Los cucos insisten en su monodia. Sus tres acordes llenan el boscaje de una telegrafรญa espectral. [El cuco ocupa los nidos ajenos; por eso se le ha considerado un sรญmbolo del adulterio. Su canto, que acompaรฑaba nuestras caminatas, resucita a mi padre, con su sombrero de paja y su bastรณn de caรฑa, y la sed que nos torturaba, y el avistamiento de pรกjaros, que siempre saludรกbamos con entusiasmo.] Estoy desnudo junto al agua. Miro mi cuerpo, y observo cรณmo se aguza, cรณmo le nacen esquinas y espolones, cรณmo depresiones simรฉtricas flanquean las rรณtulas, cรณmo los pies se arquean, igual que roedores asustados, y concluyen en dedos divergentes, cรณmo los mรบsculos se abstraen, incursos en su estiaje, y las articulaciones arrecian: codos de sรญlex, pezones รณseos, sombras calcificadas. Un adelgazamiento nuclear, que convive con el engrosamiento del vientre y las mamas, desbarata la tramoya: desiste el colรกgeno; la sangre se fractura; cuanto hay de intangible en el cuerpo se solidifica, pero sus resinas y sus cรญrculos se inhiben, despojados de forma. La levedad llueve: es ceniza. La erosiรณn resulta visible en el abovedarse de los cรณndilos, en los encharcamientos de la piel. No hay cercenaduras, sino espejismos de lo cercenado; no percibo zonas muertas, pero sรญ esmaltes tristes, callosidades que prosperan, indicios de la asfixia en que se sume la materia. Y me pregunto si estas arrugas que me cubren como el agua son tambiรฉn arrugas del espรญritu: si se corresponden con la dificultad con que surgen las palabras, o con la desaprobaciรณn que me inspira el entusiasmo [todo fervor es una groserรญa, escribiรณ Pessoa], o con la repugnancia que siento ante la perspectiva de sobrevivir. Miro el cuerpo desnudo, otra vez: es frรกgil, pese a su densidad. El agua corre a mi lado, invitรกndome a alejarme con ella, a su rumor de sogas desatadas, al consuelo cinรฉtico de su emancipaciรณn. Pero tambiรฉn siento los guijarros de la sangre. Me sostienen, todavรญa, la nervadura de los pulmones y la perseverancia de los testรญculos. Intuyo que las cรฉlulas circulan por sus raรญles, y que su rastro es tanto una estela como una explosiรณn. El rรญo de los humores, pese a su cauce devastado, es paralelo al rรญo que me habla, y al que respondo con un silencio candente. Los cucos siguen tejiendo su telaraรฑa trรญptica, que convoca a la usurpaciรณn o al sueรฑo. No tienen conciencia del cuerpo. No saben que han de morir. ~
_______
Poema V de El desierto verde, de prรณxima apariciรณn en El gato gris.
(Barcelona, 1962) es poeta, traductor y crรญtico literario. En 2011 publicรณ el libro de poemas El desierto verde (El Gato Gris).