Museos superhéroes

No existe un modelo definitivo ni homogéneo que resuelva las problemáticas sociales desde los museos.
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Estamos habituados a escuchar que la cultura es una de las herramientas que pueden utilizarse para transformar el tejido social. Y se nos asegura que el museo es una de las instituciones culturales que puede, con su presencia, resolver problemáticas sociales y, sobre todo crear comunidad. Ante la dificultad de evaluar y confirmar la veracidad de esa afirmación aplicada a los 1205 museos enlistados en el Sistema de Información Cultural, nos gustaría referirnos a un ejemplo probado y concreto: la Galería José María Velasco del Instituto Nacional de Bellas Artes, ubicada en Tepito desde 1951. De acuerdo con Alfredo Matus, actual director, este espacio trabaja con el principio de “hacer una galería que se vincule con el contexto, haciendo proyectos que involucren a la sociedad de una u otra manera, forjando un programa de actividades y de talleres”

La dependencia directa al INBA tiene distintas aristas que la galería debe tomar en cuenta para generar propuestas de impacto social: por un lado, esto les da respaldo institucional y un cierto apoyo económico (si bien no todo el que les gustaría); por el otro, la manera centralizada del Instituto para operar la difusión y su estructura administrativa dificulta la gestión autónoma de sus propios proyectos.

Un elemento que les ha funcionado bastante bien es haberse salido de los muros de la galería. El trabajo de vinculación comunitaria, como los talleres que se dan a los niños y a sus padres, se lleva a cabo de manera paralela al de las exposiciones, y las redes comunitarias que se van creando desde la galería ayudan a cimentar los proyectos, como el que se realizó en 2010 con la exposición fotográfica “Unos como nosotros: álbumes familiares del barrio de Tepito”,y que se construyó a partir de una selección de imágenes aportadas por diversas personas que viven o que están vinculadas a Tepito y que se interesaron en participar con su memoria fotográfica.

Esta galería, si bien no tiene las soluciones definitivas para regenerar el tejido social a través del arte y la cultura, es un buen ejemplo del  trabajo constante de experimentación y reajuste que un espacio de esta naturaleza debe de llevar a cabo para poder seguir siendo congruente con su entorno y ser apropiado, de una manera más activa, por quienes lo visitan.

A pesar de que no es una relación causal directa, un museo sí puede ejercer una influencia en su entorno; así como la Galería José María Velasco existen numerosos casos de museos cuyo trabajo dentro y fuera de sala ha modificado, para bien, algunas de las condiciones sociales de la comunidad en la que se inserta: museos que se vuelven centro de reunión, espacios para la propuesta y la creatividad, reactivadores económicos, motivo de orgullo urbano y lugar en el que uno puede ver reflejada la historia y el sentir propios.

No existe un modelo definitivo ni homogéneo que resuelva las problemáticas sociales desde los museos. Y qué bueno que así sea, pues la estandarización de la cultura es una amenaza no solo para los museos, sino para todas las disciplinas artísticas y expresiones culturales. Sin embargo, sí es posible desprender del caso de la Galería José María Velasco algunas recomendaciones para que un museo tenga una participación activa con la sociedad, que es el primer requerimiento para rearmar el tejido social.

1.    El museo, por lo tanto la cultura, es un plan a largo plazo. Sus efectos no pueden ser medibles ni visibles inmediatamente posterior a su apertura. La cultura y los museos no deben acoplarse a planes sexenales sino proyectar su impacto social y económico a lo largo del tiempo.

2.    El museo, anterior a su creación y hasta su operación, debe de trabajar con su entorno social, o bien, colaborar con la colectividad a la que va dirigido.

3.    Es conveniente diseñar un programa paralelo de comunicación educativa o un plan museo-pedagógico que haga partícipe a la sociedad de lo que se propone y sucede en el museo. Cuando nos referimos a un programa educativo no nos limitamos al público infantil ni a los talleres, las estrategias educativas actualmente son infinitas y para públicos diversos.

4.    Es necesario que el museo salga del museo. Es decir, colaborar en el entorno, acercarse a la gente, generar públicos y conformar agrupaciones fuera del espacio museístico.

5.    Establecer una relación horizontal entre el museo y la sociedad. El museo no es el líder del proyecto, es su público. El museo es el foro, el punto de encuentro, el espacio expositivo y el que resguarda los bienes culturales. Sin embargo, debe ser la comunidad quien lo alimente, quien lo interprete y quien lo desarrolle.

6.    Darle al visitante poder de decisión sobre el patrimonio que el museo resguarda. 

 

La política de museos de México en la década de los setentas, conforme a la declaración de Santiago, fue construir museos comunitarios, una experiencia importante pero que, en nuestro nuevo siglo, debe de ser renovada ¿cuál es entonces el modelo de museos afín a las necesidades sociales actuales? ¿Cómo hacerlo sin convertir al museo en una casa de cultura, en un simple espacio para dar talleres?

Proponer un flamante museo o una nueva estrategia cultural para resolver las problemáticas sociales actuales no es, en principio, una ocurrencia descabellada. El asunto está en que la solución no viene de la mera existencia de un nuevo museo en la cuadra. Ahora, si ese museo logra salir de sí mismo para intentar un diálogo con su entorno y con sus vecinos, entonces quizás vaya dando los primeros pasos para regenerar ese cachito particular del tejido social.

 

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Museología criticona son Adrián Barreto, Sheba Camacho y Georgina Cebey. Se conocieron mientras estudiaban museología.


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