Después de la incertidumbre, el guión retomó su predictibilidad en el panorama político brasileño. El país de mayor extensión territorial del continente, el gigante tropical que “despertó” en el escenario geopolítico internacional en la última década, vio como la séptima campaña presidencial después de la dictadura militar que gobernó desde el año 64 hasta 1985, pasó abruptamente del estupor a la ruleta emocional, para finalmente volver a caer en una disputa entre los partidos que han dividido el poder en los últimos 20 años.
Hasta ayer la campaña tuvo tres etapas definidas:
a) Un periodo inicial en el cual la actual presidente Dilma Rousseff navegó sin mayores dificultades hacia lo que parecía la llegada inevitable a su segundo mandato.
b) Luego vino la repentina muerte de Eduardo Campos, candidato a la presidencia por el Partido Socialista Brasilero (PSB), y con ella la introducción de Marina Silva, ex Ministra del Medio Ambiente durante el gobierno de Lula y ex candidata presidencial en las elecciones presidenciales de 2010, que ganó influencia e importancia por la empatía nacida de la tragedia de Campos, por la fuerza emocional de su historia personal y, por el bueno uso del capital político que había conseguido en las elecciones pasadas. Pero, estos elementos no fueron suficientes y pesaron más sobre los electores las contradicciones de su campaña: un programa lleno de tensiones entre propuestas alternativas sobre los modelos ambientales y el conservadurismo religioso que rechazaba propuestas como la legalización del aborto, regulación del comercio de drogas y matrimonio entre homosexuales[1].
c) El resurgimiento de Aécio Neves. Luego de la muerte de Eduardo y Campos y la puesta en escena de Marina Silva, muchos –entre ellos miembros del Partido Social Democrata Brasilero (PSDB)- daban por terminada sus aspiraciones de llegar al Palacio del Planalto. A cinco días de la elección, la empresa encuestadora Datafolha mostraba que Aécio Neves seguía disminuyendo la distancia entre su candidatura y la de Marina Silva. La encuesta era la cuarta en serie en la que Silva perdía preferencia. En un mes la diferencia entre la ex-ministra de Medio Ambiente y el ex-gobernador de Minas Gerais disminuyó en 15 puntos porcentuales.
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Aécio Neves, contrario a la que mostraba la tendencia expuesta por las encuestas realizadas en la últimas dos semanas, consiguió una ventaja mucho más amplia de lo esperado: 33.66 % de los votos totales (12 millones de votos más que Marina Silva) cifra que deja claro que el poder de las maquinarias partidistas aun es una factor diferencial.
Dilma Rousseff, a pesar de haber obtenido más del 41,50% % de los votos llegará a la segunda vuelta bastante debilitada. Su campaña se basó en explotar hasta la saciedad los logros de los 3 periodos consecutivos de gobiernos del Partido del Trabajo, resaltando los avances en la calidad de vida de la población desfavorecida y el éxito de programas gubernamentales como Bolsa Família, Minha casa y Minha vida.
De aquí al 26 de octubre, fecha en la que se celebrará la segunda vuelta, nos espera una radicalización de los ataques entre candidatos. Por un lado Neves y el PSDB explotarán los casos de corrupción (Mensalão y Petrobras) que han marcado los 12 años de poder del gobierno petista, la “recesión técnica” en la que entró su economiay el aumento en el gasto público. Del otro lado, se espera que Dilma Rousseff y su partido refuercen la exposición de los logros de sus políticas sociales, y traigan a colación la realidad económica y social que se vivió bajo el gobierno de Fernando Henrique Cardoso con el objetivo de contrastar sus políticas con los tiempos de dominancia del PSDB.
Aunque la disputa presidencial se llevó el protagonismo mediático, en las elecciones de ayer se decidió quiénes conformarán las ramas gubernamentales que acompañará al Ejecutivo durante los próximos 4 años: 27 gobernadores estatales, 513 diputados de la Cámara baja y a 27 de los 81 senadores. Además fueron elegidos 1059 legisladores para los parlamentos de los estados.
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De acuerdo a la Folha de São Paulo, los candidatos presidenciales solo dedicaron el 20% de su tiempo para presentar las ideas y proyectos que implantarían en caso de que fueran elegidos. El tono general de la discusión de los candidatos presidenciales fue marcado por promesas sin detalles de ejecución, afrontas morales y riñas que hicieron recordar uno de los aforismos del maestro del humor periodístico en el país, el fallecido Millôr Fernandes, “Nuestro nivel ético está tan bajo, que cualquier conversación política acaba en denuncia.”
[1] Horas después de publicar su programa de gobierno en el cual se incluían propuestas apoyando el derecho al matrimonio civil entre parejas homosexual, y la implementación de una ley penalizando la discriminación de orientación sexual, Silva –quien profesa la fe evangélica pentecostal– cedió a la presión del Pastor evangélico Silas Malafaia, quien a través de Twitter amenazó con retirar su apoyo y el de su bancada si las propuestas no eran modificadas. En menos de 24 horas las propuestas habían sido retiradas del programa y substituidas por unas declaraciones vagas y poco comprometidas con la comunidad LGBT.
Doctorando en Ciencias de la Comunicación en la Universidad de São Paulo, miembro del grupo de investigación Gesc3; co-autor del Guía San Pablo, edición Pari.