Marjane Satrapi, la Gran Dama del Cómic

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Francia mantiene un vínculo esquizofrénico con el Irán contemporáneo. Allí se refugió Jomeini y desde allí preparó la revolución que, en 1979, contribuyó a acabar con el régimen del Shah. Asimismo, en Francia vive Marjane Satrapi, autora del primer cómic iraní de la historia, Persépolis, que desde la fecha de su publicación, en el año 2000, ha demostrado ser un arma muy eficaz contra el siniestro régimen instaurado por Jomeini. Persépolis, una serie de cuatro volúmenes, es una combativa, personal e inteligente versión de la Revolución Islámica desde 1979 hasta 1994, narrada por una niña. Es leído en las escuelas francesas y en la Academia militar de West Point. Sólo en Francia se han vendido más de 200 mil ejemplares, y ya ha sido traducido a cinco idiomas. Persépolis ha convertido a Satrapi, de 36 años, en La Gran Dama del Cómic y le ha valido los galardones más importantes: el Gran Premio de Angoulême, el Premio Harvey, en los Estados Unidos, y el Premio Fernando Buesa, en España. La artista iraní escribe en francés y desde el año 2000 no ha regresado a Teherán, donde viven sus padres. Además de Persépolis ha publicado Bordados, una divertida conversación entre mujeres iraníes sobre el amor y el sexo, y Pollo con ciruelas, una hermosa historia de amor y música que volvió a ganar este año el Premio de Angoulême. Satrapi tiene el don de conmover y divertir. Éstos son algunos datos de su historia personal y profesional, tal como aparecen en su obra:

De profeta a dibujante de cómic
     Lo primero que quiso ser Marjane Satrapi en la vida fue profeta. Cuando su tío fue ejecutado por los islamistas, tuvo una crisis de fe y, finalmente, optó por ser grafista. Estudió Bellas Artes en Teherán, en una facultad donde la modelo que posaba en las sesiones de dibujo estaba oculta bajo un chador. Para su ingreso le pidieron una pieza sobre los mártires de la Revolución, y ella reprodujo La Piedad, de Miguel Ángel, con la Virgen cubierta por un chador y Jesús vestido de militar. Su proyecto de licenciatura fue un parque temático sobre los héroes de la mitología nacional. Un épico Disneyland persa.
     Marjane hizo entonces las maletas y voló a Estrasburgo para continuar sus estudios. Era 1994. Por azar entró en contacto con una serie de excelentes autores de cómic que trabajan en París: David B., Christophe Blain, Joann Sfar, Emmanuel Gilbert y Émile Bravo. Ellos la animaron a contar su historia. Así nació Persépolis, un asombroso “romance de ciego” sobre Irán a partir de 1979: la salida del Shah, la brutal represión islamista, la guerra entre Irán e Irak con su millón de muertos… La adaptación al cine está en marcha.

De Marx a MAUS
     El primer cómic que leyó Marjane Satrapi fue El materialismo dialéctico. Tenía 10 años. En aquel tebeo, Marx le abría la cabeza a Descartes con una piedra para demostrarle que el mundo material no es un producto de la imaginación. Aquel golpe de realismo impactó definitivamente a Marjane: sus libros no dejan espacio al escapismo. Hay, eso sí, mucho humor para hacer más liviana la tragedia. Como cuando describe a los Guardianes de la Revolución patrullando las calles de Teherán, mientras en su casa la criada pisa las uvas en la bañera para hacer vino.
     El segundo cómic que tuvo una influencia decisiva en la artista iraní fue Maus, de Art Spiegelman, una impactante historia sobre el Holocausto con una estructura claramente novelesca. Marjane define desde entonces sus libros como “novelas gráficas” y muchos de sus lectores no son aficionados al cómic. Hay quien afirma que esta mujer ha creado un nuevo género en el cual se funden la intimidad de la biografía, la ligereza del cómic y la carga política. Para quien desee entrar en la polémica, así son las viñetas de Marjane.

Viñetas contras viñas
     Marjane afirma pintar en blanco y negro porque sus dibujos estarían llenos de sangre si utilizara el color. Ya no serían viñetas, sino viñas. Son negros el chador, las barbas de los Guardianes de la Revolución, las cárceles donde son torturados y ejecutados los opositores al régimen, los gigantescos murales de mártires que adornan las calles de Irán, las cortinas con que su madre ciega cubre las ventanas para evitar las denuncias de los vecinos. Son blancos los jazmines que introducía su abuela en el sujetador para perfumarse el pecho, la ropa de los niños, el gran espacio que rodea las pupilas de los personajes, el pelo de su madre tras unos años de Revolución y guerra.
     El cómic es el único género donde dibujar es escribir. El expresionismo latente de los dibujos de Marjane, con un trazo poderoso y minimalista, se mezcla con la inocencia de la narradora. Su ingenuidad desarma al lector, le hace más vulnerable al poder de las imágenes y añade veracidad a la historia.
      
     El opio y los ojos
     Marjane era una adolescente cuando su abuela le explicó los efectos positivos del opio en la vida de una mujer. A la joven no le asombró la mención del opio: su consumo no estaba prohibido en Irán antes de la Revolución Islámica y su abuela, además, era opiómana. El médico le había aconsejado su uso para aliviar sus dolores (o eso decía ella). Aquel remedio había sido mano de santo. La anciana mostraba siempre un carácter muy dulce, excepto cuando estaba recién levantada. Tenía entonces un humor de perros que se desvanecía tan pronto tomaba una tacita de té con un trocito de opio disuelto.
     La teoría de la abuela sobre el opio era la siguiente: “Yo siempre he tenido los ojos muy abiertos. Así que, cuando era joven, tomaba un poquito antes de ir a una fiesta. Entonces los párpados me pesaban y eso me daba una mirada lánguida. Deberías aprender a cerrar un poco los ojos: te ayudará a encontrar pareja más fácilmente”. La abuela se había casado tres veces, pero Marjane no siguió su consejo. Sus personajes tienen unos ojos enormes y muy abiertos, como linternas enfocadas al lector. Esta pequeña desobediencia familiar ha tenido consecuencias insospechadas. Marjane ha triunfado profesionalmente y, según los parámetros de su abuela, tampoco le ha ido mal personalmente: por el momento se ha casado dos veces.

La Mafalda iraní
     A Marjane le indigna la división entre Oriente y Occidente. Subraya, irónica, que la tierra es redonda y, por tanto, siempre estamos al oriente de algo. Y debe de ser cierto, ya que la narradora de Persépolis, la propia Marjane a los diez años, es igualita a la Mafalda argentina: la misma curiosidad, idéntico espíritu crítico, igual ingenuidad devastadora, exacta capacidad para meter a su familia y a sí misma en líos… La pequeña Marjane, como Mafalda, descubre el mundo a partir de su entorno: la familia, la escuela y la calle. Cuando su abuela le cuenta cómo torturaron a su marido encerrándole en una celda de agua, la niña prolonga su baño nocturno hasta tener los dedos arrugados para saber qué sintió su abuelo. Mafalda hubiera hecho lo mismo. Son dos niñas muy parecidas en países muy distantes. Si Mafalda representa a la clase media argentina de los años sesenta, Marjane da voz a la clase acomodada iraní de los años ochenta. Marjane es bisnieta del último emperador iraní, que fue derrocado por el padre del Shah, e hija única de una familia de clase media alta, progresista e ilustrada, capaz de compatibilizar sin problemas la lectura de Bakunin con el principio de no compartir la mesa con la criada. Un entorno muy fértil para alguien con los ojos bien abiertos.

Fin: El elefante sufí
     Algunos críticos han señalado que Marjane pasa de puntillas por acontecimientos fundamentales de la historia, como la crisis de los rehenes en la embajada de Estados Unidos en Teherán, los cambios políticos en los primeros años tras la caída del Shah o la figura de Jomeini, a quien jamás nombra. Hay una sabia historia sufí que ilustra esas lagunas. Cinco hombres se encuentran en un establo oscuro dentro del cual hay un elefante. Ninguno de ellos ha visto nunca un animal de esa especie, y deciden tocarlo para definir su forma. Al cabo de una hora, el primero afirma que se trata de un tubo enorme, el segundo asegura que es una columna, el tercero subraya que son cuatro columnas, el cuarto proclama que es un asiento y el quinto dice que se parece a un gran abanico. De repente, se enciende una vela y los cinco hombres ven el elefante entero.
     La vida es parecida: le damos un sentido dependiendo de nuestro punto de vista. Marjane cuenta la historia de Irán desde su propia vivencia. En su familia hay comunistas e imperialistas, parientes torturados por el régimen del Shah y otros ejecutados por el régimen de Jomeini. No tiene ningún familiar islamista, así que nunca muestra lo que se esconde tras las barbas de los Guardianes de la Revolución. Pero tras leer sus libros uno siente que se ha hecho una vaga idea del elefante. Y si los islamistas quieren contar su propia versión de la historia, nada ni nadie les impide hacer un contracómic. ¡Sería el primer cómic islamista de la historia! –

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