Pinocho

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En la pasividad de la marioneta estรก como el reverso  de una moneda, la posibilidad de su rebeliรณn. Lo inanimado y dependiente cobran aliento y voluntad. El significado esencial de tรญtere: “ente sujeto a la voluntad de otro” sรบbitamente es desobedecido.

Mira al tรญtere, la marioneta colgando de sus hilos, quieta, en espera del manipulador que la anime poniรฉndola en movimiento. Supongamos por un momento que tienes que escribir una obra de teatro para ella, ¿no se te ocurrirรญa de inmediato que esa criatura podrรญa revelarse y tratar de escapar a la pasiva y sufrida condiciรณn de tรญtere?; ¿no discurrirรญas que ese podrรญa ser el tema de la pieza? El Espartaco de madera, La Rebeliรณn de los Colgados, Grito de Independencia de las marionetas. Claro que sรญ, la idea estรก en la marioneta misma, en su delicada docilidad. “Muerte a Rosete Aranda”, aรบllan los muรฑecos en salvaje griterรญa.

Pinocho, de Carlo Lorenzini, conocido como Carlo  Collodi (1826-1890), el mรกs cรฉlebre de los cuentos de muรฑecos (toda disertaciรณn sobre tรญteres por ahรญ debe empezar), trata de eso: “principalmente –escribe el doctor Harold B. Segal–, la  revuelta de las figuras de madera en contra del titiritero, la revuelta de los esclavos contra el amo, la revuelta contra la autoridad”. Ese es el tema. Pero antes hay que situarlo en el descubrimiento y uso del mundo de los niรฑos, de lo infantil en la lucha contra el arte “acadรฉmico”, “clรกsico”, “burguรฉs”.

Exaltar lo infantil significaba exaltar como valores lo instintivo, fresco, irracional, primitivo, espontรกneo, frente a lo repensado y sometido a cรกlculo y reglas. Pinocho es una inmersiรณn en lo infantil como liberaciรณn.

Se ha dicho, con razรณn, que el arte de vanguardia de fines del XIX y comienzos del XX fue un renacimiento, tan brillante y significativo como el otro, solo que esta vez los modelos no fueron Grecia y Roma, sino el arte llamado “primitivo”, el africano, en primer lugar, el prehispรกnico y el de los llamados “salvajes” (las tribus australianas, por ejemplo), y tambiรฉn el arte de los niรฑos, de los ingenuos no acadรฉmicos (Rousseau, por ejemplo) y hasta los locos.

En esta vuelta a los primitivos los niรฑos ocuparon un lugar de honor. Ubรบ rey, por ejemplo, primera gran obra de teatro moderno. Fue escrita en realidad, no solo por Alfred Jarry, sino por Jarry y los hermanos Henri y Charles Morin cuando los tres eran alumnos del Lycรฉe Henri IV (entre 1891 y 1893), y se llamaba originalmente Papรก Ebรฉ y satirizaba a un profesor de fรญsica llamado Hรฉbert. Estas bromas pesadas de adolescentes llevadas a la escena generaron una revoluciรณn en la historia del teatro.

Ahora el primitivo mundo infantil incluye entre sus aportaciones estรฉticas a los juguetes (estudiados por Walter Benjamin), el circo y el teatro de marionetas. De ahรญ la oportunidad y el รฉxito rotundo de Pinocho, uno de esos casos de detonaciรณn modesta con resonancia enorme, comoRobinson Crusoe, Carmen o La dama de las camelias.

Su tema, como decรญamos, es la rebeliรณn de los muรฑecos. Pinocho se rebela a su amo, escapa y corre aventuras, desgraciadamente siempre con lamentables consecuencias y pesadas moralejas a cargo de Collodi. A nadie escapa que este autor era reaccionario, conservador asustadizo en extremo. El libro de Collodi, a diferencia de la “Alicias” de Lewis Carroll, deja no sรฉ quรฉ impresiรณn de miedo y tristeza. No importa, hay en รฉl una “nostalgia de la niรฑez” muy moderna, que un escritor clรกsico o barroco no habrรญa podido entender.

La conversiรณn de Pinocho en niรฑo de carne y hueso al final del libro se ha visto, con razรณn, como metรกfora del  trรกnsito de niรฑo a hombre, esto es, de la “maduraciรณn” de que hablamos al inicio de esta nota. La escena tiene no  sรฉ quรฉ de melancolรญa. ¿Exagero si digo tambiรฉn que tiene un toque de horror y de muerte?

–¿Y el viejo Pinocho de madera? –pregunta el niรฑo de carne y hueso al viejo Gepetto–, ¿dรณnde pudo esconderse?

–Ahรญ estรก –respondiรณ Gepetto y seรฑalรณ a un muรฑeco grande reclinado en una silla, con la cabeza vuelta a un lado, los brazos enchuecados y las piernas dobladas de tal manera que era asombroso que ahรญ se sostuviera.

Pinocho se volviรณ y lo mirรณ, y despuรฉs de verlo un rato, se dijo a sรญ mismo con gran satisfacciรณn:

–Quรฉ chistoso era yo cuando muรฑeco. Y quรฉ contento estoy de haberme convertido en un verdadero muchacho.

Pues sรญ, en la lรณgica de Collodi, si el niรฑo es una especie de tรญtere, el adulto, dueรฑo de sรญ mismo, no lo es ni debe serlo. Pero Pinocho tรญtere de madera tiene una fascinaciรณn y un encanto que de ninguna manera tiene el predecible y mediocre niรฑo de carne y hueso. Mejor, tal vez, habrรญa sido, y un expresionista se habrรญa atrevido a hacerlo, transformar al Pinocho de madera, cuando cobra no vida, que ya tenรญa, sino carne y hueso, en un enano azul, agresivo y loco, o en una oruga locuaz. Cualquier cosa mejor que ese niรฑo rubicundo, obediente y bien vestido que es verdadero hรญgado parlante.

Otros autores han planteado rebeliones. Pirandello, por ejemplo, en Seis personajes en busca de autor, o Karel ฤŒapek con sus salamandras. En El seรฑor de Pigmaliรณn, del catalรกn Jacinto Grau (1877-1958), dramaturgo famoso en su tiempo, pero poco conocido hoy en Mรฉxico, las marionetas asesinan a balazos a su creador y amo. A mรกs no se puede llegar. ~

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(Ciudad de Mรฉxico, 1942) es un escritor, articulista, dramaturgo y acadรฉmico, autor de algunas de las pรกginas mรกs luminosas de la literatura mexicana.


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