300 Y LA ÉPICA DEL FUTURO
Como no suscribo ninguno de los postulados estéticos de la corrección política reinante, fui al cine a ver 300, obra maestra del cine épico-gore que recrea la resistencia de unos cuantos espartanos a la invasión del emperador persa Jerjes a Grecia, por allá del siglo V ac. Salí de la sala, dos horas más tarde, encantado y meditabundo.
Algunos críticos han tachado la película de adolescente y bestial, pero en realidad su peor y casi único defecto es justamente el contrario: no sólo no es una cinta salvaje sino que incluso podría decirse que resulta demasiado razonable. ¿Para qué estorbar una carnicería tan pura con esos postulados hipócritas de libertad en que abunda? Hablar de los espartanos como de freedom fighters es hacerle un flaco favor a su memoria: es un poco como si, dentro de unas decenas de siglos, alguien afirmara que las tropas estalinistas o las SS defendían la libertad…
No es imposible que pueda encontrarse entre 300 y el ideario del gobierno estadounidense los vínculos que la crítica más militante se ha cansado en señalar. Más que al conservadurismo congénito de los cineastas de Hollywood, yo lo atribuiría al hecho probado de que el nivel intelectual de Bush y sus asesores anda a la altura de Mary Poppins y Braveheart… El cine ya no imita a la política: la antecede y aun la inspira.
Pero lo que me interesa señalar no es eso sino esto otro: lo mal que nos sienta cualquier obra épica hoy día. Desde The Lord of the Rings hasta Kingdom of Heaven y desde Gladiator hasta Heroe. Aunque seguramente es 300 la cinta en que esa falta de sintonía de lo heroico con nuestras propias sensaciones resulta más marcada.
Creo haber entrevisto la razón: 300 nos asesta como héroes a un grupo de hombres musculados, bellos, evidentemente superiores (a los persas y a uno), que resisten con dignidad el asalto de una armada innumerable de monstruos. Esto no compromete nuestras emociones y, sobra aclarar, es un error.
Yo sostengo que la épica es tan posible ahora como en el siglo V ac, pero que 300 y otras obras han errado de blancos. La única historia épica posible, hoy, será la de unos pocos tipos débiles y feos, con malas ropas y poca salud, cercados por hordas interminables de tipos perfectos, con bronceado y depilado ideal, con trajes a la medida y tarjetas platino en la cartera. Entreveo oscuramente que esa hipotética band of brothers sería más capaz de conmover nuestro duro y posmoderno corazón.
– Antonio Ortuño