No habrá
Construyendo los días uno a uno
bien puede ocurrir que nos falte una hora
—tal vez sólo una hora—
o más o muchas más, pero raro es que sobren.
Siempre faltan, nos faltan.
Quisiéramos robarlas a la noche
pero estamos cansados
nos pesan ya los párpados.
Nos dormimos así y la final imagen
—antes de zambullirnos en el sueño—
es para un día nuevo, de anchas horas
como llano estirado, como viento.
Lastimosa mentira
No habrá días-burbujas imprevistos
sorprendentes, abiertos
El zumo de este día transcurrido
se filtra por el borde de la madrugada
y ya la está royendo. –
El llamado
La mirada recorre un mapa.
Ojo viajero
de ciudad en ciudad, de puerto en puerto
a través del azul, verde, amarillo
de países distantes.
Y más lejos, más lejos.
Y busca nombres raros en Islandia
en Australia, en islitas de Oceanía…
Pero no son lugares los que quiere
la mirada viajera:
son signos de lo lejos.
Un guiño fantasmal llama y espera
y da un salto hacia atrás si te aproximas.
La mano que llamaba retrocede.
¿Llamaría?
¿Esperaba?
No se sabe. Está lejos. –
Grados de irrealidad
La esfera más cercana: hay un fuego encendido
y rostros familiares
hay charlas previsibles y silencios
como pequeños lagos.
(El verdadero mar está muy lejos
el silencio total planea, lejos
como vaga amenaza).
Por ahora charlamos y callamos
y la pequeña actividad del día
se abre en abanico.
Pero quién une gestos y palabras
y días con sus noches
para que sean en verdad reales
no como chispas sueltas?
Quién vive plenamente
y está en verdad despierto?
(Temor de estar en rueda de fantasmas
y fantasma uno mismo.) –
Posesión
Ha visto las palmeras de su plaza
casi al amanecer o cuando cae
la sombra y ha cruzado
—y siempre en diagonal— al mediodía.
Esas palmeras, esas anchas calles
por donde el paso anuda
sus rápidas puntadas
no son acaso suyas?
Más bien es al revés: él es de ellas
y ahora lo descubre.
Ellas: él mismo en ellas
caminante y camino. ~