Octavio Paz se quejaba con frecuencia de los ataques que recibรญa de la izquierda. Es cierto que una pequeรฑa parte de la progresรญa intelectual mexicana no lo respetaba. Pero quiero recordar que las arremetidas mรกs agresivas las recibiรณ Paz de un intelectual ligado al gobierno priista, quien sin duda reflejรณ –ademรกs de sus malos humores– las molestias de la รฉlite nacionalista revolucionaria por el talante crรญtico e independiente del gran escritor. Me refiero al filรณsofo Emilio Uranga, quien en 1970 publicรณ una serie de tres artรญculos a propรณsito de Posdata, el libro que acababa de publicar Paz. Se trata de una diatriba injuriosa que revela el rencor encendido que su autor habรญa acumulado contra el poeta desde hacรญa aรฑos.
Uranga fue uno de los filรณsofos del famoso grupo Hiperiรณn, al que pertenecieron Jorge Portilla y Luis Villoro, entre otros. Fue muy reconocido por su libro Anรกlisis del ser del mexicano, publicado en 1952, un par de aรฑos despuรฉs que El laberinto de la soledad de Paz. Recuerdo a Uranga como un brillante profesor en la preparatoria. Impartiรณ una clase de รฉtica en el Colegio Madrid, donde yo estudiaba: fue una muy estimulante invitaciรณn a penetrar los misterios de la filosofรญa. En los aรฑos sesenta Uranga abandonรณ los espacios universitarios y se acercรณ a la polรญtica como un fรฉrreo defensor del gobierno de Lรณpez Mateos. En esa รฉpoca Uranga arremetiรณ con furia contra Daniel Cosรญo Villegas, en defensa del presidente mexicano. En 1968 apoyรณ las acciones del siniestro presidente Dรญaz Ordaz contra los estudiantes.
Cuando en 1970 Paz publica Posdata, Uranga reacciona con ferocidad (en la revista Amรฉrica, 4, 11 y 18 de abril). De entrada seรฑala que basta despojar a Paz de sus eufemismos retรณricos “para que resalte su inconfundible nรบmero de expediente en el campo nudista que ha elegido para su exhibicionismo”. Observa en Paz un “deterioro cada vez mรกs acusado de sus facultades crรญticas, de su capacidad de pensar por su propia cuenta”. Acusa a Paz de ser un anacrรณnico, un dogmรกtico y un fanรกtico, de no saber historia y de no vivir histรณricamente. Dice que el poeta es un oportunista moralizante maquillado de independencia crรญtica, es vanidoso y sensiblero, tiene un bajo iq y es “el opio de los intelectuales disidentes”.
Hay una frase en Posdata que provoca el enojo de Uranga y en la que se siente aludido: “El laberinto de la soledad fue un ejercicio de imaginaciรณn crรญtica: una visiรณn y, simultรกneamente, una revisiรณn. Algo muy distinto a un ensayo sobre la filosofรญa de lo mexicano o a una bรบsqueda de nuestro pretendido ser. El mexicano no es una esencia sino una historia. Ni ontologรญa ni psicologรญa.” A Uranga le parece que Paz se contradice sin darse cuenta, pues trata de responder a las tres grandes preguntas que precisamente aborda la ontologรญa: quiรฉn, quรฉ y cรณmo somos los mexicanos. Hay que recordar que Uranga habรญa publicado su “Ensayo de una ontologรญa del mexicano” en 1949 en la misma revista, Cuadernos Americanos, donde poco despuรฉs Paz publicรณ su Laberinto.
En su primer artรญculo, titulado “La poca paz de Octavio”, Uranga observa que, al afirmar que el mexicano no es una esencia sino una historia, Paz simplemente repite a Ortega y Gasset, quien habรญa dicho que el hombre no tiene naturaleza sino historia. “Los mexicanos –escribe Uranga– tenemos ser, natural e histรณrico, salvo Octavio Paz que solo se ha quedado como disco grabado hace treinta aรฑos, con el casi no ser de sus repeticiones.” Supone irรณnicamente que Paz desea que le erijan una estatua o un monumento “una vez que triunfalmente regrese al paรญs despuรฉs de que el licenciado Gustavo Dรญaz Ordaz trasmita el poder”. En el segundo artรญculo Uranga seรฑala que Paz quiere “sacarle raja, para beneficio personal, a los inmolados de julio a octubre de 1968”. En contraste con Herbert Marcuse, que habรญa anticipado la rebeliรณn juvenil, Paz simplemente “se colgรณ de lo que otros habรญan vaticinado, y otros mรกs ejecutado en todo el mundo el aรฑo de 1968, para darse actualidad, para volver a la circulaciรณn como autor de ensayos amplios en su difusiรณn, venta y contaminaciรณn”.
La peor parte de la diatriba de Uranga es su reflexiรณn sobre la “mancha de sangre” que en 1968 pone en duda, segรบn Paz, el progreso de Mรฉxico. Para Uranga la mancha de sangre, magnificada y mitificada, se ha ido evaporando y acaba siendo simplemente un incidente, como los asesinatos del general Francisco Serrano en Huitzilac (1927) y del dirigente campesino Rubรฉn Jaramillo en Xochicalco (1962). Acusa a Paz de ser un adicto a lo que Lรณpez Mateos (el asesino intelectual de Jaramillo) habรญa definido como la “izquierda delirante”, que busca una revancha sanguinaria para limpiar la mancha del 68 con una hemorragia, con torrentes de sangre. Esa misma izquierda, que no era nada delirante, jamรกs insultรณ a Paz de la forma tan ruda en que lo hizo este intelectual orgรกnico del despotismo priista. ~
(Quiero dar gracias a mi amigo
Adolfo Castaรฑรณn por haberme proporcionado
copia de los artรญculos de Uranga.)
Es doctor en sociologรญa por La Sorbona y se formรณ en Mรฉxico como etnรณlogo en la Escuela Nacional de Antropologรญa e Historia.