Oprimida en la prensa
de las horas inútiles,
como una nuez deforme, huraña,
que descree del castigo,
de tal modo en tensión
y torturada,
sostengo mi cabeza entre las manos,
mientras el mundo silba, lejos,
su insultante salud.
Debajo de la lengua
una nueva pastilla se disuelve
con el dulzor de la promesa.
“Los suplicios más simples
comportan la belleza del mal.”
Las gotas se suceden
una a una,
siempre en el mismo punto,
en descargas de furia
de un reloj de dolor.
Todo brillo me hiere
y todo brilla;
cada latido es un tambor que irrumpe
con modos de aprendiz
en la caja del cráneo.
Traslado mi cabeza
como un jarrón de Ming
entre mis torpes manos,
y afuera el mundo canta
su terrible esplendor.
“Tanta salud ofende”
insisto. ~
(ciudad de México, 1971) es poeta, ensayista y editor.