En cierta ocasión un joven y fogoso liberal alemán escribió con gran severidad que estaba “firmemente convencido de que el peligro real de las ideas comunistas no reside en sus intentos prácticos sino en su elaboración teórica, ya que los intentos prácticos, aun los intentos apoyados por las masas, pueden ser contestados con el cañón en el momento en que se vuelven peligrosos, mientras que las ideas, que han conquistado nuestro intelecto y tomado posesión de nuestras mentes, ideas con las que la razón ha encadenado nuestra conciencia, son cadenas de las que uno no puede liberarse sin romperse el corazón; son demonios que los humanos solamente pueden vencer si se someten a ellos”. Podemos decir que en realidad las cosas ocurrieron a la inversa: fueron los intentos prácticos los que resultaron muy peligrosos, mientras que las ideas se ramificaron en múltiples corrientes, desde las terriblemente dogmáticas hasta las iluminadoras y creativas. Lo que puede asombrar es el hecho de que el autor de estas líneas, apenas cinco años después y en colaboración con Friedrich Engels, escribió el Manifiesto del Partido Comunista (1848). Sin duda el demonio, y no el fantasma del comunismo se apoderó de su mente y provocó una conversión que determinó no solo el resto de su vida sino que influyó de manera decisiva en el curso de la historia política moderna.
El texto de Marx proviene del artículo que publicó el 16 de octubre de 1842 en la Rheinische Zeitung, la gaceta renana de la que era redactor. Era una respuesta a una acusación contra su revista por acercarse a las ideas comunistas bajo la influencia de Moses Hess y de los socialistas franceses. En este artículo Marx decía que su revista “no admite que las ideas comunistas en su forma actual posean siquiera una realidad teórica, y por lo tanto menos puede desear su realización práctica, o siquiera considerarla posible” y que “someterá estas ideas a una profunda crítica”.
Aún después de haber publicado el Manifiesto, Marx criticó en el verano de 1848 el peculiar comunismo de Wilhelm Weitling, un personaje extraño que preconizaba una utopía popular autoritaria. En un discurso en la asamblea general de la Sociedad Democrática de Colonia (4 de agosto de 1848) Marx señaló que “el desprecio mutuo de la posición de los diversos estratos de la población, el rechazo a hacer concesiones recíprocas sobre las relaciones de clase llevaron a un desenlace sangriento en París”. Por ello Marx consideró que la propuesta de Weitling de una dictadura, como la más deseable forma constitucional, “es impráctica y completamente inviable, que el poder no puede ser alcanzado por una sola clase; la intención de implementar una dictadura de acuerdo a un sistema concebido por un solo cerebro merece ser calificada como un sinsentido”.
En los años sesenta del siglo pasado el descubrimiento del “joven Marx” fue un estímulo que ayudó a frenar el dogmatismo que dominaba en la izquierda. Las citas de Marx son un ejemplo de los orígenes liberales que siempre se mantuvieron en la tradición marxista. Pero como tenían sus raíces en el idealismo hegeliano, fueron execrados por los teóricos puros y duros –muchas veces estructura- listas– que exaltaron al Marx maduro. Pero no lograron ocultar completamente el hecho, muy humano, de que Marx fue siempre un ramillete de contradicciones.
Las ideas que expresa Marx no dejan de ser inquietantes, especialmente cuando habla de enfrentar el movimiento popular a cañonazos. Inquietante también su afirmación de que las ideas son más amenazadoras que la lucha práctica. Pero lo que parece tener resonancias históricas es su advertencia de que solamente es posible librarse de las peligrosas ideas utópicas si nos sometemos a ellas. ¿Qué quiso decir? Lo que Marx escribió en la Rheinische Zeitung en 1842 todavía le preocupaba muchos años después, cuando escribió su famoso prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política, en 1859. Allí recuerda con malestar que se había pronunciado contra el socialismo y el comunismo francés porque le parecía que su influencia respondía a deseos superficiales de parecer “avanzados” y que él se había opuesto a esta actitud de principiantes, pero reconociendo que la falta de lecturas no le había permitido comprender las tendencias francesas. En realidad en su artículo de la Rheinische Zeitung no hay muchas huellas de esto último; por el contrario, se expresó con gran seguridad. Pero con los años desarrolló una explicación del hecho de haber escrito unas líneas tan duras contra el comunismo y sugirió que eran fruto de las presiones de los administradores de la revista por moderar sus posiciones y evitar que fuese cerrada.
Estos curiosos avatares nos recuerdan que las conversiones, sean desgarradoras o serenas, son situaciones que permean la vida intelectual. Escudriñarlas puede darnos una lección importante sobre la manera en que las personas enfrentan las circunstancias cambiantes. …
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Los textos de Marx de la Rheinische Zeitung y de su discurso en Colonia pueden encontrarse en los Marx-Engels collected works, tomos 1 (pp. 220-21) y 7 (pp. 556-7), publicados en 1975 y 1977.
Es doctor en sociología por La Sorbona y se formó en México como etnólogo en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.