Memoria del genocidio

La exposiciรณn "Armenia. Una herida abierta" muestra la historia de un pueblo perseguido.
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El pasado 16 de abril se inaugurรณ la exposiciรณn “Armenia. Una herida abierta.” en el Museo Memoria y Tolerancia. A pesar de la repeticiรณn constante de la palabra “genocidio” –dentro del museo y en las palabras introductorias de Josรฉ Sarukhan, y de Carlos Antaramian y Sonia Arakelian, motores de la exposiciรณn–, en mรบltiples notas de prensa, la palabra genocidio aparece acotada o entrecomillada. Muchas veces suplantada por las infamantes palabras que usa el actual gobierno turco, con Recep Tayyip Erdogรกn a la cabeza, para negar los actos de sus predecesores: matanza, masacre, muerte, tragedia, desgracia, actos de guerra, atrocidades.

La indeleble conexiรณn entre la identidad armenia y la escritura queda de manifiesto en piezas procedentes de hogares armenios cuyos habitantes, ante la ofensiva turca y la disyuntiva de huir o perecer, se llevaron consigo al exilio sus posesiones mรกs preciadas: libros. Como la Biblia de 1865 que rescatรณ Juana Kayachanian, acompaรฑada por el pan sagrado de comuniรณn neshjarq, objetos que conservรณ y resguardรณ durante su periplo por los campos de refugiados en Siria y hasta su llegada a la ciudad de Tijuana, donde aรบn residen sus descendientes. O como la enigmรกtica copia del libro Ara el hermoso ­–รฉpica mitolรณgica sobre la vida de un hombre tan bello que la bella Semiramis, despechada de amor, lo mandรณ asesinar para luego tratar de resucitarlo. Este ejemplar, impreso en 1876, tiene en sus pรกginas el sello del Euphrates College de Harput, una de las mรบltiples instituciones de educaciรณn que sufrieron el mismo destino que los habitantes armenios de la naciรณn.

En 1895, bandas de kurdos atacaron los asentamientos armenios de la planicie de Harput, solapados por el rรฉgimen otomano, cada vez mรกs desconfiado de la minorรญa armenia. Ocho de los doce edificios de la escuela sucumbieron ante las llamas. Los cuatro edificios que quedaron en pie fueron atacados de nuevo en 1915, cuando tropas del ejรฉrcito otomano irrumpieron en las instalaciones para arrestar, torturar y ejecutar a muchos de los profesores que laboraban ahรญ. Luego fueron convertidos en campo de entrenamiento militar, y mรกs tarde en un hospital militar; para finalmente destruir hasta el รบltimo muro, para que no quedara constancia de su existencia.

Quizรก la consciencia de esta conexiรณn entre la palabra escrita y el alma de la naciรณn armenia haya sido lo que impulsรณ al gobierno de los Jรณvenes Turcos a ordenar el arresto y posterior asesinato de los intelectuales armenios la noche del 23 de abril de 1915, como propone el historiador Bedros Hadjian en su libro La palabra silenciada. Ahรญ afirma que la intenciรณn del gobierno otomano era eliminar a aquellos con la capacidad de comunicar e informar sobre el genocidio que comenzarรญa esa noche.

Entre los sobrevivientes se cuenta una anรฉcdota que resalta la profunda conexiรณn entre los armenios y la expresiรณn escrita de su lengua. Las madres obligadas a unirse a las caravanas de la muerte que atravesarรญan el desierto de Deir es Zor y conscientes de que en cualquier momento podรญan ser asesinadas o raptadas y vendidas como esclavas sexuales a algรบn bey turco, le enseรฑaban a los niรฑos pequeรฑos  el trazo de las curvas de las letras armenias sobre las arenas ardientes del desierto. Los niรฑos que aprendieron de esta manera el alfabeto, y sobrevivieron al hambre y la sed, nunca olvidarรญan esta aterradora lecciรณn. Esos niรฑos serรญan luego, en palabras del escritor Antranik Zaroukian, autor de Los hombres sin infancia, “los huรฉrfanos armenios: los hombres y mujeres que en el mundo de los hombres aborrecen su infancia…”.

La exposiciรณn documenta con objetos, imรกgenes, videos y poderosos testimonios la historia de un pueblo acorralado por su doble pecado: ser armenios y ser cristianos en un imperio musulmรกn que se desmoronaba. Ademรกs, en una de las salas, invita al visitante a ponerse en el lugar de los cientos de miles de vรญctimas de aquellas caravanas de la muerte en una intensa simulaciรณn del desierto de Deir es Zor. Hay tambiรฉn jarrones ricamente decorados, instrumentos musicales y tapetes de intrincados diseรฑos, y una impresionante khachkar (cruz de piedra) que da fe de la pericia de los artesanos armenios. Entre las piezas  de esta exposiciรณn, pequeรฑa pero rigurosamente curada, destaca un exquisito jarrรณn de mรกs de mil aรฑos de antigรผedad proveniente de la provincia de Siunik, en la actual Armenia y una pequeรฑa colecciรณn de libros cuya mera existencia es ya un prodigio.

Los objetos amorosamente preservados que las familias armenias de Mรฉxico y Estados Unidos han prestado para esta exposiciรณn son apenas una parte de la memoria colectiva de un genocidio que se niega a ser olvidado, a pesar de los tremendos esfuerzos que el gobierno turco ha hecho para que asรญ sea.

En el libro Al filo de la muerte. Las memorias de Hamparzoum Mardiros Chitjian, sobreviviente del genocidio armenio, el autor relata: “Cientos de cuerpos de armenios asesinados, desfigurados de las maneras mรกs atroces que es dado imaginar –hombres, mujeres viejas y jรณvenes, niรฑos y bebรฉs. Nadie se salvรณ. Sus cuerpos habรญan sido esparcidos o amontonados unos encima de otros. La barranca y ambas orillas del rรญo Perri estaban completamente cubiertas de cadรกveres. Se podรญan ver las extremidades de cuerpos de bebรฉs aquรญ y allรก. Poco a poco comencรฉ a percibir el olor pรบtrido que emanaban los cuerpos en descomposiciรณn. Era un acto de saรฑa relativamente reciente. Mi mente comenzรณ a bloquearse. No podรญa terminar de comprender lo que estaba viendo. ¡Si tรบ, lector, no has sido testigo de atrocidades como esa, no podrรกs imaginar ni entender que tales actos de salvajismo puedan ser cometidos por seres humanos! De pronto, oรญ la voz de [mi acompaรฑante] que me llamaba. “Ven, salgamos de aquรญ cuanto antes. ¡No mires!” Apenas habรญa acabado de hablar cuando vi a mi querido amigo de la escuela Kevork Noroian. Lo รบnico reconocible de su rostro era un ojo. Un ojo abierto que me miraba." 

Ese ojo abierto del niรฑo Kevork nos mira desde la historia como una llaga. Nos pide unirnos al reclamo centenario del pueblo armenio herido dos veces: una por la crueldad del imperio otomano, y la segunda por el olvido y la continua negaciรณn de la verdad histรณrica.

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(ciudad de Mรฉxico, 1980) narradora y traductora. Publicรณ "Punto de fuga" en 2012.


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