Foto de Claudia Guadarrama. Tomada de Milenio Diario
El dominical “ciclotón de policías”, del programa atlético organizado por la Secretaría de Seguridad Pública del DF para que seis de cada diez polis citadinos reduzcan sus curvas de la felicidad (es decir, en lenguaje menos poético: sus panzas y sus “llantas”), se realizó con el fin de mejorar físicamente a los polis metropolitanos, pero resulta que en la foto de Claudia Guadarrama publicada el lunes en Milenio los rostros de los competidores uniformados de azul “que te quiero azul” y montados en raudas bicicletas no se veían muy domingueros que digamos: todos ellos parecían pasar una mañana atroz y sólo cumplir con una obligación que les secuestraba el día de asueto.
De veras: en la foto de Claudia Guadarrama (ah, cómo me gusta ese apellido, fluvial en el silabeo, rumoroso en sus erres, generoso en sus abiertas aes) no se veía una sola cara que denotase la alegría de pedalear, de conquistar la mens sana con el corpore sano (y con la bici) y aun de aspirar a la suprema categoría de la metrosexualidad. Por lo contrario: algunas miradas, aparte de las dos o tres abolidas por las siempre siniestras gafas oscuras, ¿motivadas por la resaca de la noche sabatina?, delataban algo como resentimiento, como hastío o dolor o tristeza o desesperanza.
¡Ay, Claudia Guadarrama, qué desalentadora imagen nos diste de nuestros humildes aunque heroicos paladines de la seguridad y el orden en esta Esmógico City! El escueto pie de foto informaba: “Más de 5 mil competidores participaron en la carrera ‘Policía en forma’, organizada por la SSPDF. Autoridades de la dependencia informaron que el recorrido tuvo como fin promover entre los uniformados la actividad física y evitar el sobrepeso”. Son buenos propósitos, ¿quién podría dudarlo? Es evidente que el ciudadanaje necesita ser protegido por guardianes de la seguridad que se hallen “en forma” para acudir de inmediato y con paso veloz y garboso a impedir que nos asalten, roben o acuchillen los delincuentes quizá actualmente menos panzones y “llantudos” que seis de cada diez policías. Pero quién sabe si en realidad esos “polis” desearán despojarse de sus redondeces, si querrán dejar de verse parecidos a los inmortales gendarmes rechonchos, indolentes, aureolados de moscas, que ofrecían los inolvidables cartones de Abel Quezada… Y quién sabe si esmogicanas y esmogicanos no preferimos que los polis sean gorditos porque creemos que así son más “buenas gentes”, y que, por estar sobrealimentados, se abstendrán de mordernos.
Publicado previamente en Milenio Diario
Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.