797, se han vuelto vistosamente ridรญculos. En algรบn momento de la noche, el conde pide a su invitado que pague su estancia narrando su lejano escape de la cรกrcel de los Plomos. En un francรฉs trabajado por italianismos, el aventurero cuenta una historia que los comensales escuchan con una mezcla de atenciรณn y piedad. Giacomo Casanova, autoproclamado Caballero de Seingalt, se ha convertido en una pieza digna de un gabinete de curiosidades, semejante al ciervo de seis cuernos, el autรณmata de cuerda o la Torre de Babel esculpida en una nuez. Tolerado con fatiga por la aristocracia local y repudiado sin miramientos por una servidumbre que coloca su caricatura en el retrete y le sirve los macarrones frรญos, el veneciano intenta una รบltima fuga. Durante trece horas diarias, que se le van โcomo trece minutosโ, escribe su vida.
Museo de gestos, adorador de mujeres bellรญsimas que yacen bajo tierra, sobreviviente de una era que ya semeja un espejismo, el anciano Casanova despierta el contradictorio interรฉs del libertino en cautiverio.
La suerte de sus pรกginas fue tan intrincada como su biografรญa. En el lecho de muerte, entregรณ el manuscrito a su sobrino Carlo Angiolini, quien vivรญa en Dresde. El 13 de diciembre de 1820, mรกs de veinte aรฑos despuรฉs, el libro fue ofrecido a la editorial Brockhaus. Ludwig Tieck hizo un dictamen entusiasta y los editores publicaron una versiรณn en alemรกn del original escrito en francรฉs (Casanova, quien fue alumno de Crรฉbillon en Parรญs, eligiรณ este idioma por tener โun espรญritu mรกs tolerante que el italianoโ). En 1822 comentรณ Heinrich Heine: โNo hay una lรญnea en este libro que identifique con mis sentimientos y ninguna que haya leรญdo sin placerโ. La fama de las Memorias llegรณ a Francia y muy pronto hubo versiones piratas traducidas del alemรกn. Entonces Brockhaus tomรณ una decisiรณn que desvelarรญa a los casanovistas durante casi 150 aรฑos: comisionรณ al escrupuloso profesor Jean Laforgue para que preparara una versiรณn publicable del original en francรฉs. Laforgue corrigiรณ errores gramaticales y puliรณ el estilo, pero tambiรฉn suprimiรณ pasajes y agregรณ matices de su cosecha. La reputaciรณn de Casanova quedรณ en manos de un erudito que, en buena medida, era su reverso.
El 27 de marzo de 1928, el excepcional cronista Kurt Tucholsky publicรณ un artรญculo en la Weltbรผhne con su habitual seudรณnimo de Peter Panter. Con tensiรณn policiaca, describiรณ la caja fuerte donde la editorial Brockhaus guardaba las pรกginas manuscritas de Casanova, muy distintas a las supervisadas por Laforgue. Las autรฉnticas Memorias seguรญan inรฉditas. No fue sino hasta 1960 que se iniciรณ la publicaciรณn del original en doce tomos. Para justificar su imaginario tรญtulo de nobleza, Casanova dijo: โel alfabeto es propiedad de todo mundo; se trata de algo innegable. Yo tomรฉ ocho letras y las combinรฉ de tal modo que formaran el nombre de Seingaltโ. El patricio que hurtรณ su linaje al alfabeto tuvo la voz cautiva hasta 1960. Aun asรญ, el poderรญo de su historia se transmitiรณ a los lectores y el autor se transformรณ en arquetipo del libertino ilustrado. La consolidaciรณn del mito tambiรฉn se debiรณ a quienes lo convirtieron en personaje de sus obras. El 9 de octubre de 1833 se estrenรณ en Viena Una noche en Venecia, de Johann Strauss, en la que Casanova aparecรญa como el duque d’Urbino. Asรญ se iniciรณ el rico repertorio del casanovismo austriaco, al que Hugo von Hofmannsthal contribuyรณ con El aventurero y la cantante y El regreso de Cristina, y Arthur Schnitzler con Casanova en Spa y El retorno de Casanova. Transformado en bestia circence por Federico Fellini, descrito por Stefan Zweig como un ladrรณn excelso que se embolsรณ un prestigio literario que no le correspondรญa, inspirador de los escasos poemas en dialecto veneciano de Andrea Zanzotto, celebrado con histรฉrico entusiasmo por Miklรณs Szentkuthy (โpara quienes creen que han muerto los dioses sรณlo tengo una respuesta: ยกVenecia!โ) y ungido como โfilรณsofo de la acciรณnโ y โuno de los mรกs grandes escritores del siglo XVIIIโ por Philippe Sollers, Casanova es el conspicuo protagonista de una cultura que no ha necesitado leer sus Memorias para saber de รฉl. En 1973, Bruce Springsteen cantรณ en el disco que puso su nombre en la mรบsica de rock:
Nacรญ triste y curtido pero explotรฉ como una supernova
Caminรฉ como Brando rumbo al sol
Y luego bailรฉ, justo como un Casanova.
Icono de la seducciรณn, Casanova rivaliza con Don Juan y no es casual que se le atribuya haber participado en el libreto de Don Giovanni. La prueba decisiva para su vinculaciรณn con Mozart es que entre sus papeles se encontraron versiones alternas del aria donde Leporello enumera los triunfos galantes de su amo. Ademรกs, fue corresponsal y gran amigo del libretista Lorenzo da Ponte, quien tenรญa entonces tres รณperas en puerta y necesitaba que alguien lo ayudara a cumplir sus extenuantes plazos de versificaciรณn, y estuvo en Praga la noche en que se estrenรณ Don Giovanni. Estos datos bastan para que la presencia de Casanova en la รณpera sea, si no la de un colaborador directo, al menos la de un espรญritu afรญn que se asomarรก por siempre entre sus bastidores.
Lo decisivo, sin embargo, es que la posteridad de Casanova se consumรณ en la escritura. Aun en sus variantes mรกs resumidas y expurgadas, las Memorias son un ruidoso tratado de infracciones y costumbres. En gran parte, esta vitalidad se debe a una paradoja del oficio: Casanova sรณlo fue escritor por desesperaciรณn. Si hubiera podido continuar su tren de descalabros, no se habrรญa molestado en escribrir. โEl hombre acorralado se vuelve elocuenteโ, afirma George Steiner. Como otros cรฉlebres cautivos, el inquilino de Dux encontrรณ en la palabra una vรญa de escape y buscรณ liberarse sin justificarse: โjamรกs me verรฉis aires de arrepentidoโ.
A diferencia de San Agustรญn o Rousseau, Casanova no se confiesa en busca de expiaciรณn. El embaucador que viviรณ para la mirada ajena, habla como si nadie pudiera juzgarlo. Seguramente, de haber intuido su fama pรณstuma, su sinceridad habrรญa menguado. El aventurero cortejรณ la celebridad como ninguno pero sus Memorias tenรญan un destino incierto. Fueron escritas en un francรฉs atrevidamente macarrรณnico, entre gente que hablaba el checo y el alemรกn, y ofrecรญan pocas posibilidades de seducir a los editores y superar la censura. Estamos ante el รบltimo lance de un tahรบr que se juega su resto a la carta que menos usรณ en vida, la franqueza. Por primera vez estรก animado por la gratuidad: โEscribo para matar el fastidio y celebro complacerme en esta ocupaciรณn. Si desatino, ยฟquรฉ importa? Me basta estar convencido de que me diviertoโ. Ajeno a los gustos del porvenir, carece de otro sentido del proselitismo que mostrarse como es. Su primer pรกrrafo es ya una carta de creencia: โEmpiezo por declarar a mi lector que en todo lo bueno o malo que he hecho en el curso de mi vida, estoy seguro de haberme enaltecido o rebajado, y en consecuencia debo considerarme libreโ. El memorialista se brinda sin humos de beatificaciรณn. Al respecto, apunta Fernando Savater: โquien no crea en su propia libertad, no puede perder el tiempo escribiendo memorias, porque nadie se cuenta a sรญ mismo su propia vida como un proceso mecรกnico ni debe engaรฑar a los demรกs relatรกndola como un cรบmulo de fatalidades. Para comenzar a narrar su vida, Casanova debe creerse libre; en un sentido muy semejante, Sartre seรฑalรณ que estamos condenados a la libertad; sin libertad, no hay gรฉnero autobiogrรกfico… รste es un respetable argumento literario en favor del libre albedrรญoโ.
El protagonista de las Memorias usa su libertad en aras del presente. Es un campeรณn de la oportunidad y la ocasiรณn propicia; no se deja tentar por la nostalgia o el anhelo; el pasado y el futuro le interesan poco. Su inteligencia es una astucia que tiene prisa.
Durante cerca de 20 aรฑos estรก exiliado de Venecia pero no extraรฑa su ciudad; al contrario, se siente orgulloso de llevar consigo su espรญritu carnavalesco; Venecia viaja con รฉl como un cuadro ambulante (mรกs parecido a la vida tumultuosa de las escenas de Guardi que a los ordenados y solitarios paisajes de Canaletto). Quien se entrega a la soberanรญa del aquรญ y el ahora, sรณlo puede rememorar sus dรญas como una sucesiรณn de presentes.
Traductor de la Ilรญada, libretista de ocasiรณn, capaz de discutir con Voltaire sobre Ariosto, Casanova hace del diletantismo un recurso utilitario que amplรญa los derroteros de sus aventuras. Su versatilidad para inventarse destinos no tiene parangรณn. En el transcurso de unos meses estรก a punto de volverse musulmรกn, comanda un navรญo militar, se convierte en empresario teatral y pretende ser mรฉdico y cabalista. En cada giro de esta variada fortuna, es indiferente a lo que deja de hacer. Su biografรญa no se mide por cancelaciones ni oportunidades perdidas. Mรกs allรก de sus argucias para sortear obstรกculos, resulta difรญcil encontrar en รฉl un sentido de la preferencia. Incluso en el sexo actรบa como si no hubiese alternativas; una mujer le gusta mรกs que otra sin que explique su parcialidad. Con idรฉntica urgencia cambia de cuerpos y vocaciones: es abogado, alquimista, sacerdote, inventor de una loterรญa para Luis XV, espรญa, mรฉdium y profeta de extraรฑas religiones. A los 25 aรฑos se une a la masonerรญa animado por motivos mรกs bien frรญvolos; le parece una actividad ideal para que โtodo viajero jovenโ encuentre a โsus pares en el gran mundoโ. Aunque posee libros de ocultismo (la Inquisiciรณn veneciana le decomisa La clavรญcula de Salomรณn), sรณlo cree en ellos mientras le ayudan a engaรฑar al prรณjimo. En uno de sus mรกs singulares ritos, copula con la anciana Sรฉramis para que ella transmigre al cuerpo de una joven, sin creer por un momento en el enredo. Dueรฑo de una intensa teatralidad, representa cualquier papel que encandile al pรบblico. Postulado cardinal del casanovismo: los testigos creen ciegamente en los desplantes de un embaucador escรฉptico.
Casanova no es el รบnico de los advenedizos que recorren un continente para animar las cortes que languidecen en tiempos de paz y para versificar mientras hurgan en los bolsillos seรฑoriales. En Les aventuriers des Lumiรจres, Alexandre Stroev levanta un censo de los numerosos hombres de fortuna que combinaron el temple ilustrado con un intenso, y no siempre daรฑino, sentido de la estafa. De San Petersburgo a Madrid, de Londres a Nรกpoles, la Europa del XVIII fue una dilatada oportunidad de hablar con ingenio. Mรกs que en la escritura, el estilo de Casanova se forjรณ en los salones donde la fama se establecรญa o dilapidaba en duelos verbales. Las Memorias se benefician de esta oratoria, pero tambiรฉn se distinguen de las muchas enciclopedias de la conversaciรณn de la รฉpoca. Casanova se sirve de trucos que lo hubieran expulsado de las cortes; es sabrosamente parcial, indiscreto, impropio, mala leche. โCuando mis Memorias vean la luz, yo habrรฉ dejado de verlaโ, escribe en su encierro de Dux. El viejo libertino se sabe fuera de su siglo; carece de testigos y no busca la congruencia; cambia de parecer sin motivo aparente, critica su conducta y luego olvida con desparpajo sus reproches.
Si Diderot es un voyeur de la virtud (โamo la filosofรญa que exalta a la humanidadโ), Casanova es un sibarita de las contradicciones humanas; diagnostica los bajos instintos con el calculado interรฉs de usufructuarlos. A diferencia de Diderot o D’Alambert, considera que sus congรฉneres son incorregibles; no dedica sus dรญas a edificarlos sino a inventar maneras de disfrutar entre sus vilezas.
Cuando conoce a Voltaire, le dice: โamad a la humanidad, pero amadla como esโ. De poco sirve embellecer al hombre; hay que quererlo por sus defectos. Ademรกs, el entendimiento se vuelve pernicioso al repartirse: โun pueblo sin supersticiรณn serรญa filรณsofo, y los filรณsofos no quieren obedecerโ. El conocimiento sรณlo debe llegar a quienes lo merecen, como una clave secreta que beneficia a una astuta cofradรญa. Con frecuencia, Casanova disfraza su egoรญsmo de una exaltaciรณn de la personalidad; se pretende miembro de una โintensa minorรญa pluralโ, para usar la expresiรณn de Sollers, una casta superior que le permite cometer abusos en nombre de la individualizaciรณn tan cara al siglo XVIII.
Fiel a sus convicciones, el Caballero de Seingalt fue terriblemente arbitrario con Voltaire. Su amigo Haller le habรญa dicho que, en contra de las leyes de la fรญsica, el autor de Cรกndido era mรกs grande de lejos que de cerca. Sin embargo, cuando Casanova lo conoce afirma que es el mรกximo momento de su vida. Luego sobrevienen las discusiones que integran los capรญtulos de mayor densidad intelectual de las Memorias y, por รบltimo, el pleito por una bagatela: Voltaire critica la traducciรณn que Casanova hace de su Escocesa y olvida contestar una carta. Esto basta para que el veneciano despotrique contra รฉl durante dรฉcadas. Al final de su vida, acepta su error: โLa posteridad me colocarรก en el nรบmero de los Zoilos que la impotencia desencadenรณ contra este gran genioโ. El pasaje es emblemรกtico: el memorialista no pretende tener razรณn. Una de sus palabras claves es โcombinacionesโ (en riguroso plural); la urdimbre de los dรญas estรก hecha de una sustancia azarosa, que rara vez se modifica a voluntad. Los aciertos y los equรญvocos no merecen mayores fanfarrias ni lamentos porque sรณlo en parte dependen de nosotros. El apostador no subordina la libertad a la conciencia, incluso sus รบltimas palabras son un truco de baraja: โHe vivido como un filรณsofo y muero como un cristianoโ. En el contexto del XVIII, โfilรณsofoโ equivale a โdescreรญdoโ, โlibreโ, โescรฉpticoโ. Casanova sostiene que usรณ su tiempo con liberalidad โfilosรณficaโ (una forma bastante suave de referirse a sus descalabros), pero se arrepiente y cae โcomo un cristianoโ. Seductor hasta el final, busca un pasaporte para el mรกs allรก y muere en una รบltima pose, la de virtuoso repentino.
Casanova nunca abjurรณ de la fe catรณlica por la sencilla razรณn de que jamรกs rechazรณ la membresรญa de un club que pudiera beneficiarlo. Mรกs que un librepensador a la manera de Voltaire, fue un oportunista ilustrado, capaz de fingirse filรณsofo o sacerdote con idรฉntico cinismo.
Casi todos sus empeรฑos intelectuales estuvieron dominados por la necesidad: escribiรณ un poema para obtener una tabaquera de oro; aprovechรณ 42 dรญas de cรกrcel en Espaรฑa para refutar la Historia del gobierno de Venecia, de Amelot de la Houssaye, y congraciarse con la Inquisiciรณn que lo condenรณ; tradujo a Voltaire para adularlo (y fracasรณ). Antes de su retiro en Dux, la escritura le parecรญa un recurso para salir de aprietos, similar al dominio del violรญn que le permitiรณ saldar algunas deudas tocando en el teatro San Samuel de Venecia.
El primer recuerdo de Casanova es bastante tardรญo. A los ocho aรฑos, una hechicera lo curรณ de una hemorragia en la nariz. En el Compendio de mi vida, encontrado en Dux junto con las Memorias, afirma que hasta ese dรญa fue imbรฉcil. La bruja le devolviรณ la cordura y la memoria, y desapareciรณ en una gรณndola. Este es el arranque del singular destino de Giacomo.
Muy poco sabemos de su infancia borrada. Con todo, algo puede inferirse; los aรฑos primeros estuvieron marcados por una madre ausente. Zanetta, actriz de comedias italianas, dejรณ a sus hijos en Venecia y partiรณ a una gira interminable. Cuando se instalรณ en Dresde, no llamรณ a su familia. Para tener noticias de ella habรญa que ir al teatro, en busca de algรบn actor itinerante que la hubiera visto bajo los candiles de Parรญs o Roma.
Es curioso que alguien tan dispuesto a acudir a la fantasรญa para adornar una memoria de por sรญ excepcional, dejara su primera infancia en blanco. En esa zona vedada se decidiรณ la suerte de Casanova, siervo de dos afanes compensatorios: llenar de sucesos una vida con un comienzo irrecuperable y apropiarse de un gran reparto de mujeres, un casting gigantesco en el que quizรก, alguna vez, se asomarรญa la mujer perdida desde el origen.
En concordancia con su recuerdo disparador, las Memorias fluyen como una imparable sangrรญa. No hay dudas ni disyuntivas, todo ocurre con impulsiva deliberaciรณn. En cierta forma, el aventurero no decide sus conquistas, se entrega a ellas como a un destino irrevocable; enemigo de la interioridad, dedica poco tiempo a razonarlas y cambia a una mujer cuyos pechos parecen esculpidos por Praxรญteles por otra cuyos pechos parecen esculpidos por Praxรญteles.
Incapaz de conservar sus intereses, huye del matrimonio; su รบnica vocaciรณn duradera es la alternancia de cuerpos y ciudades. Sus placeres son amplios, y su estรณmago, una prueba de carรกcter: โMe han gustado los platos exquisitos: el pastel de macarrones, la olla podrida espaรฑola, el pegajoso bacalao de Terranova, las aves de caza en su estado de mรกximo olor y los quesos que muestran su grado de madurez con pequeรฑos seres visiblesโ (en la depurada versiรณn de Laforgue, estos seres se vuelven invisibles). En cuanto a las mujeres, declara en el original: โmientras mรกs fuerte era su transpiraciรณn, mรกs me gustabanโ (la versiรณn con antitranspirante de Laforgue es: โsiempre me olieron bien las que me gustaronโ). El poderรญo turbador de los sentidos otorga a las Memorias (aun en sus variantes mutiladas) su temperatura excepcional. Casanova sรณlo conoce el coup de foudre; todos sus amores ocurren a primera vista porque es un esclavo de la mirada rรกpida. Los pies le parecen tan decisivos como el remate de un poema y nadie lo supera en describir dedos apenas avistados, pero muy rara vez imagina un cuerpo. En un pasaje de excepciรณn, ama sin mirar al objeto de su deseo. Una esclava griega estรก encerrada en un cuarto contiguo y Casanova la toca a travรฉs de un pequeรฑo hueco en la pared. La mujer se presenta, por primera y รบnica vez en su vida, como un cuerpo intuido, una oportunidad de caricias fragmentarias. En sus demรกs lances, el memorialista de Dux narra con una visibilidad de close-up. El amor le resulta un hecho eminentemente escรฉnico. Voyeur de las proximidades propias y ajenas, no escatima ningรบn dato que incumba a la fisiologรญa: el lance durรณ siete horas, รฉl tuvo tres orgasmos, ella catorce. No se distrae ni busca metรกforas para sus sensaciones; las singularidades dignas de menciรณn son tangibles y orgรกnicas: descubre una gota de sangre en su semen, una amante le pide que le exprima un limรณn en la vagina para demostrar, al no sentir escozor alguno, que estรก sana. La mujer significa โuna oportunidad de comprobar la disparidad de nuestros cuerposโ, y el amor โuna curiosidad mรกs o menos fuerteโ. Esta estrategia del deseo no abre espacio a la mente y sus vacilaciones. La cultura, la moral y la psicologรญa estรกn lejos de su arena atlรฉtica.
De El arte de amar, de Ovidio, al capรญtulo 68 de Rayuela, que describe una relaciรณn sexual con palabras que no vienen en el diccionario, la literatura erรณtica ha dependido en gran parte de convertir la imaginaciรณn en una zona erรณgena. En ocasiones, es la imposibilidad del amor, su condiciรณn virtual y aplazada, lo que anima la escritura. En Del amor, Stendhal explora las reacciones que nunca siente Casanova. โEl tรฉrmino clave del anรกlisis stendhaliano โescribe Michael Woodโ es โcristalizaciรณnโ, imagen que casi se ha hecho sinรณnimo de su libro, โcierta fiebre de la imaginaciรณnโโ. El enfermo de amor es la contrafigura del libertino. Para Stendhal, lector atento de las Memorias, la mente ofrece un remedio definitivo al sufrimiento pasional: โuna cosa imaginada es siempre una cosa existenteโ. La idealizaciรณn termina por convertirse en su propio objeto sensual. Al consumarse, el deseo pierde fuerza; por eso el amante heroico debe preservar sus nervios: โel hombre que tiembla no se aburreโ.
Casanova detesta que lo rechacen y persigue a las mujeres con apetito estomacal. Como buen sibarita, al hartarse de su dieta, busca un cambio: mujeres feas. Sin embargo, tampoco en este caso ahonda en la psicologรญa. Cuando se acuesta con una jorobada es parco en sus emociones; su atenciรณn se va en describir las acrobรกticas dificultades para penetrarla. En el catรกlogo de conquistas no asoman los celos, el despecho, el ultraje, el amor no correspondido. El libertino es un cazador en la acciรณn y un taxidermista en el reposo. Sus escasos brotes de angustia se deben a una tensiรณn de mรฉtodo: la estrategia de asalto no siempre funciona.
Si la visita a Voltaire marcรณ el dรญa mรกs feliz de su vida, la visita a Rousseau no le reportรณ otra cosa que tedio. Casanova explica su decepciรณn por el temperamento gris, la austeridad de vida y los desabridos guisos del filรณsofo. Naturalmente, es incapaz de advertir que el mayor contraste entre ambos es su visiรณn del placer. En su quieta alcoba, Rousseau concebรญa pasiones que Casanova sรณlo podรญa sentir al tocar un cuerpo (en su caso, la imaginaciรณn debรญa cancelarse para no interferir con los sentidos); no es extraรฑo que fuese incapaz de interesarse en las etรฉreas fantasรญas de Rousseau y sรณlo reparara en la monacal pobreza de su entorno.
Las Memorias rara vez incluyen cavilaciones de largo aliento; ahรญ dominan apuros instantรกneos: esquivar una cuchillada o encandilar a una cantante. El espรญritu de la รฉpoca se presenta como una economรญa de los sentidos. En este mundo dramรกtico, que depende de un caprichoso reparto de penes y vaginas, la mujer es vรญctima de los agravios fรญsicos y morales del hombre, pero tiene una compensaciรณn: su placer sexual es mayor. Llegamos a un punto decisivo para entender la desmedida vanidad del memorialista. El narcisismo de Casanova no depende tanto de su colecciรณn de mujeres como del placer que les otorga. Con frecuencia, sus tratos sexuales son abiertamente mercantiles (prostituye a una niรฑa de trece aรฑos, compra una esclava en Rusia, arroja propinas de seis luises a las camareras con las que se acuesta); sin embargo, en cada lance logra โsi hemos de creerleโ el gozo de sus parejas. El sanguรญneo veneciano sรณlo se interesa en mujeres con apetito, y no es casual que muchos de sus amorรญos surgieran al ver las voraces dentelladas de una muchacha en la cena. A diferencia de Don Juan, no es visitado por la culpa ni conoce la tragedia. A juzgar por sus actas, jamรกs daรฑรณ a mujer alguna. Ante el espejo, se ve como un taumaturgo del sexo que despierta desconocidas delicias y conduce a sus amantes a un destino superior. No disponemos del menor testimonio de las 200 mujeres nombradas en sus pรกginas.
Los alardes de este amigo de la desmesura sirven ante todo para medir su nociรณn del รฉxito. En su extenso ensayo sobre Casanova, Stefan Zweig confiesa su envidia ante la sobrecargada existencia de este โpoeta de la vidaโ. Sin embargo, Casanova se ufana menos de su estadรญstica amatoria (ridiculizada en el aria de Leporello) que del placer que brinda. Cada peripecia desemboca en un final sin agravios emocionales. Si ama a dos amigas, ellas se muestran felices de compartirlo. Cuando sospecha que se estรก acostando con su hija, frena el ritmo de su prosa hasta que vuelve a ser el mismo: โNunca he podido entender cรณmo un padre puede amar tiernamente a su encantadora hija sin haberse acostado al menos una vez con ellaโ; luego busca a la madre y organiza un satisfactorio menage ร trois. Cristina, una muchacha rรบstica, aprende a escribir para ser digna de su amor y รฉl decide beneficiarla con su rechazo: โResolvรญ hacer la felicidad de Cristina sin unirla a mi persona. Habรญa pensado en casarme con ella, pero despuรฉs del goce la balanza se habรญa inclinado tanto a mi lado que mi amor propio se encontrรณ mรกs fuerte que mi amor. Se me ocurriรณ la idea de buscar para Cristina un marido que, bajo todos los conceptos, reuniese mejores condiciones que yoโ. ยฟCรณmo reacciona ella al conocer al pretendiente reclutado por Casanova? Del modo mรกs inverosรญmil: โDoy gracias por el acierto que habรฉis tenidoโ. Los lectores de Laclos o Beaumarchais no soportarรญan que sus lances de alcoba se resolvieran con la misma facilidad. El memorialista de Dux interrumpe sus historias en cuanto dejan de ser un presente dichoso con la misma desaprensiรณn con que abandona un hijo en una casa de maternidad. El drama posterior, el sombrรญo territorio de las consecuencias, no tiene cabida en el texto. Ya estamos en otro palacio, ante otra belleza de buen diente.
A pesar de su mirada vesรกnica y su conducta desorbitada, el libertino escribe con pulida inocencia. No tiene nada que ocultar y revive con excepcional intensidad sus deleites instantรกneos. Hedonista de amplio espectro, disfruta olores y texturas que no a todos dan placer. En el informe secreto de la Inquisiciรณn que lo llevรณ a la cรกrcel de los Plomos, y que รฉl no llegรณ a conocer, se lee: โCuando se conoce a Casanova se ve en รฉl unido, en una misma persona, al mรกs terrible impรญo, embustero, impรบdico y sensualโ. Las Memorias no rebaten estos cargos con argumentos sino con una vibrante puesta en escena. En las mirillas donde observa y es observado, en los canapรฉs donde se tiende a contemplar a otros en la cama, en las estampas que siempre lleva consigo y en su gusto por mandar retratar desnudas a sus amantes, Casanova hace algo mรกs que prefigurar el cine porno: opina con la mirada. Convencido de que las cosas que entran por los ojos deciden la conducta, despliega una representaciรณn donde el decorado y la utilerรญa, el fasto visual, tienen un papel significante: ver es aceptar.
En este sentido, es refractario a la idea de transgresiรณn que recorre buena parte de la literatura erรณtica. Ajeno al pecado y a cualquier saldo psicolรณgico del acto sexual, se postula como un hรฉroe liberador: infringe las costumbres en favor de sus parejas. De acuerdo con Bataille, la experiencia interior del erotismo es โprimitivamente religiosaโ y tiene por principal estรญmulo a la transgresiรณn. No se necesita vestir los hรกbitos talares para saber que el deseo obliga a cruzar un lรญmite imprevisto. La sola presencia del otro es una oportunidad de ruptura y extravรญo: โHaz, te lo ruego, que yo sea tu culpaโ, escribe Ovidio en las Heroidas. No es casual que en inglรฉs y en francรฉs se hable de caer en amor; despojado de sรญ, el amante se pierde en el amado. El veneciano no registra este teclado de suposiciones. Si el enfermo amoroso de Stendhal es su opuesto platรณnico, su contrafigura libertina es el marquรฉs de Sade, entregado a la voluptuosidad del crimen: mientras mรกs insostenible sea la tortura, mayor serรก su goce. Sade pide ser execrado; no escribe para convencer sino para desafiar; si lo admiramos, lo traicionamos. Casanova no aspira al รฉxtasis solitario del verdugo ni se solaza en el horror. Desea el placer ajeno con temple compulsivo y, en todo caso, se ve como un mรกrtir de la repeticiรณn, debe satisfacer conforme a su leyenda. En su largo exilio se burla de una รฉpoca que lo hace huir de un castillo a otro, es el mรกs competente de los piratas sociales, pero jamรกs siente que perjudica a alguien con su fisiologรญa. Como toda pasiรณn se debilita al pensarla, es un conquistador irreflexivo. Sus titรกnicas Memorias son una Historia Natural.
Casanova no se arrepiente de sus lances de amor (pasiรณn que en cierto modo desconoce), como tampoco se arrepiente de sus innumerables estafas. En su peculiar visiรณn de las cosas, el embuste tiene un efecto curativo. De acuerdo con Zweig, castiga โla estupidez humana como si cumpliera una misiรณn divina. El engaรฑo no es para Casanova solamente un arte, es tambiรฉn un deber de รญndole moralโ. El aventurero detesta a los ladrones porque no brindan oportunidades de defensa. รl debe seducir a sus vรญctimas y promover en ellas el deseo de ser embaucadas. Ademรกs, al final sale del juego tal como entrรณ. Despuรฉs de ganar una fortuna con la loterรญa que diseรฑรณ para el rey de Francia y con los favores de sus mecenas, termina en la ruina. Triunfรณ con tretas pero derrochรณ en favor de los otros: โEra dinero destinado a locuras y lo hice servir para las mรญasโ. La pobreza final es una โpuesta en blancoโ de su trayectoria. Como buen embustero de la Ilustraciรณn, Casanova requiere de un ingenioso sello que lo legitime. รste es el dato central para entender su peculiar รฉtica del engaรฑo. Desde antes de cumplir los 30 aรฑos se sintiรณ con derecho a que la vida le ofreciera una reparaciรณn. Casanova requerรญa de una patente de corso, la marca de fuego que licenciara sus fechorรญas, y su condiciรณn excepcional se forjรณ en los quince meses y cinco dรญas que pasรณ en la cรกrcel de los Plomos. Su encierro en una mazmorra, en una condiciรณn apenas superior a la de los presos que pasaban dรฉcadas en cepos a los que entraba el agua de los canales, su escape inaudito y su exilio, le otorgaron un esplรฉndido tema de conversaciรณn en los salones y, sobre todo, la prueba de dolor y sufrimiento que justificarรญa sus abusos posteriores.
El episodio de los Plomos es la parte maestra de las Memorias. Como en las tramas de Kafka, el acusado conoce su condena pero no su delito. Es arrojado a una celda y sรณlo piensa en escapar: afloja ladrillos con vinagre, prepara una cena de macarrones para distraer a su carcelero, chantajea a los otros presos para que no lo denuncien. Despuรฉs de varios intentos fallidos, logra evadirse y desde el techo del presidio contempla Venecia, el irreal esplendor que debe abandonar. Durante cerca de 20 aรฑos serรก un exiliado y sรณlo regresarรก como traidor, al servicio del mismo tribunal que lo condenรณ. En el emblemรกtico techo de los Plomos, intuye su suerte descomunal y se convence de que entre los muros de la cรกrcel dejรณ el pago de sus futuros descalabros; es ya, por derecho propio, el Caballero de Seingalt. A partir de ese rito de paso, merece todo lo que le suceda.
Casanova fue encarcelado con una impunidad que en su tiempo era vista como una singular forma de protecciรณn. En su ensayo โEl honor y el secretoโ, Arlette Farge comenta que el proceso clandestino pasaba por un favor hacia la vรญctima. Para โalejar las marcas de una justicia degradanteโ, se tendรญa un velo de silencio. Como es de suponerse, este pacto de discreciรณn abrรญa paso a toda clase de injusticias (los rumores, los chismes y las calumnias podรญan convertirse en โpruebasโ de la ley), pero gozaba de enorme popularidad: el silencio salvaba la reputaciรณn. Despuรฉs de la Revoluciรณn, los legisladores franceses tuvieron que luchar con denuedo para abolir la lettre de cachet, la carta secreta que acusaba a una persona. Al respecto, escribiรณ Guillotin: โnada es tan difรญcil como destruir una necedad que se ha aferrado al imponente pretexto del honorโ.
A contrapelo de quienes deseaban un juicio discreto, Casanova se convirtiรณ en propagandista de su drama. En un siglo de procesos clandestinos, confiรณ en el poder persuasivo de las historias. No rechazรณ las acusaciones porque las desconocรญa; le bastรณ retratarse de cuerpo entero, seguro de que toda vida contemplada en suficiente cercanรญa resulta aceptable: la intimidad suspende el juicio.
Ajeno a los avatares de la introspecciรณn, hizo del cuerpo su principal testigo de cargo: โHe pasado la mayor parte de mi vida tratando de enfermarme, y una vez que lo he logrado, tratando de curarmeโ. Su primer recuerdo es un parte mรฉdico; sale de los Plomos con hemorroides que lo aquejarรกn por el resto de sus dรญas; narra, como si levantara un pendรณn de triunfo, que un dรญa durmiรณ 23 horas seguidas; con inesperada desesperaciรณn comenta que a los 38 aรฑos contrajo la enfermedad venรฉrea que marcarรญa el declinar de su estrella. Nada le parece mรกs triste que โun hipocondriaco inglรฉsโ: รฉl busca enfermarse de verdad. En una ocasiรณn, un mรฉdico de aldea lo saluda con enorme afecto: โยฟPuedo esperar que permanezca aquรญ unos dรญas para renovar la fuente de mi fortuna?โ. En su visita anterior, Casanova contagiรณ a tantas mujeres que el mรฉdico se volviรณ rico. Las Memorias son el expediente de un cuerpo que por momentos conocemos mejor que el nuestro y surgieron de una receta mรฉdica. En 1789, el doctor irlandรฉs O’Reilly lo ve en Dux y le aconseja escribir la historia de su vida para purgar sus negras ideas. Aunque el libro se detiene cuando el protagonista llega a los 50 aรฑos y no describe el largo ocaso de su salud, es claro que de esas dolencias surgiรณ la necesidad de una cura memoriosa.
Para Zweig, el gran robo de Casanova fue la conquista de la posteridad. Sin disponer de talento literario, entrรณ de contrabando a la Biblioteca de la Fama. La tesis es, por supuesto, insostenible. A pesar de su gramรกtica inventiva, sus repeticiones sin freno, su incapacidad de situarse en el papel de los otros y su limitada creencia de que no hay nada mรกs profundo que la piel, las Memorias declaran la guerra al tedio y trazan el vibrante fresco de un siglo de excepciรณn. El azar y la apuesta, la celebridad y el descalabro, la enfermedad y el sexo, los favores del engaรฑo y el aprecio de la falible condiciรณn humana, son algunos de sus temas recurrentes. Sรบbdito de los impulsos y fanรกtico de la exterioridad, el memorialista arma su vida como un mecanismo de la acciรณn. Sus historias son su รบnica moral; recuperar en detalle su vida impropia es una forma de ser en รฉl. Casanova siempre escapa y siempre revela la vileza de sus trucos. Con esta bofetada se despide de su siglo: el prevaricador se la pasรณ estupendamente.
La felicidad suele ser refractaria al anรกlisis (tiene un contenido filosรณfico โvacรญoโ, como afirma Savater) y no produce buenas tramas (Tolstoi comienza Ana Karenina informando que las familias dichosas no tienen historia). El gran alarde de Casanova consiste en ofrecer una epopeya de sus gustos. Disfruta contra la norma, pero sobre todo inventa un estilo de felicidad. Desdentado, a punto de caer en el olvido, escribe un compendio sobre la supremacรญa del placer; en cualquier situaciรณn, el gozo supera al sufrimiento. Basta asomarse a una ciudad en la noche y ver una ventana encendida para encontrar una forma de la felicidad. โSi yo, que soy ruin, puedo sentir esto, ยฟquรฉ no podrรกs sentir tรบ?โ, asรญ podrรญa condensarse el desafรญo que lanza a sus lectores. En 1798, Giacomo Casanova, el miserable, muriรณ en Dux. Para modificar esta arbitraria circunstancia dejรณ 3.700 folios manuscritos. Su ventana estรก encendida. ~
es narrador, ensayista y dramaturgo. Su libro mรกs reciente es El vรฉrtigo horizontal. Una ciudad llamada Mรฉxico (Almadรญa/El Colegio Nacional, 2018).