Finding Home #75, Lilith, (Fereshteh), Siona Benjamin, 2006

Lilith: una figura feminista entre la tradiciĆ³n y la posmodernidad

La historia feminista de Lilith.Ā 
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Slowly, slowly, Eve began to think about the limits

of her own life within the garden

Judith Plaskow

 

No pasa mucho tiempo, despuĆ©s de interesarse por el feminismo, cuando uno se topa con Lilith. Nada de su historia nos es familiar, ni siquiera lejanamente reconocible. ¿CuĆ”ndo se nombra a Lilith? ¿En quĆ© situaciones? Uno escucha y aproxima a tientas el significado. Algunas veces celebra la valentĆ­a de la mujer que se opone a una circunstancia desigual, opresiva o injusta; otras, sirve para darse Ć”nimos en la derrota –alguien vive como Lilith, en el exilio social, cuando paga el precio de rebelarse ante un mundo hecho para los hombres. La victoria y el fracaso dejan de ser alegrĆ­as y frustraciones sin nombre: en cambio, se inscriben en el mito de una heroĆ­na, en la figura alegĆ³rica de la resistencia feminista, en el sĆ­mbolo compartido que es Lilith.

Si no es fĆ”cil rastrear la evoluciĆ³n de un mito –los caminos que toma y cuĆ”ndo coinciden o se desvĆ­an– mucho menos lo es precisar su origen. En este sentido, la historia feminista de Lilith es excepcional. Sabemos que Judith Plaskow, la primera feminista judĆ­a autonombrada teĆ³loga, se reuniĆ³ con sus pares en los primeros aƱos de la dĆ©cada de 1970 para leer y reintepretar los textos sagrados de su religiĆ³n. Sin abandonar el judaĆ­smo ni al feminismo, el grupo de Plaskow usĆ³ la tradiciĆ³n para modernizarla. Por primera vez en 800 aƱos, las intĆ©rpretes eran mujeres, y no hombres.[1]Juntas decidieron narrar el mito de Lilith desde su perspectiva.

La versiĆ³n que retomaron es parte de un compendio de comentarios sobre las Escrituras, redactados por Ben Sira en el aƱo 180 a.C.[2]En esa historia, Lilith –creada a partir del barro, como AdĆ”n, y no de su costilla– se niega a acostarse debajo de AdĆ”n. Si ambos fueron creados de la tierra, argumenta, no hay razĆ³n para que su destino sea estar abajo de Ć©l. No consiguen entenderse y, al poco tiempo, Lilith pronuncia el nombre Ć­ntegro de Dios y sale volando por los aires del universo. Enseguida AdĆ”n invoca a Dios, quien manda a tres Ć”ngeles diligentes en su bĆŗsqueda: la encuentran en el mar (Rojo), en las aguas tumultuosas donde los egipcios mueren. Cuando amenazan con ahogarla, ella les responde que no ha sido creada sino para hacerle daƱo a los reciĆ©n nacidos de ocho dĆ­as de edad, y de veinte dĆ­as si son niƱas. Finalmente, Lilith acepta que cada dĆ­a mueran cien de sus hijos demonios y jura, por el nombre del Dios vivo y presente, dejar en paz a los reciĆ©n nacidos que lleven los nombres o las formas de los tres Ć”ngeles inscritos en un amuleto.[3]Por ese motivo, concluye Ben Sira, se escriben los nombres de Sanoi, Sansenoi y Samenguelof en los amuletos de los niƱos varones.[4]

La historia que creĆ³ Judith Plaskow y su grupo de teĆ³logas judĆ­as interpreta que Lilith y AdĆ”n son iguales en todos los aspectos y explica la ruptura de la primera pareja en el carĆ”cter autoritario de AdĆ”n, quien se negĆ³ a reconocer la igualdad entre uno y otro. “TrĆ”eme mis higos ahora mismo”, le ordena, al tiempo que pretende relegarla a las “tareas cotidianas del jardĆ­n del EdĆ©n”[5]. Lilith, por no estar dispuesta a asumir ese pasivo rol, pronuncia el nombre sagrado de Dios y abandona el EdĆ©n. De inmediato, Dios crea a la servicial Eva de la costilla de AdĆ”n. Un dĆ­a la segunda mujer de AdĆ”n se encuentra a Lilith en los lĆ­mites del jardĆ­n y descubre que no es el demonio responsable de la muerte de los reciĆ©n nacidos –como le habĆ­a dicho AdĆ”n–, sino una criatura igual a ella. Las dos mujeres se reĆŗnen para conversar: cada una cuenta su historia, rĆ­en, lloran, y poco a poco se crea entre ellas una relaciĆ³n de sororidad. Mientras tanto, Dios y AdĆ”n temen el dĆ­a en que Lilith y Eva regresen al EdĆ©n para reconstruirlo en sus propios tĆ©rminos.

A primera vista, parece que el nuevo mito de Lilith es un invento, algo que no debe tomarse en serio, un juego feminista sin mayores consecuencias. Nada mĆ”s lejos de ello. La tradiciĆ³n judĆ­a reconoce la posibilidad de volver a contar las historias de los libros sagrados desde una perspectiva contemporĆ”nea. Es costumbre que los rabinos redacten un midrash cuando encuentran una omisiĆ³n, o bien, cuando un fragmento contradice a otro.[6]Mejor aĆŗn, “cada generaciĆ³n tiene el deber de contribuir a la evoluciĆ³n del texto”. A partir de ello, se justifica el comentario feminista que el grupo de Plaskow hizo contra el original de Ben Sira (y que es un midrash del midrash). De acuerdo con esta teĆ³loga, su misiĆ³n es hacer que las historias de las mujeres –no como madres ni como esposas–  “surjan de los espacios en blanco que hay entre las palabras y las letras de la TorĆ””. Esta nueva versiĆ³n de Lilith no es un acto herĆ©tico, sino una puesta al dĆ­a de la tradiciĆ³n –y un camino alentador para las mujeres feministas que desean permanecer dentro de su religiĆ³n.

Plaskow tambiĆ©n quiso documentar el proceso mediante el cual se redactĆ³ este nuevo mito. La teĆ³loga y sus colegas, como tantas otras, solĆ­an reunirse en grupos de conciencia para hablar acerca de lo que implica ser mujer. La desigualdad de gĆ©nero iba revelĆ”ndose por medio de las historias personales que compartĆ­an –y que abarcaban temas como la familia, la sexualidad, el trabajo, el mundo del arte y la religiĆ³n. De ahĆ­ que en esta versiĆ³n del mito, Lilith y Eva se sienten a conversar durante horas. Si la narraciĆ³n insiste en ello es porque esta organizaciĆ³n de las bases fue crucial para el movimiento feminista: el reconocimiento que se da mediante el diĆ”logo es la base de la sororidad y de la alianza que las llevarĆ” a reconstruir su sociedad.

Era de esperarse que la Lilith feminista tuviera ecos en el arte de las mujeres judĆ­as. En uno de los manteles de The Dinner Party la instalaciĆ³n de Judy Chicago que representa una cena a la que asisten las mujeres destacadas de la historia– se bordĆ³ el nombre de Lilith. Junto con la recuperaciĆ³n de Eva y Judith esta parte de la pieza puede entenderse como un  midrash feminista de las mujeres del Antiguo Testamento. La misma Chicago hablĆ³ sobre el tema: la igualdad no se conseguirĆ­a exclusivamente con polĆ­ticas pĆŗblicas y reformas a la ley; de acuerdo con ella, era imprescindible crear nuevos mitos, contar con referencias religiosas e histĆ³ricas del poder de las mujeres.

Recientemente, Siona Benjamin, una mujer judĆ­a nacida en la India, creĆ³ la serie Fereshteh (bĆŗsqueda del hogar) que –como Plaskow y Chicago– combina el sentido tradicional de la religiĆ³n con la posmodernidad. Las piezas de Benjamin obedecen las convenciones formales de las miniaturas de los manuscritos iluminados medievales: esto se ve en la aplicaciĆ³n sin sombreado del rojo, el verde, el lapislĆ”zuli y la hoja de oro –colores y materiales tĆ­picos de las miniaturas–; pero tambiĆ©n en las plecas, los bordes y los fondos sobrecargados de ornamentos. La innovaciĆ³n estĆ” en el contenido: por primera vez, Benjamin representĆ³ a Lilith en una versiĆ³n actualizada del arte religioso.

Este midrash plĆ”stico va un poco mĆ”s allĆ”, pues dibuja a Lilith a la manera de Roy Lichtenstein: los ojos almendrados y llorosos, los labios gruesos, las cejas delgadĆ­simas, la barbilla pronunciada y la emociĆ³n melodramĆ”tica.

Hopeless, Roy Lichtenstein, 1963. Tomado de roylichtenstein.com

Pero esta nueva Lilith ha dejado de lamentarse por el desamor. En Finding Home #74, la heroĆ­na feminista y veterotestamentaria anuncia su venganza en nombre de las “viudas de las guerras, las mujeres militares y las que han sido violadas en conflictos armados”. La serie completa es un comentario sobre la violencia sexual que padecen las mujeres en las guerras del presente, hecho a partir de Lilith como figura tradicional pero reivindicada. Esto es todavĆ­a mĆ”s evidente en Finding Home #79, donde el martirio de Lilith se sobrepone a un mapa con flechas y fronteras que sugiere la mĆ”s reciente invasiĆ³n estadunidense de Iraq.

Dije al principio de este post que no es fĆ”cil rastrear los caminos que toman los mitos. Lilith ha rebasado el contexto feminista y judĆ­o del que surgiĆ³. Se le conoce en MĆ©xico, Colombia, Argentina, EspaƱa. Cada tanto las revistas acadĆ©micas, culturales y de entretenimiento publican artĆ­culos al respecto. Hay incontables referencias sobre el tema y organizaciones feministas que retoman su nombre. QuizĆ”s el Ć©xito de Lilith se deba a la versĆ”til narraciĆ³n de Plaskow: su lectura sirve para cuestionar la divisiĆ³n del trabajo por gĆ©nero, exigir derechos sexuales e, incluso, para renunciar al imperativo de la heterosexualidad y largarse del patriarcado.

Pero la pregunta persiste: ¿por quĆ© fue Lilith la figura mĆ”s sobresaliente, si en la misma Ć©poca otras feministas recuperaron a las diosas de la fertilidad de distintas culturas?[7]¿Se debe, tal vez, a que las feministas blancas y acadĆ©micas de la segunda ola tuvieron, en su momento, mĆ”s medios y recursos, lo que explica el Ć©xito internacional de Lilith? ¿Y quĆ© tan efectivo es este mito en MĆ©xico? ¿Puede oponerse el personaje marginal de Lilith, no a Eva, sino a la dominante virgen de Guadalupe? AĆŗn queda pendiente la investigaciĆ³n que recupere los documentos, las traducciones, la transmisiĆ³n oral y las adaptaciones que hicieron de Lilith un sĆ­mbolo para las feministas de AmĆ©rica Latina.

 



[1] Enid Dame, Lily Rivlin, Henny Wenkart (eds.), Which Lilith? Feminist Writers Re-Create the World’s First Woman, EUA, Jason Aroson-Rowman & Littlefield, 2004, p. xvii

[2] Si bien Lilith es mencionada en el libro de IsaĆ­as, el Talmud y la CĆ”bala, Plaskow solo reinterpretĆ³ el texto de Ben Sira.

[3]La sociĆ³loga francesa MichĆØle Bitton sugiere que las diferentes evocaciones de Lilith –las cuales provienen desde Mesopotamia– son “variaciones estructurales de un mismo mito, sino verdaderas creaciones culturales, de modo que su estudio debe subrayas las innovaciones”. Acerca del verso de IsaĆ­as en el que aparece Lilith, sexual y malĆ©vola, puede ser indicio de una creencia prejudaica en los demonios,que sobreviviĆ³ en la Biblia, o bien, un simple recurso literario. Ver  MichĆØle Bitton, “Lilith ou la PremiĆØre ƈve, un mythe juif tardif”, Archives de sciences sociales des religions, No. 71, julio-septiembre 1990, pp. 119-120.

[4] IbĆ­d., pp. 119-120.

[5] Judith Plaskow, The Coming of Lilith. Essays on Feminism, Judaism and Sexual Ethics, Boston, Beacon Press, 2005, Kindle, loc. 493/4297.

[6] En el caso de Lilith, el midrash de Ben Sira se justifica por las discrepancias entre el GĆ©nesis I y II y que son producto de haber “hilado con descuido dos versiones, una previa y otra posterior al exilio de los judĆ­os de Babilonia”. Ver Enid Dame, Lily Rivlin, “Lilith”, Ms. Magazine, diciembre, 1972, p. 93.

[7]En su artĆ­culo sobre el tema, Lilly Rivlin permite entrever que una de los objetivos del feminismo de la segunda ola era encontrar evidencia de un matriarcado antiguo. MichĆØle Bitton, en cambio, desmiente la lectura que quiere relacionar a Lilith con esta forma de organizaciĆ³n social.

 

 

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(Ciudad de MĆ©xico, 1986) estudiĆ³ la licenciatura en ciencia polĆ­tica en el ITAM. Es editora.


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