Letanía pagana

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Dioses desconocidos que hemos ahuyentado,

os invocamos.

Vosotros los sin nombre, pero no por eso

anónimos,

perdonad nuestra arrogancia. Volved a nosotros.

Dejad que la miríada de altares que destruimos,

resurjan

como un océano de dioses, y bañen el mundo en

generosas plegarias.

Renovad, os suplicamos, vuestras magnánimas

bendiciones.

No dejéis que nadie sea llamado infiel a menos

que trate de hacer daño a otro.

Que la maldición de idólatra esté reservada

sólo para el que se cree santo,

cuya fe despótica trae guerra

y permite toda forma de crueldad

al servicio de sus propios dioses.

Dejad que la acusación de blasfemia caiga

sólo sobre el que se autodesigna

ventrílocuo de seres divinos.

Una vez más, no dejéis que ningún dios sea

abominado

o declarado un demonio por los seguidores

de otro,

que ninguno sea despreciado, que todos sean

venerados.

Términus, dios de los hitos de frontera, volved

de Roma,

enséñanos de nuevo nuestros límites. Separa

lo finito de lo infinito.

Que ningún hombre pretenda que sus crímenes

son la voluntad de Dios,

que los cuerpos tendidos a sus pies son la carnicería

de ángeles.

Muestra a las mujeres su destino en las muertes

que infligen;

sus propios hijos temblarán al verlos

y se ahogarán en la misma leche materna.

Abatur, ven con tus balanzas desde Persia:

necesitamos tu buen juicio.

Anat de Canaán, diosa de la guerra, lleva tu corona

de plumas de avestruz,

sólo tú sabías que el propósito de la guerra no era

destruir a otras criaturas

ni tratar a cada ser vivo como si ya estuviese

envuelto en un sudario,

sino luchar contra la muerte.

Pattini, Señora nacida de un mango celestial,

comparte con los hambrientos

tu milagroso arroz, protégenos de las epidemias,

tanto de las que sufrimos como de las que

provocamos.

Oh, Ptah, que nos creaste en Egipto en un torno

de alfarero,

haznos serviciales y encantadores.

Nu-gua, que nos hiciste en China de barro

amarillo,

no nos hagas pedazos.

Huracán, que nos hiciste en América de harina

de maíz,

tú que vives simultáneamente en la eternidad y

en el tiempo,

cuídanos en la tierra

y cuídanos en el infierno.

Quat, que nos hiciste en tu isla por puro

aburrimiento,

inspíranos para darle a nuestras historias un mejor

final.

Imrat, que en la India nos moldeaste de

mantequilla

y que en la grandeza de tu divinidad creaste otros

dioses,

recuérdanos que no son sagradas nuestras

limitaciones.

Lowalangi, gran guardián de Indonesia,

tú hablas tiernamente de nosotros como de tus

cerdos.

Enséñanos que no somos capaces de adorarte

hasta que no nos veamos mil veces a nosotros

mismos.

Nanse, Nuestra Señora de Sumeria, Reina de la

Adivinación,

dinos la horrible verdad: que este mundo es el fiel

registro

y la clara interpretación de nuestros sueños.

Ometéotl, glorioso azteca nacido de tus propios

pensamientos,

mantennos siempre inacabados, siempre

pensantes,
     siempre revelados por lo que hemos hecho
     existir.
     Patrones y Dadores de Dones, os convocamos.
     Juturna de las fuentes y manantiales,
     calma nuestra sed.
     Egres, el primero en darles nabos a los
     finlandeses,
     si repudiamos tu regalo
     repudiamos al mundo.
     Dua, dios del aseo cotidiano,
     reanimador de la humanidad,
     patrón del perfume y del baño lustral,
     también es tu virtud despertar a los muertos
     y la terapia con la que ellos recuerdan
     cómo usar sus miembros; recuérdanos también
     de las resurrecciones escondidas en nuestras
     vidas.
     Encarnación celestial en lo cotidiano.
     Cao Guo-jiu, Patrón de los actores
     y de todo lo que es a la vez verdadero y falso,
     mantennos en nuestras creencias
     y enséñanos la duda.
     Hintubuhet, Andrógino,
     Concertador de Matrimonios,
     mariposa de ambos sexos,
     bendecid a los que buscan el devoto amor.
     Tenenit, refréscanos con tu dorada cerveza
     primero elaborada en tu tinaja lapislázuli.
     Marunogere, hacedor de genitales,
     gracias.
     Arhats, vosotros los iluminados,
     prestadnos vuestros divinos ojos
     para que así podamos vislumbrar otros mundos
     y leer otras escrituras, para que los que nada
     saben
     de la tierra donde habitan
     no se atrevan más a hablar con nosotros en el
     cielo.
     Vuelve a nosotros, Panteón,
     abundante en deidades,
     sin ti no podemos ser humanos.
     Alado Nari, del lugar de los niños muertos,
     te pedimos: ten piedad de nosotros.
     Ran de Escandinavia, diosa de los ahogados,
     recoge delicadamente en tus redes a los que
     perdieron el aliento,
     Ora por nosotros.
     Freya, derrama por nosotros tus doradas
     lágrimas.
     Ixtab de los Mayas, Diosa de los Suicidas,
     muéstrales a los atormentados tu inhumana
     clemencia;
     con compasión más allá de tus bendiciones,
     recíbelos en tu Paraíso.
     Erínea de Grecia,
     cuya lujuria nunca fue manchada con sangre,
     concédenos la paz. ~
     – Versión de José Miguel Oviedo
     © The New York Review of Books

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