La noticia no podrĆa ser peor. Wellington Menezes de Oliveira,un joven brasileƱo de 23 aƱos disparĆ³ contra los alumnos de octavo grado de la escuela pĆŗblica Tasso da Silveira, de RĆo de Janeiro. MatĆ³ a 10 niƱas y un niƱo. HiriĆ³ a 18 personas. Y luego se pegĆ³ un tiro en la cabeza.
El esquema de los hechos nos es familiar. Lo hemos visto repetirse con dolorosa frecuencia en Estados Unidos y Europa. Asesinatos aleatorios y masivos; un individuo perturbado que dispara contra las personas que encuentra a su paso, sin mĆ”s culpa que haber compartido con Ć©l un mismo centro de estudios o un trabajo ocasional. En ocasiones, solo por haber ido de compras a un supermercado en el momento en que le ocurrĆa el colapso.
Hasta ahora, SudamĆ©rica aparecĆa libre de este tipo de crĆmenes. Ya no es asĆ. Hoy todos se preguntan quĆ© pasaba por la mente de Menezes de Oliveira, ex alumno de la escuela que convirtiĆ³ en escenario de la masacre. Es probable que esto nunca se sepa del todo. Los informes dicen lo previsible: que las semanas anteriores vivĆa un periodo de ostracismo y depresiĆ³n; que se habĆa dejado la barba y no dejaba de navegar por Internet; que nadie creyĆ³ necesario o quiso ayudarlo.
Aunque esta vez hay una variante: en la confusa carta de despedida que dejĆ³, Menezes confesĆ³ que era HIV positivo.
Probablemente el hallazgo de la enfermedad fuera el desencadenante del episodio psicĆ³tico. Sin embargo, podemos apostar que sus fuentes son mĆ”s profundas que eso.
Los estudios sobre estos “criminales aleatorios” no nos han sacado de la oscuridad. Los psiquiatras que analizaron el caso del estudiante coreano Seung-Hui Cho, quien hace cuatro aƱos matĆ³ a 32 universitarios en el Virginia Tech, concluyeron que los factores de riesgo son: ser parte de una minorĆa Ć©tnica en un medio estudiantil o laboral muy agresivo; ser varĆ³n y pertenecer a una cultura que supone que la violencia constituye un medio legĆtimo para hacerse valer; tener dificultades de comunicaciĆ³n y socializaciĆ³n; no contar con una familia o tener una de Ćndole disfuncional.
El ejemplo brasileƱo confirma estas causas, excepto porque el asesino era Ć©tnicamente igual que sus vĆctimas.
En suma, los psiquiatras suponen que los actos de los que hablamos son el resultado de una combinaciĆ³n compleja de varios factores: adversidades sociales, deficiencias y extravĆos institucionales, familiares, personales, y un mal funcionamiento del sistema de detecciĆ³n de enfermedades mentales. Responsabilizando a todas las instancias, claro, es difĆcil que se equivoquen. TambiĆ©n que nos ayuden a entender la individualidad del fenĆ³meno.
Lo que sabemos, en todo caso, es que existe una relaciĆ³n directa entre este tipo de crĆmenes y la despersonalizaciĆ³n que produce la sociedad de masas. Solo en este ambiente extraordinariamente diverso y laxo es posible la soledad radical, tan escabrosa que quien se ubica en ella puede concebir la realizaciĆ³n de una matanza como un medio de lograr reconocimiento de los demĆ”s, un reconocimiento que se le antoja imposible de lograr por cualquier otro medio.
Periodista y ensayista boliviano. Autor de varios libros de interpretaciĆ³n de la polĆtica de su paĆs, entre ellos El pensamiento boliviano sobre los recursos naturales (2009).