Los traidores llegaron ya

Los traidores a la patria abundan cuando la Patria tiene nombr, apellido y hasta credencial de elector. 
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No estoy de acuerdo con algunas pasiones que mueven a Andrés Manuel López Obrador (AMLO), pero eso no me llevaría a calificarlo de “traidor a la patria” ni mucho menos a presentar una denuncia penal en su contra por tal crimen. Pero, bueno, yo sólo soy un ciudadano, y no la Patria.

¿Debería asombrarme la facilidad con que AMLO, erigido en tribunal superior, dicta sentencia de “traidores” a quienes no actúan como él desea o no piensan como él ordena? No, pues no es nueva su proclividad a acusar, juzgar y emitir sentencias desde una superioridad que le parece infalible. Asombra, si acaso, la tenacidad con que transmuta en criminales a quienes difieren de sus pasiones o desacatan sus designios.

Es interesante la forma en que AMLO, sus ideólogos y aun los juristas que lo rodean, asuman ya en su discurso como un hecho que la Patria encarnó en AMLO. Que la Patria no es ya aquello cuyo “fulgor abstracto es inasible” –como escribió José Emilio Pacheco— sino un señor de carne y hueso, con pasiones, nombre, apellido y hasta credencial de elector.    

¿Será exagerado decir que, más que a Gandhi o a Tolstoi, las pasiones judiciales de AMLO evocan a Robespierre? Ambos comparten la convicción de que lo mejor de sus Patrias respectivas decidió encarnar en ellos. No son pocas las estrategias que tienen en común: la asamblea como instancia suprema y el traslado instantáneo de las virtudes del líder a quienes la conforman. La retórica de preguntar ante tales asambleas sólo lo que ya tiene respuesta previa y consensuada; la idea de que el pueblo es bueno y justo por naturaleza (siempre y cuando sea del propio bando); el perpetuo estado de emergencia ante la perpetua amenaza extranjera; la cancelación de la democracia ante la primacía del bien colectivo; el desdén a las instituciones y, desde luego, al sufragio. Y por supuesto la caracterización de todo adversario como “traidor a la Patria”… Se entiende que, sustentado en eso, Robespierre no haya dudado en proclamar “al despotismo como una actitud legítima de la libertad contra de la tiranía” (Sobre los principios de la moralidad política, 1794).

La exhibición de virtudes civiles que AMLO presume obsesivamente –pobreza, modestia, franqueza, sinceridad, integridad, honestidad, valentía, amor al prójimo– tienden ahora a complementarse con una severidad judicial que criminaliza a quienes carecen de esas virtudes, que sólo a él le es dado evaluar. Que las cárceles donde atiborra a sus disidentes sean (menos mal, y por lo pronto) sólo imaginarias, es un atenuante relativo: es delicado azuzar entre los incondicionales un instinto judicial que criminaliza al otro, al diferente. Del amoroso al policía sólo hubo un año…

El poder judicial privado de AMLO opera desde 2008, cuando acusó de “traidores a la patria” a cualquier cantidad de políticos y al director de PEMEX. Traidores, desde luego, los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Traidores quienes entreguen recursos naturales a extranjeros (incluye, supongo, a los involucrados en que los turistas consuman aire, agua, tequila y gas avión). Traidores quienes toquen el 27 constitucional. Traidor Porfirio Díaz, sí, y traidores Fox, Calderón y Peña Nieto. Traidores sus contrincantes en el PRD. Y un largo etcétera en el que cabe buena parte del compatriotaje. Leonel Cota –uno de sus vocales– ya ha dicho que “criticar el movimiento que estuvo en las calles, en el Congreso, que preside Andrés Manuel López Obrador, es sinónimo de traición a este país”.

Caramba. 

Así pues, supongo que soy culpable de sinonimia. Más delicado es calificar como (por lo pronto) presunto culpable de traición a la patria, tal como lo tipifica el artículo 123, fracción I, del Código Penal Federal, toda vez que criticar a AMLO y/o creer en la pertinencia de las reformas equivale a cometer “actos contra la independencia, soberanía o integridad de la nación mexicana con la finalidad de someterla a persona, grupo o gobierno extranjero”.

Cuando pase por el tribunal (popular) seré castigado con prisión de 5 a 40 años y multa de hasta 50 mil pesos.

Perdón, señor AMLO, no lo vuelvo ni a criticar ni a pensar lo que me venga en gana pensar. Y si no me perdona, pues ojalá que haya biblioteca en su Bastilla. 

(Publicado previamente en el periódico El Universal)

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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