Es una pena decirlo, pero Aristรณteles ha perpetrado algunas de las pรกginas mรกs negras de la infamia filosรณfica. Si hubiera sido Perico de los Palotes o Francis Fukuyama, el asunto no tendrรญa importancia. Pero el culpable es el luminoso Aristรณteles, el Filรณsofo por antonomasia, el autor del primer libro de lรณgica y de la รtica a Nicรณmaco, insuperada obra maestra sobre la materia. Entonces, ¿quรฉ le pasรณ al maestro?, ¿por quรฉ rodรณ hasta esas pรกginas repugnantes? Es lo que vamos a ver ahora.
Las pรกginas a las que me refiero constituyen su defensa de la esclavitud y figuran en los capรญtulos IV-VII del primer libro de su Polรญtica.
No voy a reproducir en detalle los argumentos en defensa de que algunos humanos son por naturaleza esclavos; mรกs que malos, son pรฉsimos y no despiertan la mayor convicciรณn. Asรญ tiene que ser: si hubiera buenos argumentos para eso, vivirรญamos en un universo diferente al que vivimos.
El esclavo era considerado jurรญdicamente como un instrumento. Habรญa instrumentos inanimados e instrumentos animados, y segรบn la definiciรณn romana eso es el esclavo, un instrumentum vocale, “instrumento que habla”. Todos los instrumentos son propiedad del amo. Y, dice el Filรณsofo, “es justo que asรญ sea”.
Ahora viene por quรฉ los esclavos lo son por naturaleza (y no por convenciรณn, lo que harรญa injusta la esclavitud); un todo, como la casa familiar (oikos, de donde oikonomia, manejo de la casa), tiene siempre algo que es superior y algo que es inferior. Esta jerarquรญa aparece por todos lados, en las plantas, en los animales, hasta en las piedras inanimadas (esto รบltimo, dice, es asunto complicado y lo explicarรก en otra parte). En el humano, el alma, que es superior, manda al cuerpo, que es inferior. Los esclavos, desarticulados como son de pensamiento, son mรกs cuerpo que otra cosa y un alma ajena debe mandar sobre ellos. Aquรญ hay que aclarar que la inmensa mayorรญa de los esclavos eran bรกrbaros que no hablaban siquiera el griego, y Aristรณteles marca la infinita distancia que, para รฉl, separa al salvaje bรกrbaro, tirรกnico y analfabeto del refinado y demรณcrata ciudadano griego, รบnico que es plenamente libre.
Las mujeres, que por su condiciรณn no eran nunca ciudadanas, eran tambiรฉn inferiores al varรณn y ocupaban, por eso, un lugar intermedio entre el esclavo y el hombre libre. Asรญ pues, el alma del ciudadano libre debe mandar sobre los cuerpos y las semialmas de los esclavos y de las mujeres. Aquรญ Aristรณteles llega a un punto de bajeza intelectual sorprendente, al afirmar que los esclavos son por naturaleza caรญdos de hombros, un poco jorobados, mientras que los hombres libres son erguidos. Que lo diga รฉl, que fue el mรกs grande naturalista que dio la Antigรผedad.
¿Por quรฉ aceptรณ Aristรณteles que es natural y justo que haya esclavos? Hay que aclararlo, no estoy dispuesto a admitir que Aristรณteles y Hitler coincidan en punto alguno. En un intento de salvaciรณn enunciarรฉ la hipรณtesis de los invisibles sociales.
Supongamos que un marciano se entrevista con un profesor de universidad y le espeta indignado: “¿Cรณmo es posible que en tu sociedad haya obreros? ¿No te das cuenta de que lo mรกs parecido a una cรกrcel es una fรกbrica? ¿Quรฉ clase de sociedad es esta y cรณmo puedes defender tal estado de las cosas?” La indignaciรณn del marciano proviene de que en Marte los derechos estรกn adelantadรญsimos y la existencia de obreros le parece monstruosa, ¿quรฉ podrรญa responderle el profesor a este Luis de la Barreda marciano?
Me parece que el profesor ni siquiera entenderรญa bien la indignaciรณn del marciano. No puede enfocar desde quรฉ posible sociedad se hace esta crรญtica. Es decir, un mundo sin obreros es un “invisible social” y ni siquiera se le habรญa ocurrido que pudiera existir. Y por eso mismo la existencia de obreros es para รฉl otro invisible social. No habรญa reparado en esa condiciรณn porque no tiene la menor idea de una posible organizaciรณn sin obreros. La existencia de obreros es una premisa no discutida de todo razonamiento sobre una organizaciรณn social en el planeta. Asรญ que el profesor se verรญa obligado a responder lo que, en el fondo, responde tambiรฉn Aristรณteles.
–Seรฑor marciano, no sabemos vivir de otro modo.
Es decir, el problema รฉtico aparece, tanto en el caso de Aristรณteles como en el del profesor, con el uso de una imaginaciรณn social que ninguno de los dos puede tener.
Pero hay una dificultad: hubo filรณsofos que, para honra de la Grecia clรกsica, sostuvieron que toda esclavitud era injusta. Y Aristรณteles no estรก entre ellos. No sรฉ quรฉ mรกs decir en su defensa.
Aquรญ lo dejamos. ~
(Ciudad de Mรฉxico, 1942) es un escritor, articulista, dramaturgo y acadรฉmico, autor de algunas de las pรกginas mรกs luminosas de la literatura mexicana.